“Más allá de ser una defensora de derechos humanos, soy indígena”, la historia de Anexa Alfred
- 09 Jun 2023
- 11:00 a.m.
- Managua
Este 9 de junio Alfred cumple 11 meses de haber sido impedida de entrar a su propio país. • Foto: Onda Local / Cortesía
Anexa Alfred Cunningham es una indígena miskitu que se convirtió en la primera integrante de su familia en llegar a formarse profesionalmente como abogada y que posteriormente se convirtió en defensora de las comunidades indígenas de Nicaragua.
Ella es originaria de la comunidad Tuapi, en el territorio Tawira de la Región Autónoma del Caribe Norte, y hoy se encuentra a más de 10 mil kilómetros de su lugar de origen exiliada en Ginebra, Suiza.
“Con mi destierro el régimen manda un mensaje a la comunidad y organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y golpea a las estructuras de los pueblos indígenas y afrodescendientes para tener control absoluto sobre las tierras y recursos naturales”, menciona Alfred.
El 9 julio de 2022, tras haber asistido a su primera misión oficial a Ginebra como miembro del Mecanismo de Expertos Sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas por América Central y el Sur de la ONU, la dictadura de Daniel Ortega le prohibió retornar a Nicaragua. Una realidad que aún no asimila debido a que siente que tiene una fuerte conexión con su tierra, su comunidad y sobre todo su familia y se niega aceptar lo que está pasando.
“Nunca decidí quedarme fuera de Nicaragua, tuve varias oportunidades pero nunca fue un deseo quedarme fuera, siempre pensé trabajar para mi pueblo y las comunidades. Esa conexión con mi tierra, con mi pueblo, con mi comunidad es algo que yo no quería dejar, el no poder volver es una de las cosas que más duele, yo no quería estar lejos de Nicaragua el día que le tocara partir a mi padre”, expresa con su voz entrecortada desde Ginebra.
El 30 de mayo de 2023, Arturo Alfred Zamora falleció, producto de un derrame, añorando ver y abrazar a su hija Anexa. En su lecho de muerte llamaba su nombre incansablemente, partió de este mundo con la ilusión de que su hija seguía trabajando por la comunidad que la vio nacer, sin embargo, nunca se dio cuenta que a ella le habían prohibido entrar al país.
“No puedo y me niego a perderte, pasaron 11 meses que me negaron volver a la tierra que me vio nacer y donde me esperaba mi padre, no pude estar al lado de él y no fue mi decisión él se fue creyendo que yo estaba de viaje y que iba a regresar. Hoy saber que no puedo volver es lo que más me duele”, cuenta la defensora.
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Una fuente de inspiración para otras mujeres
Alfred es egresada de la carrera de Derecho de la Universidad Centroamericana (UCA) en el año 2000. Proviene de una familia humilde y es la primera de sus integrantes en llegar a convertirse en abogada, lo que afirma “ha inspirado a otras mujeres a seguir mi ejemplo” porque “históricamente y tradicionalmente en las comunidades a lo máximo que se podía aspirar a la docencia o enfermería”.
Comparte que lo que la motivó a estudiar su profesión es “la obligación moral que tengo con mi pueblo y mi gente porque aquí no es una opción, más allá de ser defensora de derechos humanos soy indígena y eso es lo que me ha inclinado en poder aportar en estos procesos y en la lucha de reivindicación de los derechos históricos ancestrales como es la propiedad”.
La abogada realizó una maestría en el programa de Derechos y Políticas Indígenas en la Universidad de Arizona en Estados Unidos. También tiene un posgrado en Derechos Humanos, Pueblos Indígenas y Cooperación Internacional en la Universidad Carlos III de Madrid, España, y en el Centro Internacional de Entrenamiento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Turín, Italia.
“Saqué la carrera de derecho en la UCA, de las cuatro que fuimos a hacer el examen de admisión la única que clasifiqué fui yo y eso fue una señal a la que me tenía que dirigir a estudiar derecho. Yo cargaba con la historia de lo que había pasado en los años 80, la Navidad Roja y una serie de violaciones de derechos humanos”, explica Alfred sobre el nacimiento de su vocación.
La Navidad Roja que menciona Alfred fue la operación militar de 1981, donde unos ocho mil indígenas de las comunidades miskitas del Caribe Norte fueron desplazados a la fuerza por el Ejército Popular Sandinista (EPS) y obligados a vivir en campos de concentración. El 23 de diciembre, la comunidad Asang y San Carlos, cercanas al río Coco, fueron bombardeadas por helicópteros y aviones, según recogen testimonios presentados ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
“Yo crecí escuchando a mis abuelos, a mis tíos, a mi madre sobre lo que pasó en la Costa Norte, toda la masacre, y eso me llevaba a preguntar más. Tuve la oportunidad de tener conversaciones con liderazgo de los años 70 y 80, ya cuando estudié Derecho Constitucional observé algunos (por no decir casi ninguno) artículos que hablaban sobre los pueblos indígenas y afrodescendientes y finalmente decidí que mi tesis iba a hacer sobre la demanda histórica de los pueblos que es el derecho a la propiedad, que en ese momento no existía una ley que regulara el régimen de propiedad comunal en Nicaragua”, rememora Alfred.
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Su labor la llevó a ser víctima del régimen
Al ser miembro de un Mecanismo de Expertos sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, Anexa posee inmunidad diplomática ante los Estados, un privilegio que fue ignorado por el régimen de Nicaragua.
Considera que se convirtió en víctima por su incansable labor como defensora de las comunidades indígenas tanto a nivel local como internacional. Se desempeñó como asesora del Gobierno Regional Autónomo del Atlántico Norte y Gobiernos Territoriales y Comunales Indígenas en Nicaragua, en procesos de demarcación y titulación de tierras comunales y resolución de conflictos territoriales intercomunales.
“Aprendí desde adentro cómo funcionaba el Sistema Interamericano, entonces eso y todos mis estudios me daban elementos para ver cómo la situación de los pueblos se abordaba en el ámbito internacional porque en el ámbito local lo tenía desde la experiencia de mi monografía, pero también trabajé en los seis territorios en Bosawás en proceso de institución de grupos de mujeres”, destaca.
Además de lo mencionado opina que su participación en su momento en la extinta Coalición Nacional hizo que su rostro fuera más visible, aunque no fue una figura política como tal.
“Fue un proceso en el que aprendí mucho y enseñé mucho porque la gente del Pacífico no conocía la agenda que tenía la Costa Caribe y los pueblos indígenas y afrodescendientes, no sé si cargamos con un elemento histórico de exclusión, invisibilización. Me toco asumir el rol porque era el momento y lo tuve que hacer a pesar que no vengo de una trayectoria política, he trabajado más en temas legales, en hacer informes, en derechos colectivos”, explica Alfred.
Como representante de Yatama en la Coalición, Anexa fue víctima de persecución, asedio e incluso amenazas de cárcel y lo de lo que tal vez nunca se esperó que le sucediera lo vivió.
“Cuando me dicen que no puedo volver a Nicaragua yo sentí que el cielo se me venía encima me quedé totalmente en el aire, yo estaba en una noche hablando con mis hijos que llegaba pronto y me encontré al día siguiente con que no tenía dónde ir ni dónde estar y todo se me vino abajo”, sostiene.