Acoger y discriminar. La doble cara de la situación laboral de las migrantes nicas en Costa Rica
16% de las mujeres ticas se dedican al trabajo doméstico, mientras que, en el caso de las nicaragüenses en suelo tico, representan más de 34%
María Torrez es una mujer nicaragüense originaria de Niquinohomo Masaya, donde nació el héroe revolucionario Augusto Calderón Sandino, en 1895. Ella parece haber heredado el carácter valiente y combativo de esa figura de la historia nicaragüense. Era reconocida en su comunidad por su sentido de la justicia y la lucha por los derechos de las mujeres durante años.
Estuvo además vinculada a la organización Ética y Transparencia, desde donde participaba como observadora voluntaria y preparaba reportes sobre los diferentes procesos electorales municipales, como parte de su contribución a la democracia que se esperaba en Nicaragua, hace unos diez años.
Como del activismo apenas se puede vivir, María desarrolló una aguda visión de negocios y hasta logró montar su propio restaurante campestre, que gozaba de muy buena aceptación en Niquinohomo, ubicada en uno de los principales corredores turísticos de la región del pacífico nicaragüense, conocido como Los Pueblos Blancos.
En 2017, las cosas parecían fluir para Torrez, a pesar de la violación de algunas leyes y derechos que el gobierno estaba cometiendo. Y de repente, la hecatombe.
Abril de 2018 marcó un antes y un después en Nicaragua y la región, y desde entonces unas 200 000 personas se vieron forzadas a huir de persecuciones, cierre de oportunidades y violaciones a los derechos humanos, según informó, en 2022, la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
La mayor parte de estas personas, unas 150 000, se han dirigido hacia la vecina del sur, Costa Rica. ACNUR ha señalado contundentemente que la cifra de nicaragüenses que han solicitado protección en este país, desde 2018, supera incluso el número de personas que huyeron de las guerras civiles centroamericanas en la década de 1980.
Víctimas del plan limpieza
María llegó a Costa Rica en 2018, luego que grupos de paramilitares irrumpieron en su hogar, abriendo fuego y destrozando puertas. Apenas unos cinco minutos antes, ella pudo abandonar la casa, llevando consigo a su familia. En ese entonces, el régimen de Daniel Ortega ejecutó en todo el país, el llamado “Plan Limpieza”, que persiguió y reprimió a grupos de oposición frente a la dictadura.
“Me moví en 2018 con varios miembros de mi familia y, aunque pensé en regresar, no lo hice porque pude ver el nivel de saña con que entraron a mi casa”, recuerda María desde un lugar al norte de Costa Rica, donde ha residido los últimos cuatro años por miedo a perder la vida en su pueblo natal.
Como la mayoría de personas obligadas a desplazarse, esta mujer tampoco tiene recuerdos gratos en sus primeros meses en el exilio costarricense. Relata que no conocía a nadie y era primordial obtener trabajos que les permitieran a ella y su familia enfrentar su nueva y repentina difícil situación económica.
“Busqué diferentes trabajos, pero seguía sin conseguir algo fijo. Ante la falta de oportunidades decidimos dividir a la familia para la búsqueda de empleos y yo, en particular, logré hacer limpieza de casas en varias oportunidades, lo que me permitió obtener algunos pocos ingresos”.
Recuerda que, en una de esas ocasiones, en 2019, le recomendaron para un trabajo en una casa. La propietaria de la vivienda tenía planes de poner en alquiler el inmueble y requería que María hiciera la limpieza. Pero el trabajo fue todo un reto, había que mover muchos muebles grandes y pesados, limpiar escombros de concreto y madera que habían quedado tirados de la remodelación de la casa, y, por si fuera poco, la cocina era enorme. A juicio de María era un verdadero desastre al que no estaba preparada, pero al que había para decidido ponerle empeño.
“Yo soy rápida trabajar y en esa oportunidad llevé mis cosas, porque uno nunca sabe. La experiencia me enseñó que hay lugares donde a una le dan de comer y en otras donde no, y solo te ofrecen un fresco. Entonces yo había llevado mi almuerzo, ‘por aquello”, como acostumbran a decir en Costa Rica.
Un 16% del total de las mujeres ticas se dedican al trabajo doméstico, mientras que, en el caso de las nicaragüenses en suelo tico, representan más del doble (34%) que sus colegas costarricenses.
En su relato, María cuenta que subió y bajó escaleras durante, al menos unas seis horas seguidas. Barrió y trapeó, movió muebles y levantó escombros y, cuando eran cerca de las dos de la tarde, se sentó en una silla para comer. La dueña de la casa, que vigilaba atentamente su trabajo, alzó la voz y le dijo que sólo tenía derecho a media hora de comida y que volviera a sus deberes. María recuerda que, al escuchar a la dueña de la casa, se quedó pensativa, no sabe si por la fatiga o por aquella voz en tono fuerte.
María emprendió de nuevo la tarea con el afán de acabar pronto para volver a su casa, que quedaba muy lejos. A eso de las tres y media de la tarde, María anunció que ya había terminado con su labor.
– Pero usted no puede salir —le dijo la dueña de la casa, molesta–, todavía no son las cinco de la tarde.
– Pero usted me contrató para limpiar, no por un horario —contestó María
– Todavía hay mucho por hacer en el patio. Los hombres (albañiles) dejaron demasiada basura y escombros, replicó la mujer subiendo el tono de su voz.
María relató que no tuvo la oportunidad de salir de la propiedad, porque la mujer había puesto un candado al portón y resguardaba las llaves. Impresionada y con notable preocupación, regresó al patio y, poco a poco, continuó removiendo y recogiendo los pesados escombros hasta que se llegaron las cinco de la tarde.
Había una sobrina que acompañaba a la dueña de la casa. María escuchó una breve conversación entre ambas:
– “Yo creo que esta señora no vuelve”.
– “Ahí va a venir porque además ella sabe que es un buen trabajo”, dijo la mujer.
“Yo solo la quedé viendo, me fui y no regresé”, concluyó María.
En Costa Rica y en otros países de la región, que son países de destino, las migrantes abundan en el sector de los servicios domésticos. En América Latina y el Caribe, una de cada nueve mujeres es trabajadora doméstica. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), oficina de Costa Rica, para las migrantes, esa proporción es mayor en este país centroamericano. Un 16% del total de las mujeres ticas se dedican al trabajo doméstico, mientras que, en el caso de las nicaragüenses en suelo tico, representan más del doble (34%) que sus colegas costarricenses.
Larraitz Lexartza, oficial de género para la oficina de OIT para Centroamérica, Haití y República Dominicana, considera que para las migrantes que se dedican al trabajo doméstico se disminuyen sustancialmente las oportunidades de mejores opciones laborales.
“En Costa Rica, con la normativa que regula el trabajo doméstico se ha mejorado mucho en la equiparación de los derechos de esas trabajadoras con los de personas en otras labores. Persisten muchas brechas, y de momento no se ha conseguido que el trabajo doméstico pueda brindar condiciones de trabajo decentes a todas las trabajadoras”, manifestó la funcionaria de la entidad internacional.
¡Para qué vas a estudiar sino vas a tener futuro en otra cosa!
Junieette Brenes, originaria de Managua, Nicaragua, es consciente de lo expresado por Lexartza, por lo que, desde su llegada a Costa Rica en julio de 2018, puso su mayor esfuerzo en obtener un empleo que le significara un mejor salario y estuviese menos expuesta al riego de violencia. Esto último de suma prioridad para Brenes pues, en 2018, tuvo que abandonar Nicaragua para escapar de la persecución estatal y el estrés que le generaban los riesgos a su integridad.
Aunque recibió diversas propuestas para trabajar como doméstica a su llegada a Costa Rica, recordó todo lo que había escuchado respecto al abuso y vulneración de derechos en ese sector y optó por un puesto en la reconocida empresa de telecomunicaciones Claro, donde ella tendría mayor proyección y un ambiente laboral tranquilo. Al menos eso pensaba, relató.
“Una compañera costarricense diariamente tenía algo que decir: Que los nicas éramos esto, que los nicas éramos aquellos. Refería como que éramos delincuentes (y) hasta lo que te puedas imaginar. Entonces todo eso me lo tenía que estar tragando porque el jefe lo permitía y era como hacer burlas y reírse”.
En Nicaragua, Brenes se desempeñó por algún tiempo como Asistente Ejecutiva del Poder Judicial, por lo que conocía sobre sus derechos y no permitiría que se le siguiera discriminando por su nacionalidad. Se decidió a denunciar lo que estaba sufriendo sin que la empresa tomara cartas en el asunto, por lo que renunció inmediatamente.
Cuanta Brenes que, en los últimos cuatro años, había logrado tomar trabajos en los le deducían un monto de su salario para el pago del seguro social. Pero se llevó la sorpresa, en más de una ocasión, al estar enferma, buscar asistencia médica, y le fuera negada la atención.
Recuerda en particular que, en junio de 2022, llegó con un fuerte dolor de estómago para ser atendida de emergencia en la Clínica Marcial Fallas, en el cantón de Desamparados, de la capital costarricense. Brenes explicó que una muchacha del personal de la clínica le dijo que no podía ser atendida porque no contaba con seguro médico. Y aunque Junieette le recordó sus derechos como solicitante de refugio a la mujer, esta no le dejó siquiera acceder a alguna instancia para explicar su caso.
Esa ocasión Junieette buscó ayuda del reconocido médico nicaragüense Miguel López Baldizón, quien atendió en privado a Brenes y le diagnosticó infección estomacal, lo que ameritó reposo de tres días y consumo de medicina, el cual Brenes costeó por su cuenta.
Brenes ha aprovechado sus tiempos libres para estudiar mientras seguía en la búsqueda de un trabajo en condiciones decentes. Pero afirma que, en diversas oportunidades terminó renunciando porque en los distintos sectores laborales en Costa Rica, las violaciones a los derechos de las personas trabajadoras están a la orden del día: “Nunca me pagaron liquidación, por ejemplo, y hasta hubo quien me dijo que ‘para qué yo seguía estudiando, que me dedicara en lleno a trabajar, porque no iba a tener futuro en otra cosa”.
De un día para otro, en 2021, tras diversas gestiones, por fin parecía que una gran oportunidad había tocado la puerta de Brenes, y sólo requería de la vigencia de su permiso laboral, una gestión que tenía pendiente. Le habían ofrecido ser asistente en una empresa importante, por lo que salió desde muy temprano hacia Migración para solicitar la renovación de su documento. El comentario de una funcionaria de Migración ante la explicación de Brenes fue que, para ese puesto laboral, en Costa Rica, había el suficiente potencial humano como para ser ocupado por una nicaragüense. La funcionaria dijo a Brenes que “si quería trabajar que fuera de empleada doméstica”, relató
La nicaragüense recuerda haberse quedado atónita. “Creo que eso ha sido algo de lo más heavy que he vivido, y fue por parte de una funcionaria del Estado (de Costa Rica). El asunto de verte en la necesidad de trabajar, porque, ¡ajá!, tienes que tener un ingreso porque si no comés, si no pagas renta, y pues aguantarte muchísimas cosas… Creo que eso lo resume absolutamente todo cuando se viene a Costa Rica”. Brenes, de 38 años, salió rápidamente del lugar, indignada y nerviosa por los comentarios de la funcionaria.
“Para bien y para mal no están mis hijos acá, que es la parte buena porque hay muchas cosas difíciles que me han pasado y que no quiero que ellos las pasen ni sufran”, dijo.
"La mayoría de mujeres sufren de este tipo de atropellos a sus derechos por el mero desconocimiento que tienen de todas las garantías que cuentan en el país".
Laura Castellón, trabajadora social y coordinadora del proyecto “Medios de vida e inclusión económica”, impulsado por Fundación Mujer, en Costa Rica, afirma que la mayoría de mujeres en situación de migración, en gran medida, sufren de este tipo de te atropellos a sus derechos por el mero desconocimiento que tienen de todas las garantías que cuentan en el país.
Por ejemplo, menciona Castellón, que muchas mujeres llegan a Costa Rica acompañadas de sus hijos e hijas. “Pero un momento, ¿quién cuida de las niñas y los niños mientras ellas (sus madres) trabajan? Les dejan solos en el cuarto donde habitan o, tal vez, les cuidan familiares y gente conocida, lo que, en ambos casos, también se traduce en afectaciones económicas”.
Castellón mencionó que instancias como el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), podría ser un ejemplo de alternativa al que las mujeres podrían auxiliarse en esos casos. El Instituto hace un estudio socioeconómico y valora, si mientras ellas trabajan, sus hijos e hijas (pueden estar) en un lugar seguro, donde reciban alimentación y educación bajo convenios con el Ministerio de Educación Pública.
Los relatos de María Tórrez y Junieette Brenes forman piezas de un retrato de la historia de muchas nicaragüenses a lo largo y ancho de Costa Rica, mujeres que luchan día a día por ser el sustento de sus familias, aún en condiciones desfavorables, en un país que, por otro lado, les ha dado la oportunidad de escapar a la dureza de la dictadura en su Nicaragua. Para alcanzar el respeto de sus derechos, aún hace falta mucho camino.