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Duelo en el exilio: “El drama de no poder despedir a nuestros muertos”

Onda Local | 14 Dic 2025

Duelo en el exilio: “El drama de no poder despedir a nuestros muertos”

Dios te reciba madre mía, lo duro es estar en el exilio y no poder llegar a tu último adiós”. Esta frase cargada de dolor y a la vez resignación, fue escrita por el periodista David Mendoza en sus redes sociales el 3 de agosto de 2023, solo un año después de haberse exiliado y luego de conocer la noticia de la muerte de su madre.

Pero la muerte de su progenitora, si bien constituía la pérdida más dolorosa, Mendoza atravesaba ya por otro duelo, un exilo forzado por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, el que conlleva otra multiplicidad de pérdidas.

El periodista batallaba por adaptarse al nuevo entorno y rehacer su vida, lejos de su tierra, su familia, su cultura y su pasión por su profesión la que ya no podía seguir ejerciendo, a lo que ahora se sumaba el dolor de no poder despedir a su madre hasta su última morada.

Mendoza cruzó el Río Bravo en los primeros días de septiembre de 2022, junto a su esposa e hijo, luego de una travesía desde Nicaragua hasta México, a lo largo de una semana intensa, como él mismo lo dio a conocer el 2 de septiembre a través de un video grabado en la ribera norte del río fronterizo.

David Mendoza, originario de Río Blanco, Matagalpa, era propietario de un canal local de televisión en ese municipio norteño, pero se vio obligado al exilio en agosto de 2022, luego que la dictadura Ortega Murillo, a través de Telcor, ordenara el cierre de su medio de comunicación. Un año después de su exilio, recibió la noticia del fallecimiento de su madre. En la publicación en sus redes sociales en la que lamenta la muerte de su progenitora, el periodista, recordó sus palabras tras el cierre de su canal “te tienes que ir para resguardar tu vida.”

El drama de Mendoza solo es uno de tantos que viven miles de nicaragüenses que se han visto forzados al exilio o han sido desterrados por la dictadura, que en medio de una vorágine de crueldad sin límites contra las personas percibidas como adversarias, no respeta ni el dolor por la muerte de un ser querido.

Ocurrió con personas presas políticas, quienes mientras guardaban prisión recibieron la noticia de la muerte de su madre, hermano u otra ser querido y el régimen les negó el derecho de asistir a su vela y entierro. Ocurrió también con personas que viajaron fuera del país y regresaron para enterrar a algún familiar y se les negó el ingreso.

Periodistas, empresarios, estudiantes, líderes políticos y campesinos, entre otros, han pasado por ese suplicio y batallan por superar sus duelos lejos de su patria.

Los periodistas Roberto Mora y Patricia Orozco vivieron la pérdida de seres queridos desde el exilio. Mora perdió a su hijo de 14 años. Orozco a su madre y padre. La activista Ana Margarita Vigil, perdió a su madre, luego de ser desterrada.

El empresario y político Jóse Adán Aguerri tuvo que soportar el dolor de la muerte de su padre también en el destierro. El sociólogo y analista político Oscar René Vargas vivió la misma tragedia con la muerte de su hermana, como también le ocurrió al líder campesino Medardo Mairena, quien perdió a un hermano en un accidente en Nicaragua. 

Aunque de acuerdo a expertos en salud mental, cada persona vive su proceso de duelo de forma diferente, todas estas personas atravesaron el mismo drama y siguen luchando contra sentimientos encontrados que les ha generado ese duelo.

Los casos anteriores son solo los de algunas de las personas cuyas historias han trascendido dada su proyección pública y sus liderazgos. Pero sin duda, hay muchas más que desde el anonimato están atravesando por el mismo tormento.

El exilio: un duelo que conlleva pérdidas e infringe sufrimiento

Abandonar el país de origen para huir de la persecución política, de las amenazas, el hostigamiento y la represión, constituye un proceso de duelo porque se hace de manera forzada y al hacerlo se experimentan múltiples pérdidas que infringen tristeza, sufrimiento e impotencia, entre otras manifestaciones emocionales.

Los expertos lo denominan “duelo migratorio”, y este suele ser por lo general para las personas exiliadas, el que le precede el duelo por la pérdida de un ser querido.

La psicóloga española Celia Arroyo, quien se ha especializado en el duelo migratorio, parte de la premisa de que popularmente el duelo está asociado a la muerte, pero desde la psicología está relacionado con otras pérdidas que también producen tristeza y dolor en las personas, por ejemplo, la ruptura de una relación de pareja, o la pérdida de un empleo.

El desplazamiento forzado y el exilio son un duelo migratorio. Arroyo indica que cuando una persona se ve obligada a huir de su propio país experimenta varias pérdidas emocionales que producen ansiedad, tristeza e irritabilidad, e incluso somatizaciones manifestadas a través de dolores de estómago, de espalda o de cabeza, o “la sensación de tener algo atascado en la garganta”.

La experta refiere que el duelo migratorio suele ser complejo precisamente por esa multiplicidad de pérdidas, pues no solo se pierde el país, sino la familia, las amistades, el estatus y referentes culturales e identitarios que incluyen sonidos, olores y sabores. También se pierde la tierra, lo que genera nostalgias por cosas como los paisajes, el clima o un atardecer en el lugar de origen.

El periodista nicaragüense José Denis Cruz, exiliado en España, en consonancia con lo que expone Arroyo, describe en un artículo publicado en el medio digital Divergentes, cómo ha vivido el duelo migratorio en carne propia.

Cruz advierte que “los exiliados tenemos que ser resilientes porque de otra forma nos hundimos en un abismo de frustración y depresión”.

El comunicador relata que “el primer año de mi exilio lo viví en dos ciudades de España en las que nunca pude encontrarme ni echar raíces. Mi cuerpo estaba aquí, pero mi mente allá, en Nicaragua. Dormía a las cuatro de la madrugada y me despertaba a las doce del día”.

Asimismo confiesa que durante los primeros meses aguardaba la esperanza de un exilio temporal el que creía podría durar menos de un año y pasado ese tiempo podría regresar a su tierra. “Extrañaba la familia, la comida, el clima, los amigos y la vida profesional que construí. Cargaba con una tristeza que me carcomía todos los días, pero que encontraba la forma de camuflar. También experimenté rabia y odio por Daniel Ortega y Rosario Murillo, los dictadores de Nicaragua”.

De acuerdo a la psicóloga costarricense, Ruth Quirós Hernández, la rabia y el rencor hacia quienes estimulan con sus acciones represivas que los duelos sean más difíciles, son parte de la sintomatología que se manifiesta cuando un duelo se torna traumático.

Aunque la experta lo afirma en alusión al duelo causado por la pérdida de un ser querido, estas emociones sin embargo pueden aflorar tras la frustración e impotencia causadas por cualquier otra pérdida, cuando de por medio existe un factor externo cuyo grado de responsabilidad hace más compleja su aceptación.

Si bien el duelo migratorio antecede al duelo por la pérdida de un ser querido si esta llega a ocurrir mientras se vive el exilio; ambos duelos se juntan porque el primero es recurrente y difícil de superarlo, pues este persistirá mientras no se generen factores que favorezcan su atenuación como un adecuado acompañamiento psicosocial.

El suplicio del exilio arrastra otros infortunios que afecta la salud mental

La psicóloga costarricense Ruth Quirós, tiene varios años de experiencia en la atención de la salud mental de personas exiliadas nicaragüenses. Ha colaborado desde su especialidad con el Colectivo Nicaragua Nunca Más, desde donde ha sido testigo de todas las vicisitudes que sufre una persona que se ve forzada a abandonar su país por persecución política, pues el exilio arrastra consigo una serie de infortunios que afectan a las personas exiliadas y a sus familiares que quedan en su país.

La especialista señala que de acuerdo a testimonios de personas a las que se les ha brindado acompañamiento psicológico, muchas de estas estuvieron encarceladas por motivos políticos y son sobrevivientes de tortura, a lo que se suma que cuando llegan a un país desconocido para ellas, viven otra serie de situaciones adversas, que todas juntas terminan afectando su salud mental. Reitera que la muerte de un ser querido que quedó en su país suele ser una de las más traumáticas.

Explica que la ruta de ese acompañamiento parte de las denuncias que recaba el área de documentación del Colectivo. Dicha área atiende a estas personas y toma las denuncias y cuando se percibe toda esta carga emocional que va más allá de lo que la persona puede manejar, se hace una referencia a psicología, “es ahí donde nos encontramos con todas estas experiencias humanas” acota.

La experta destaca que la mayoría de estas personas tienen ya siete años de vivir en el exilio y que muchas de estas, en ese lapso de tiempo, han atravesado al menos una pérdida, “porque somos seres vivos, nuestro proceso natural es morir también, entonces como seres humanos la muerte está presente para todos; nos ha tocado a todos en algún momento, de alguna forma a algunos más fuerte” argumenta.

Refiere que paralelamente ha conocido casos de personas, hoy en el exilio, que estuvieron encarceladas en Nicaragua, y en ese lapso sufrieron la pérdida de su madre y no se les permitió asistir al funeral, estos casos pueden ser igual o peor de traumáticos que los de quienes luego de unos meses de salir al exilio pierden a un ser querido sin ninguna posibilidad de regresar a Nicaragua a participar del proceso de rituales funerarios.

“Entonces en los procesos de atención psicológica es normal encontrar seres humanos que están experimentando la pérdida, es muy común y pues hay un proceso, un enfoque terapéutico para trabajar también la pérdida a distancia para que estas personas puedan hacer un cierre aún sin la posibilidad de una despedida física, de un ritual funerario” expone Quirós.

La crueldad del régimen y su desprecio por los derechos y la vida

A raíz de las protestas ciudadanas iniciadas en abril de 2018, la dictadura Ortega Murillo desató una escalada represiva la que inició con el asesinato de estudiantes y el encarcelamiento de centenares de nicaragüenses, muchos de los cuales posteriormente fueron desnacionalizados y desterrados; paralelamente la ola represiva y persecutoria obligó a miles de nicaragüenses al desplazamiento forzado y el exilio.

En los más de siete años transcurrido desde abril de 2018 hasta la fecha, muchas familias nicaragüenses víctimas de la dictadura, han vivido experiencias traumáticas relacionadas a la muerte de un ser querido, experiencias que han sido empujadas por la represión Estatal. A muchos exiliados la fatalidad les sorprendió en el país de acogida, sumiendo a sus familiares en Nicaragua en otra situación dramática. Otros experimentaron el duelo desde la cárcel, pues a varios privados de libertad el régimen les negó permiso para asistir a los funerales de un ser querido.

Entre 2018 y 2023 se dio un éxodo sin precedentes. Se estima que en ese periodo más de 600,000 nicaragüenses abandonaron el país huyendo de la represión gubernamental. De acuerdo a datos de ACNUR, el mismo año que iniciaron las protestas, más de 32,000 nicaragüenses solicitaron asilo principalmente en Costa Rica y Estados Unidos. En 2019, la cifra subió a 68,869. Para 2022, el organismo registró un total de 267,663 solicitudes de asilo. Los datos solo incluyen a desplazados que tramitaron formalmente su petición de asilo.

Las primeras muestras de indolencia del régimen en contra de nicaragüenses que perdieron a un ser querido se dieron en 2018 y 2021, cuando la dictadura no permitió que personas que habían sido encarceladas en el marco de las protestas, asistieran al funeral de algún familiar cercano que falleció.

El primer caso reportado por los medios de comunicación fue el del preso político Misael Escorcia, originario de Sébaco, quien fue apresado por las fuerzas represivas del régimen el 30 de junio de 2018.

Su madre, Martha Rocha falleció de un derrame cerebral 5 meses después de su encarcelamiento, según familiares, luego de conocer los delitos que el Ministerio Publico le imputó a su hijo preso por participar en las protestas. Este fue acusado de terrorismo, crimen organizado y portación de armas.

Familiares relataron que semanas antes de su muerte, doña Martha, estuvo más de una semana en las afueras de El Chipote, junto a otras madres de presos políticos, queriendo ver a su hijo.

Tras su fallecimiento la entonces Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), Julio Montenegro, solicito a las autoridades del Sistema Penitenciario Nacional (SPN) se le concediera a Misael permiso para asistir a las honras fúnebres de su madre, pero este le fue denegado. Irónicamente fue excarcelado el propio Día de las Madres del año siguiente, el 30 de mayo de 2019.

Ley de Régimen Penitenciario autoriza permisos a reos

La negación del permiso a Misael Escorcia, para asistir a las exequias de su progenitora, no fue algo aislado, en lo sucesivo otros presos políticos sufrieron la misma angustia, pese a que legalmente este gesto humanitario está permitido.

En efecto, la Ley del Régimen Penitenciario y Ejecución de la Pena (Ley N°. 473), estatuye en el Capítulo VII, articulo 69, referido a los permisos extraordinarios para las personas privadas de libertad, que: “Los directores de los centros penitenciarios, en casos de fallecimiento o enfermedad grave de los padres, hermanos, cónyuge o compañero (a), en unión de hecho estable y de los hijos, previa solicitud del interesado, podrán otorgar al privado de libertad o interno un permiso de salida extraordinario para que temporalmente y no más de 72 horas, con las medidas de seguridad pertinentes, puedan asistir o concurrir ante la familia”.

Otros presos políticos a quienes la dictadura les negó el derecho a asistir al funeral de un ser querido fueron, Wilfredo Brenes, cuya madre, Petrona Domínguez falleció el 2 de junio de 2020 mientras él era prisionero del régimen. Luego, el 17 de septiembre de 2021 se dio el deceso de Heidi Meza Torres, madre del líder estudiantil Max Jerez, quien estaba preso desde el 5 de julio del mismo año.

Doña Heidi falleció luego de un mes de estar hospitalizada, familiares revelaron que su última voluntad era ver a si hijo, sin embargo, la dictadura no se lo permitió, y tras su muerte, el régimen también respondió negativamente a la solicitud que hicieran familiares para que Max pudiera asistir al entierro de su madre. Posteriormente se conoció que Max se enteró de la muerte de su mamá semanas después de su deceso.

El 13 de noviembre de 2019, fue capturado Uriel Pérez por motivaciones políticas, convirtiéndose en un preso político más en las ergástulas de la dictadura. Dos años después, en la víspera de la navidad de 2021, cuando Pérez continuaba en prisión, su madre doña Silvana Pérez se rindió a la muerte. Su deceso ocurrió la mañana del 24 de diciembre. A Pérez tampoco se le permitió despedir a su madre. Pérez fue puesto en libertad el 9 de febrero de 2023.

Se desconoce con exactitud a cuantos presos políticos se les negó el permiso para asistir al funeral de un familiar, sin embargo, a finales de 2021, la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, denunció que al menos a 14 privados de libertad por razones políticas se les había negado dicho permiso.

La negación de permisos para asistir a las honras fúnebres de familiares cercanos, ha sido catalogada por organizaciones de derechos humanos como una forma cruel de tortura psicológica contra las personas privadas de libertad por razones políticas.

A la lista del gráfico se suman otras situaciones desencadenadas en medio del clima de represión: Personas que no vieron la libertad porque murieron en prisión bajo custodia del régimen. Madres y padres que fallecieron sin ver justicia para sus hijos asesinados. Personas excarceladas que vivieron hasta sus últimos días bajo hostigamiento y amenazas. También ha habido personas a las que no se les permitió salir del país para buscar atención medica especializada y fallecieron.

Los dolientes del exilio y el trauma del duelo

A la periodista Patricia Orozco, exdirectora de Onda Local, la dictadura le confiscó su propiedad en agosto de 2021, “bajo presencia policial, obligaron a mi familia a desalojar la casa a altas horas de la noche” denunció la periodista en esa ocasión.

Orozco se vio obligada al exilio, posteriormente el régimen la despojó de su nacionalidad y quedó en condición de apatridia.

La periodista abandonó el país debido a las constantes amenazas y hostigamiento por parte de operadores del régimen dejando a sus padres en condiciones frágiles de salud dadas sus avanzada edades. Su madre de 87 años padecía Alzheimer, su padre Carlos Orozco Gutiérrez de 92, diabetes. Su padre falleció en noviembre de 2023 estando ella en el exilio.

La exdirectora de Onda Local superó su condición de apatridia porque el gobierno español le otorgó la ciudadanía por carta de naturaleza, un procedimiento expedito que España gestiona en circunstancias excepcionales. Pero la muerte de su padre estando ella en el exilio, es algo que al igual que a otras personas exiliadas que perdieron a un ser querido y no pudieron despedirlo, le marcó para siempre.

La línea entre el duelo como proceso natural y el duelo traumático

Quirós refiere que en principio el duelo es un proceso normal, “parte de nuestra realidad de estar vivos, algo que tenemos que atravesar para poder procesar la pérdida de un ser querido”. Sin embargo advierte que cuando están de por medio contextos y circunstancias extremas, el duelo puede tornarse traumático.

En ese sentido explica que una de esas situaciones extremas es precisamente la que viven muchas personas y familias nicaragüense en el exilio, cuando al fallecer un ser querido en Nicaragua se ven imposibilitadas de retornar a su país para participar en las ceremonias fúnebres y despedir a ese pariente en su partida física de este mundo.

De acuerdo a Quirós, el impacto que genera la complicación del duelo por estas circunstancias, puede ser tan traumático que incluso “hay personas que pierden la capacidad de relacionarse, la capacidad de trabajar y de dar afecto”.

También menciona como parte de la sintomatología que se presenta a raíz de la pérdida de un ser querido al que no se va a poder despedir, el llanto desmedido, la incapacidad de conciliar el sueño, el sobre pensar, condiciones que hacen que esa pérdida se convierta en un sufrimiento constante.

La experta asevera que la imposibilidad de participar en un ritual funerario es precisamente lo que complica mucho más ese duelo, porque culturalmente tenemos muy arraigada la costumbre de tener una vela y un entierro como rituales para despedir a un ser querido.

Explica además que el asunto se agudiza cuando el duelo se estanca porque la persona doliente no logra hacer la conexión de que el ser querido se ha ido y se queda en la expectativa de en algún momento, cuando vuelva a Nicaragua, lo va a encontrar ahí y lo va poder ver.

En el mismo sentido afirma que el asunto debe abordarse también desde esa perspectiva para que la persona en proceso de duelo asimile que ese ser querido ya no va a estar más, que no lo va a encontrar y que tendrá que quedarse con la memoria de lo que compartió en vida con esa persona que ya se fue.

Qué hacer y qué no hacer: Algunas recomendaciones

La psicóloga sugiere evitar expresiones como “vas a estar bien”, las que muchas veces expresamos como una forma de apoyo o solidaridad con la persona doliente. Asegura que esta es una frase prohibida en los primeros auxilios psicológicos.

“Creo que todas las personas estamos capacitadas para acompañar, para escuchar activamente a alguien cuando está en crisis, pero el 'vas a estar bien' es una frase que no ayuda mucho, además no tenemos esa certeza de que todo va a estar bien” argumenta a la vez que refiere estar consciente que la expresión se usa con mucha empatía y consideración, pero para la persona que está sufriendo dicha frase no funciona, entonces a veces es mejor simplemente escuchar y dejar que aquella persona se descargue.

La especialista también se refiere a la importancia de saber identificar cuándo el duelo deja de ser un proceso normal y se convierte en algo traumático. Al respecto agrega que las principales señales se dan cuando la persona se ve impedida de continuar con su vida diaria, pierde la capacidad de trabajar, presenta problemas en las relaciones en el hogar, pierde conexión con otros seres queridos, e incluso se culpa por la muerte de la persona que falleció en su país. 

Quirós recuerda el caso particular de una persona cuya madre murió unos meses después de que esta persona migrara hacia Costa Rica en condición de exilio, “ella se culpa por la muerte de su madre” lamenta la psicóloga.

“La dejé sola, si yo hubiese estado ahí, si yo la hubiese podido cuidar, nada de esto habría pasado”, refiere la especialista que eran parte de las expresiones de autoculpa que constantemente repetía la paciente pese a que su madre era una adulta mayor con dolencias crónicas y que iba a morir en algún momento.

La psicóloga relata parte de la sintomatología que afectaba a la paciente: “Esta persona en su sufrimiento, en su dolor, en su culpa, se distancia de su propia familia, pierde relación con sus hijos. Lo primero que pasa es que no quiere que los niños se acerquen, no quiere contacto con ellos, empieza todo este episodio depresivo en el que se encierra, llora el día completo.”

Como consecuencia, continúa la especialista, en medio de esa crisis se van generando otros problemas, los niños dejan de asistir a la escuela y ella se presenta a su trabajo día de por medio, “entonces esto le explota como una bomba, le trae problemas económicos, familiares; les trae problemas sociales y entonces el trauma se vuelve un caos para esta persona”.

Otra recomendación importante que hace la especialista es evitar ser duros con la crítica hacia la persona que vive un proceso de duelo, también se debe evitar minimizar la situación por la que está pasando, porque cada persona vive ese proceso de diferente manera según sus vivencias anteriores.

“A veces nos posicionamos en el lugar del otro y decimos: 'pero si no es para tanto', 'eso no merita que usted esté en esta crisis', ese tipo de comentarios van a perjudicar la salud mental de la persona afectada” advierte.

Además refiere que este tipo de comentarios tiende a minimizar la experiencia de la persona, y hay que tomar en cuenta que cada quien vive su experiencia personal de manera muy íntima. “Las personas enfrentamos los diferentes eventos en la vida con nuestros propios recursos interiores, y estos recursos son algo que se ha ido desarrollando desde que somos niños” argumenta.

También indica que muchas veces esos recursos no son suficientes porque algunas personas no tuvieron la oportunidad de desarrollarlos y fortalecerlos, “tuvimos infancias difíciles, violentas, cargadas de muchas situaciones que un niño no tiene que vivir, y entonces eso va dejándonos una carga de recursos más frágil, más vulnerable” subraya la experta.

En el mismo sentido agrega que con esos recursos frágiles es que nos enfrentamos a diferentes acontecimientos que nos ocurren en la vida adulta y es por ello que cada persona vive su propia experiencia de manera particular, por tanto, “no debemos posicionarnos críticamente a juzgar como otra persona está asumiendo su dolor. Es mejor observar en silencio, si puedo decir algo prudente pues lo puedo decir, pero si no, es mejor observar en silencio” reitera.

El acompañamiento debe ser integral

Quirós señala que el proceso de acompañamiento psicológico debe partir de cero y este debe además ser integral, es decir se debe tomar en cuenta todos los aspectos y afectaciones que esta crisis ha desencadenado.

“Hay que empezar a trabajar de cero, con el duelo propiamente, con la culpa que este le ha generado, con todos los pensamientos irracionales que la persona ha desarrollado a raíz de lo vivido; pero también hay que encontrar una forma de que ella pueda hacer desde acá este ritual para despedirse de su madre simbólicamente, y eso es algo que lo podemos trabajar en terapia” explica la psicóloga.

Al respecto refiere que lo primero es identificar qué tan mal esta la persona, qué tan fuertes son los síntomas, si puede por sus propios medios elaborar esa sintomatología y si considera que es algo que va a pasar. Quirós reconoce que muchas veces es normal que la persona se hunda un poco en el dolor de esa pérdida, pero es importante determinar si la situación ha subido de nivel y está generando otros conflictos. “Si es así, entonces es el momento de buscar acompañamiento profesional” indica.

Finalmente recomienda como algo clave, la escucha activa. En ese sentido dice que hay que saber cuándo estar presente para alguien, “a veces el solo hecho de que estés ahí, de que seas ese hombro en el que se pueda descargar, de que seas ese oído que puede escuchar, ayuda muchísimo a que la persona se estabilice”.

El duelo es necesario y debe ser un proceso natural

Quirós insiste en que el duelo debe ser asumido algo como normal y necesario porque es el proceso mediante el cual una persona se adapta a la pérdida de un ser querido. Explica que este debe ayudar a ir asimilando la idea de que la persona fallecida ya no nos acompañará más físicamente pero sí su memoria, lo que ese ser querido fue y lo que simboliza para nosotros, “esa es la parte que tenemos que abrazar y lograr integrar.”

Advierte que esa asimilación sería más sencilla si como seres humanos no tuviéramos tantas ideas irracionales con respecto a la muerte, “le tememos a la muerte, y en realidad la muerte debería verse como un proceso de transformación; las personas se van físicamente, pero todo lo que fueron se queda con nosotros.”

La psicóloga argumenta que cuando un duelo se maneja apropiadamente la persona doliente termina reconociendo que, pese a la partida física de su ser querido, su amor, sus enseñanzas, sus principios y valores, le van a acompañar siempre, “mientras tanto tenemos que darle su espacio a este proceso de dolor, de llanto, de sufrir; incluso de enojo, porque también el duelo tiene una fase donde nos enojamos, donde nos cuestionamos, donde preguntamos el por qué, pero la idea del duelo es llegar a una fase de aceptación.

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