El mejor periodismo está pasando ahora
44 periodistas murieron asesinados en América Latina y el caribe. Más de la mitad de los colegas asesinados en todo el mundo, incluyendo en conflictos como el de Ucrania. En América Latina no hay guerras declaradas, pero el relator especial para la libertad de expresión, Pedro Vaca, confirma que 2022 fue el año más letal para la profesión desde que se tienen registros.
Estas son nuestras armas: una grabadora, un micrófono, una cámara, un teléfono, una libreta. Contamos lo que vemos y escuchamos. Tratamos de corroborar informaciones, buscar fuentes diversas y plurales. Es nuestro oficio. Pero, en América Latina y, particularmente, en Centroamérica, hacer lo que sabemos hacer nos pone en riesgo de muerte, prisión o exilio. Este año arrancó con las heridas abiertas del nefasto balance del anterior: el peor de todos los años para el ejercicio de la libertad de expresión.
Onda Local, en colaboración con Otras Miradas, conversa con Pedro Vaca Villareal, abogado colombiano al frente de la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), quien nos ayuda a hacer un balance de los riesgos en el ejercicio de la profesión y los mecanismos posibles para protegerla.
¿Cómo valoras este año (2022) para el periodismo centroamericano?
Nuestra oficina (desde 1998) está cargo de monitorear la situación de libertad de expresión y de prensa en la región. En todo el tiempo que hemos venido documentando, podemos decir, con mucha preocupación, que el año 2022 es el año más letal para la prensa en el continente desde que se tiene registros en esta oficina. Un número muy importante de estas agresiones vienen de México y Centroamérica; la violencia letal contra la prensa es el mecanismo más radical de censura.
¿Son tiempos de mucha adversidad para el periodismo, Pedro?
No tenemos instituciones públicas por lo general que sean receptivas a la crítica. Todo lo contrario, tenemos mensajes estigmatizantes. Me atrevería a decir que, en muchos casos, hay una batalla frontal de la propaganda institucional contra el periodismo y esto se lleva, digamos, a otros niveles mucho más crueles y bárbaros, como puede ser el alto número de personas que están privadas de la libertad, principalmente en Nicaragua, por ejercer su libertad de expresión.
Esto no solo es algo que afecta a personas individualmente, sino que afecta a salas de reacción; (como el caso de redacciones que se trasladan a otros países en el exilio). El refugio es una palabra que entra a ser parte del ecosistema de los medios de comunicación en la región y esto se extiende a las sociedades donde el miedo se hace presente.
¿Cuáles son los casos más graves de ataques a la libertad de expresión y libertad de prensa que hayan observado desde la oficina de la relatoría?
La cárcel, el asesinato de periodistas creo que son las situaciones más radicales y más agresivas. Pero también las amenazas contra periodistas que no solo están en las grandes capitales, sino en poblaciones alejadas, que implica su autocensura.
Este año se registró un aumento en algunas agresiones particularmente novedosas, como la vigilancia a través de softwares espías.
Observamos con atención las noticias de lo que ocurre en México, con una situación de violencia muy compleja. ¿Existen patrones comunes tanto en México como Centroamérica?
Cada estado es un universo particular. Lo que hay en común son los estándares internacionales de derechos humanos. Es decir, todos en algún momento, se han comprometido ante el derecho internacional a salvaguardar y garantizar la libertad de prensa, la libertad de expresión y la democracia. Pero una lamentable y abultada diferencia es que, en México, las cifras de asesinatos de periodistas están por encima de contextos de conflictos armados, abiertamente declarados, particularidad que no se tiene, en ese mismo volumen, en otros estados de la región.
México, invierte cuantiosos recursos en protección y es muy generoso con el asilo de periodistas de otros países, aspecto que no siempre se le reconoce. Pero este despliegue institucional ha sido insuficiente para contener y revertir los ciclos de letalidad de la violencia.
Otro aspecto diferencial es que la violencia letal, de cierta manera, se ha normalizado. Y después, hay un maltrato deliberado por parte de algunos liderazgos políticos con capacidad de influencia sobre la prensa y esto modula la percepción ciudadana. Yo tengo un temor muy grande de que la sociedad, en nuestros países, considere que la propaganda es buena y saludable y que, en cambio, el periodismo es peligroso, que desestabiliza, que conspira. Creo que esto es algo que le hace daño al ideal de democracia plural que nos hemos trazado en las Américas.
Algunos de estos ataques que cuestionan el quehacer periodístico y ponen en riesgo la libertad de prensa vienen justamente del poder, como en el caso de Nicaragua, o El Salvador. ¿Crees que mermar el periodismo independiente se ha convertido en un objetivo para los gobiernos centroamericanos?
Todo poder tendría que ser tolerante a la crítica y tendría que estar abierto a discutir sobre el ejercicio de ese poder. Es decir, el poder, no sólo está llamado a ejercerse, sino está llamado a poder deliberar e interactuar con la sociedad en su conjunto de una manera abierta y argumentada.
Creo que Nicaragua es un ejemplo muy ilustrativo, pues hay un poder que no está dispuesto a ser tolerante a la crítica y, por lo tanto, no es un gobierno que esté dispuesto a que se ponga luz sobre los asuntos de interés público.
En el caso nicaragüense, hay proactivamente una persecución al pensamiento distinto. No es sólo un bajísimo o nulo nivel de tolerancia a la crítica, sino un mensaje a la sociedad en su conjunto para sembrar temor de que ejerzan su derecho a la libertad de expresión y participen de la vida en comunidad. Un clima de hermetismo a la observación internacional y desatención a los compromisos internacionales previamente adquiridos.
Hay quienes afirman que hacer periodismo en Centroamérica es más difícil que hace unas décadas. ¿Estás de acuerdo con esta afirmación?
Yo creo que la respuesta es sí, para casi todos los países. Hoy es más difícil que hace unas décadas y hay muchos factores institucionales, tecnológicos, de multiplicidad de los canales de información, también de extinción de algunos medios de comunicación; hay medios que están desapareciendo y por lo tanto el periodismo es más difícil.
Frente a esta difícil situación que atraviesa la libertad de prensa y expresión, de la que nos hablas, ¿qué experiencias de periodismo destacarías en la región?
El mejor periodismo está pasando ahora. Hoy muchos periodistas y medios de comunicación están teniendo unos despliegues, unos procesamientos de información (frente) a espacios cerrados. Están navegando un laberinto muy adverso y aún así siguen contribuyendo a la documentación de violaciones a derechos humanos; a visibilizar aspectos que, sin su participación, podrían pasar desapercibidos a pesar de ser relevantes.
Es un periodismo resiliente, como nunca, en su versatilidad, en su colaboración, en su solidaridad. Estamos viendo una serie de valores en el periodismo que creo que son trascendentales, colaboración entre periodistas de distintos estados, altos niveles de organización, altos niveles de autocrítica incluso.
En Madrid, acabamos de recibir en representación de @DivergentesCA el Premio de la Sociedad Interamericana de Prensa (@sip_oficial) en la categoría Derechos Humanos y mención honrosa en Periodismo de Profundidad. Un reconocimiento a nuestra redacción y al periodismo nicaragüense pic.twitter.com/rdquqpUEdF — Wilfredo Miranda Aburto (@PiruloAr) October 28, 2022
Si vamos a ver las mejores investigaciones premiadas en distintas ceremonias de periodistas suelen ser periodistas jóvenes, los que desarrollan periodismo de datos, una serie de visualizaciones que ponen en contexto. Insisto, en muchos casos se hace en escenarios extremadamente adversos y cerrados, como en Nicaragua, un lugar donde las personas tienen mucha información, pero tiene miedo a hablar y eso implica todo un proceso de generar canales de confianza, procesamientos de información que le hagan saber a las distintas fuentes que se puede confiar en los medios de comunicación.
La CIDH realiza algunas acciones para proteger la libertad de prensa y la seguridad de periodistas, ¿pero atienden los gobiernos esos informes y recomendaciones que ustedes hacen?
Creo que ahí hay que hacer un análisis del hoy y hay que hacer un análisis del más adelante. Es decir, en el hoy debe ser muy claro que la CIDH, y digamos todos los equipos de trabajo hemos desplegado todos los mecanismos a disposición. Para la garantía de derechos humanos, en nuestro caso libertad de expresión, y por eso hay medidas cautelares, informes temáticos, informes de casos, audiencias públicas. En ese análisis de hoy, creo que el punto no es qué más pueden hacer los sistemas regionales de derechos humanos o la CIDH, sino el desacato en el que se encuentran las recomendaciones. Es decir, situar los ojos, en quienes no han atendido esos llamados y recomendaciones.
En el más adelante, las crisis de derechos humanos, el deterioro del estado de derecho, es algo que esperamos pueda reconducirse hacia una vigencia de los derechos humanos y pueda reconducirse hacia una vigencia del Estado de Derecho. Esos no son procesos que pasen de un día para otro. Pero estoy convencido que en el momento en el cual estén esas condiciones, y las sociedades de los distintos estados puedan encontrar las salidas institucionales pacíficas a estas crisis de institucionalidades de derechos humanos, estas recomendaciones y estos informes serán de gran utilidad para la reconstrucción del Estado derecho y las garantías a los derechos humanos.
Finalmente, ¿qué huella le gustaría a Pedro Vaca que quedase por su paso por la Relatoría de la Libertad de Expresión?
En 2010, había creído que estábamos en un renacer democrático, era un escenario esperanzador. Pero el escenario en el cual me ha correspondido liderar esta oficina es atípico, por términos de la pandemia y de muchísima frustración en términos de los avances, tanto en democracia como derechos humanos.
El primer aspecto que preocupa a nuestra oficina tiene que ver con hacer la mejor documentación posible en un momento de regresión democrática. Es un momento casi de contención, incluso si uno lo ve en términos regionales. De ahí que es tan importante que los estados que están en la organización cumplan estándares interamericanos de libertad de expresión.
El segundo componente tiene que ver con acompañar a la Comisión en los desafíos digitales. Hay un programa particular sobre la promoción de los derechos humanos en el ambiente digital y el uso de tecnologías. Creemos que ahí hay un papel muy importante en el que queremos seguir acompañando desde la Comisión.
Datos de Voces el Sur, la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES), la Asociación de Periodistas de Guatemala y la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), registran que, en 2022, en Nicaragua, Guatemala y El Salvador, hubo al menos unas 933 agresiones. En este mismo periodo, al menos 104 periodistas salieron de sus países al exilio, siendo la mayor cantidad de origen nicaragüense (93), seguido de El Salvador (11) y Guatemala (1).
En Nicaragua, el régimen de Daniel Ortega mantiene, en sus cárceles, a periodistas, mientras en Costa Rica el nuevo gobierno declara públicamente que la prensa es enemiga; y, en Honduras, la violencia contra la libertad de prensa tomó la forma más trágica, con tres periodistas asesinados en un año intenso, un 2022 que ya se fue, pero que aún duele.
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Esta información ha sido producida con la colaboración de Otras Miradas como un apoyo al periodismo independiente en Centroamérica.