El riesgo latente de ser abusada en un autobús en Nicaragua

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Tomada del perfil de Twitter de Comandante perro

El Derecho a gozar de un transporte público de calidad es clave para garantizar la seguridad y la vida libre de violencia para las mujeres en Nicaragua. A menudo escuchamos relatos de mujeres que tuvieron una dura experiencia mientras hacían uso del autobús, el taxi, la caponera o cualquier otro tipo de transporte. No existen datos que cuenten la realidad de esta problemática, pero los relatos están ahí y acá te traemos algunos para abonar en el abordaje de este que se ha convertido en uno de los tantos riesgos a los que se ven sometidas las mujeres de manera cotidiana.

Vilma Gonzáles tenía 16 años cuando fue agredida sexualmente en una unidad de transporte público de su ciudad de origen, Masaya. Recuerda que era medio día y regresaba del Colegio Bautista y como era costumbre, abordó el bus de La Villa, que la deja en la parada de la Estación cerca de su casa.

González menciona que había mucha gente en la puerta del bus, tratando de subir a la unidad. Otro buen grupo de personas tratando de bajar del bus, cuando de repente “sentí que me habían tocado, no mi trasero sino mi vagina, la apretaron”, relata.

Vilma afirma que no se dio cuenta quién fue. No le fue posible identificar al agresor entre la muchedumbre, pero sí recuerda lo mal que le hizo sentir esa situación, la cual considera un abuso. Para ella era inevitable sentir enojo e inseguridad. “Tenía miedo de que me volviera a pasar lo mismo, pero desde entonces no volvió a suceder una agresión física, los otros abusos han sido verbales en las calles” puntualizó.

Hoy hace pocos minutos en una ruta de Managua:

Encontré en la 119 a ese tipo de gorra azul y camisa celeste que ven en el video, el bus iba relativamente lleno, la persona que estaba sentada al lado de él se levantó así que me senté a su lado, inmediatamente después de sentarme se dirigió a mi, no había escuchado lo que me decía porque tenía audífonos puestos, pero como me di cuenta que me hablaba me los quité, lo que me decía era que si me quería cambiar al lugar que está al lado de la ventana para que fuera más cómoda, lo que me pareció un poco raro pero acepté, al cambiarme seguí tranquila sentada escuchando música y viendo a la calle por lo que no me daba cuenta lo que ocurría al lado mío, un rato después me sentí un poco extraña, por alguna razón me negaba a voltear al lado donde el sujeto estaba sentado; cuando al fin me decidí me di cuenta de algo, el hombre llevaba una especie de revista sobre sus piernas y una de sus manos metida entre su pantalón la cual movía de manera ajetreada, se estaba masturbando y tapándose con el papel, en ese momento yo iba a bajarme ya del bus, al levantarme y el moverse para que yo saliera comprobé que efectivamente el hombre traía en pampas el pantalón, inmediatamente le dije que no pensara que no me había percatado de lo que venía haciendo, así que me miró, ni siquiera se asombró, entonces subí la voz para que todo el mundo se diera cuenta, le dije que era un asqueroso y que se educara, me dijo que estaba loca, a lo que contesté que el loco era él y que se tratara, este fue el video que le pude tomar, en las historias les voy a dejar una foto de como estaba vestida yo, para aquellos ignorantes que piensan que nuestra forma de vestir justifica las acciones de algunos asquerosos como este.Con mucha o poca ropa tenemos derecho a ser respetadas y vivir sin miedo de encontrarnos a pervertidos de este nivel en cada lugar al que vamos.

Publicada por ⃟Adela Espinoza en Lunes, 28 de febrero de 2022

Captura de pantalla del vídeo de denuncia a través del Facebook de Adela Espinoza.

En las redes sociales, frecuentemente se hacen publicaciones en donde mujeres denuncian acoso constante, tocamiento y actos de exhibicionismo también considerados como abuso o agresión sexual.

Otro caso es el de Daniela Flores, de 21 años. Relata que cuando tenía 16 y apenas empezaba en la universidad, recuerda haber sido agredida. Su horario de clases terminaba hasta las seis cuando comenzaba a oscurecer. En horas pico las unidades de buses son demandadas por muchas personas y las rutas circulan abarrotadas.  En esa ocasión Flores estaba en la parada frente a la Universidad Centroamericana, UCA, y subió a la ruta 119 que la trasladaría hasta la parada del Mercado Roberto Huembes. Rememora que, al subir a la unidad, era complicado avanzar entre el tumulto de personas, pese a que el chofer decía que el medio estaba vacío. A como pudo Daniela se las ingenió para llegar hasta la parte de atrás, cerca de la puerta trasera.

Próxima a su parada, se preparaba para salir, así que seguía la fila de personas que también iban a bajar. “Me tocó pasarme como un fideo” porque ese espacio estaba lleno de pasajeros que bajarían hasta después. En ese preciso momento Daniela observó cómo un hombre de unos 30 años, de los que estaban en el extremo “metió la mano y tocó mi vagina por encima del pantalón”. La reacción de la joven fue de incredulidad, enojo, miedo y asco. “Él no se iba a bajar, no iba a agarrar nada que estuviera en el suelo porque no había nada en el suelo y me enoje mucho, pero estaba muy asustada. Volteé a ver que él estaba ahí y sentí miedo, tenía mucho asco”.

Aún con miedo, Flores reclamó al hombre con un grito: “Qué te pasa, sos un atrevido maldito asqueroso, no se te ocurra volverme a tocar”. Explica que estaba en shock y que ni siquiera sabía cómo le fue posible gritar. “El hombre tuvo el descaro de contestarme: Ah si no te hice nada qué te pasa chavala”, agregó Flores.

Daniela dijo que en esa ocasión nadie hizo nada frente a sus reclamos al agresor, la gente estaba atenta a la discusión más por curiosidad que en su apoyo por lo que prefirió retirarse. Aunque de camino hacia su casa no pudo contener el llanto, por la impotencia que le provocó la situación. “Me sentí ultrajada”.

Esa no fue la primera vez que Daniela fue agredida. Un año antes, cuando en compañía de su padre, abordó la ruta 106 rumbo al colegio, un hombre de unos 50 años se pegó a ella - incluso el bus estaba vacío - y el hombre rosó con su pene el cuerpo de la joven.

Leonila Argüello del Colectivo de Mujeres de Matagalpa asegura que los transportes públicos no son espacios seguros para las mujeres sobre todo para adolescentes. “El acoso sexual lo vemos en cualquier sitio y a todo momento, pero los transportes públicos suelen ser espacios inseguros y la puerta para los acosos”. 

“Decir con claridad: Tu pene me está apretando contra el asiento. No me gusta, quitate” es el paso más importante porque la persona agredida nombra el hecho, dice cómo se siente y ordena al agresor que se quite. “Hay que repetirlo cuantas veces sea necesario y cada vez más alto el volumen”. Leonila Argüello.

Argüello explicó que incluso, los ayudantes al bajar y subir a una pasajera o al cobrar, tocan, manosean o siempre están pasando sus brazos por el cuerpo de las chavalas. Y cuando se les recrimina, justifican su acción, aduciendo que es parte de su trabajo y disposición por ayudar.

Sin embargo, advierte Argüello que no todos los transportistas son acosadores o agresores. “Algunos son respetuosos” quienes amablemente solicitan al pasajero se haga a un lado para pasar por el pasillo y así no incomodar o tocar “pero en su mayoría siempre están toqueteando, acosando o viendo morbosamente el cuerpo de las mujeres”.

Ante la problemática, Argüello recomienda que la mejor arma de defensa para las mujeres es apoyarse en ellas y alzar la voz al momento de ser acosadas o agredidas. “Es importante preguntarles a las chavalas si están cómodas o están siendo acosadas. Algunas dicen que sí para no crear problemas, pero es importante que se nombren este tipo de situaciones”. Agrega Leonila que el enfrentar al agresor alzando y nombrando lo que sucede, es lo más efectivo y una manera de visibilizar la problemática.

 

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