Pirotecnia en diciembre: Los efectos oscuros detrás de la algarabía con luces y cuetes
Cada diciembre, las calles de Centroamérica se llenan de luces, música y algarabía. Las festividades de esta época también incluyen prácticas que generan impactos ambientales y a la salud, muchas veces ignorados o minimizados, pero cuyos efectos dejan consecuencias que pueden prolongarse más allá de las celebraciones.
El uso indiscriminado de la pirotecnia, el aumento del ruido urbano, la contaminación lumínica y una disminución significativa en la calidad del aire, constituyen una forma de contaminación estacional que se repite cada año en la región.
Aunque estos fenómenos suelen percibirse como parte natural del ambiente festivo, especialistas advierten que su acumulación representa riesgos reales para la salud humana, la calidad del aire, el bienestar animal y el equilibrio ambiental, especialmente en contextos urbanos densamente poblados.
En la mayoría de los países de Centroamérica, el uso de pólvora en festividades decembrinas, como La Gritería en Nicaragua o la Quema del Diablo en Guatemala, impacta negativamente el medio ambiente. “Recientemente hemos empezado a tomar conciencia de los efectos que causa la forma en que celebramos nuestras tradiciones y a preguntarnos cómo festejar sin contaminar (...) Como ciudadanía, necesitamos desaprender y volver a aprender: resignificar las fiestas y entender que podemos celebrarlas con más sentido y menos daño”, expresa Jeanne Samayoa, presidenta de la Alianza por la Cuenca del Motagua en Guatemala.
A diferencia de otras problemáticas ambientales de carácter estructural, la contaminación decembrina es previsible, localizada y potencialmente evitable. No obstante, la falta de regulación específica, la débil fiscalización y la normalización social por ser prácticas tradicionales, han limitado la respuesta institucional en la mayoría de los países centroamericanos, dejando la protección de la salud y el ambiente en un segundo plano frente a lo tradicional.
Al respecto, una especialista nicaragüense en derecho ambiental, que solicitó anonimato, aseguró que varios países de la región presentan vacíos normativos o enfoques sectoriales con regulaciones dispersas.
La experta refiere que “en pocas ocasiones se combinan límites objetivos de decibeles (dB) para la pirotecnia y dispositivos sonoros o reglas claras sobre horarios y lugares de uso durante festividades”, asimismo agrega que se carece de sanciones diferenciadas por impacto en la salud humana y la fauna, o procedimientos accesibles para denunciar el ruido excesivo.
Calidad del aire comprometida por el uso de pólvora
De acuerdo con el Ranking de Índice de Calidad del Aire (AQI, por sus siglas en inglés) correspondiente a 2024, Guatemala ocupa el puesto número 46 a nivel mundial con aire más contaminado, siendo el país con la situación más preocupante de Centroamérica.
Durante la mayor parte del año, los niveles de AQI se mantienen en rangos moderados en distintas zonas de la Ciudad de Guatemala; no obstante, un monitoreo del Laboratorio Ecológico y Químico (ECOQUIMSA), publicado en enero de 2025, determinó que durante la medianoche entre el 24 y 25 de diciembre de 2024, así como del 31 de diciembre al 1 de enero 2025, la contaminación aumentó considerablemente debido al uso de pólvora, alcanzando niveles muy dañinos para el ambiente y la salud.
Por otro lado, según reportes del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARN) de Guatemala, el pasado 7 de diciembre se registró un incremento significativo de la contaminación del aire en el área metropolitana de la capital guatemalteca, asociado a “la Quema del Diablo”, una tradición popular caracterizada por quemas abiertas de piñatas y monigotes para hacer sátira política, el uso intensivo de pirotecnia y una mayor circulación.
El resto de países de Centroamérica no ha alcanzado escenarios de crisis ambiental vinculados directamente con la calidad del aire durante diciembre y, según el ranking de IQAir, se ubican en posiciones alejadas de los niveles más críticos, como el de la República del Chad, que lidera la lista mundial. En ese país africano, la concentración de partículas PM2.5 (partículas sólidas o líquidas diminutas con un diámetro de 2.5 micrómetros o menos), es 18,4 veces superior al valor de referencia anual establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), una cifra casi 5 veces mayor a la registrada en Guatemala, donde se calcula en 3,8 veces por encima del límite recomendado.
El uso de la pólvora, su impacto en la salud y regulaciones insuficientes
De acuerdo a un médico epidemiólogo de Nicaragua, quien también solicitó anonimato, los efectos de los fuegos artificiales en la salud se explican a partir de que la misma pólvora contiene sustancias tóxicas. “En personas con asma o con enfermedades pulmonares crónicas, estos gases pueden agravar seriamente su condición” explica el médico.
Asimismo refiere que la inhalación puede causar irritación de las vías respiratorias, principalmente en infantes. “Aunque socialmente se perciba como algo normal y festivo, la pólvora no es un juego y representa un peligro real”, advierte.
A nivel regional, solamente Guatemala cuenta con esfuerzos relativamente sistemáticos para realizar estudios académicos o monitoreos que permitan demostrar de forma concluyente la relación directa entre estas sustancias y algunas enfermedades específicas. Sin embargo, en Guatemala y El Salvador no existen sanciones claramente contempladas en la ley para el uso ilegal o excesivo de pirotecnia, explica la especialista en derecho ambiental.
En Honduras, las regulaciones varían según ordenanzas municipales, algunas de las cuales sí contemplan multas por ruido excesivo. En Nicaragua no existe una norma específica sobre pirotecnia, aunque el Código Penal establece sanciones por “contaminación por ruido” cuando se exceden los niveles definidos por las autoridades, lo que es penado con multas, trabajo comunitario y la posible clausura de actividades.
Costa Rica, por su parte, cuenta con propuestas de reforma recientes que incluyen multas diferenciadas según el tipo de pirotecnia detonada (por encima o por debajo de 86 dB) y sanciones económicas destinadas a campañas de concientización, señala la abogada especializada en derecho ambiental.
“Cuando alguien compra un cuete, está comprando un producto tóxico que debe manejarse con responsabilidad. Muchas veces los residuos quedan en la calle y, con la lluvia, los químicos llegan a los ríos y al mar, afectando peces y personas que dependen de esas fuentes de agua”, explica Samayoa.
En tanto el médico epidemiólogo, retomando los efectos sobre la salud, señala que “desde el punto de vista clínico, sabemos que las personas con enfermedades pulmonares de base pueden ver agravada su condición durante la noche y los días posteriores a la exposición”.
En el caso de personas con asma, estas sustancias pueden provocar crisis severas que requieran atención de emergencia y, en situaciones extremas, poner en riesgo la vida. En personas sanas, aunque no se presenten síntomas inmediatos, la inhalación de estos contaminantes no es inofensiva.
Ningún país de Centroamérica contempla de manera explícita el impacto del ruido de la pirotecnia en la salud humana, especialmente en niños, personas adultas mayores y personas con discapacidad. En el mejor de los casos, el tema ha sido objeto de debate y mencionado en discusiones legislativas en Costa Rica, indica la especialista en derecho ambiental.
Los altos niveles de la contaminación sonora en la región
Las festividades de diciembre incrementan significativamente la actividad en las ciudades. El mayor tráfico vehicular no solo aumenta la emisión de dióxido de carbono, sino que también eleva los niveles de ruido. A esto se suma la actividad comercial, con el uso prolongado de altoparlantes para promocionar productos, lo que contribuye a la denominada contaminación acústica.
Entre todos estos factores, los fuegos artificiales, pese a su duración efímera, destacan por su impacto sonoro. La OMS considera que la exposición prolongada a sonidos superiores a 70 dB puede causar daños auditivos y afectar la salud general, generando estrés.
Para dimensionar estos niveles, el tráfico pesado dentro de un automóvil puede alcanzar los 85 dB, la bocina de un vehículo a cinco metros llega a 105 dB, mientras que el estallido de la pólvora puede alcanzar hasta 150 dB, dependiendo del tamaño del artefacto y la distancia, lo que en casos extremos puede provocar daños físicos permanentes.
“El ruido de las detonaciones es extremadamente agresivo. Puede afectar a personas adultas mayores, niños, personas con sensibilidad auditiva y a quienes padecen ansiedad”, señala el médico, subrayando también el impacto en la salud mental debido a la alteración de las horas de descanso, especialmente durante la madrugada.
En Centroamérica no existen estudios regionales sobre contaminación acústica asociados a la pirotecnia, y los marcos legales son, en general, limitados. Guatemala, por ejemplo, no cuenta con una ley nacional específica que regule la pirotecnia con límites de dB o sanciones claras, aunque sí dispone de reglamentos municipales y ordenanzas sobre ruido y orden público que establecen restricciones para equipos de sonido, bocinas y parlantes.
Nicaragua presenta una situación similar, aunque cuenta con normas generales sobre materiales explosivos, como la Ley Especial para el Control y Regulación de Armas de Fuego, Municiones, Explosivos y otros Materiales Relacionados (Ley 510) y su respectivo reglamento.
Esta normativa no regula la pirotecnia desde una perspectiva ambiental o de salud pública, sino que la aborda como un material explosivo, centrando su atención en el control administrativo, la seguridad y el orden público. La ley establece que la importación, fabricación, almacenamiento, transporte, comercialización y uso de explosivos, categoría en la que se incluye la pólvora, requieren autorización expresa de la Policía Nacional, y que estas actividades deben cumplir medidas de seguridad específicas para prevenir accidentes.
El reglamento de la Ley 510 refuerza este enfoque al regular de manera estricta los puestos de venta de pólvora, que suelen autorizarse de forma temporal durante diciembre. Sin embargo, la normativa no establece límites de decibeles, horarios de detonación, ni restricciones claras sobre el uso doméstico o recreativo de la pirotecnia, tampoco contempla sanciones diferenciadas por afectaciones a la salud humana, el ambiente o el bienestar animal. En la práctica, esto genera vacíos importantes: mientras la venta está relativamente controlada, el uso indiscriminado en espacios residenciales queda normalizado y con escasa fiscalización, dejando sin protección efectiva a poblaciones vulnerables y reforzando la idea de que la pólvora es un problema de seguridad y no un asunto de salud pública y ambiental.
Honduras no posee leyes específicas sobre pirotecnia y ruido, a diferencia de Costa Rica, donde existe normativa en evolución, propuestas de reforma y reglamentos municipales, además del marco legal general sobre armas y explosivos (Expediente N.º 23.572). La especialista en derecho ambiental, refiere que “en algunos acuerdos municipales se prohíbe la pólvora sonora que supere los 85 dB”. También aclara que en el resto de países del istmo no se establecen límites claros de dB ni regulaciones sobre horarios o lugares de uso de fuegos artificiales.
El martirio para la fauna silvestre y animales domésticos
El uso desmedido de la pólvora también afecta gravemente a la fauna silvestre. El Instituto Humboldt de Colombia señala que “los estímulos visuales y acústicos de la pirotecnia producen en las aves y otras especies fuertes reacciones, como el aumento del ritmo cardíaco y respiratorio, que pueden derivar en infartos y causar la muerte debido al pánico generado”.
Dicho instituto advierte además que los ruidos intensos aumentan el riesgo de colisiones de aves contra obstáculos durante huidas desesperadas, alteran los periodos de descanso y alimentación y, en algunos casos, provocan el abandono de nidos, dejando a las crías expuestas a condiciones climáticas adversas o depredadores.
El cuidado de los animales durante las festividades decembrinas ha comenzado a ganar mayor visibilidad y consciencia en la región, impulsado principalmente por llamados difundidos desde instituciones públicas y organizaciones de protección animal. En Guatemala, el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA), ha alertado en sus redes sociales oficiales sobre los efectos nocivos que provoca la pirotecnia en las mascotas, subrayando que “durante las celebraciones el ruido de los fuegos artificiales puede generar miedos en sus mascotas”. Entre sus recomendaciones, el MAGA insta a mantener a los animales dentro de casa, cerrar puertas y ventanas para evitar fugas por pánico, habilitar espacios seguros y tranquilos lejos del ruido, y no dejar pirotecnia a su alcance, ya que podrían quemarse o ingerirla accidentalmente.
La institución advierte que el ruido intenso puede provocar estrés y miedo extremo, manifestándose en temblores, jadeos, salivación excesiva, taquicardia e incluso diarrea. Además, la exposición directa a la pirotecnia puede causar quemaduras, lesiones auditivas, problemas respiratorios y afectaciones psicológicas, algunas de las cuales pueden persistir más allá de las festividades. El MAGA también advierte que, ciertos animales desarrollan fobias duraderas tras estas experiencias, lo que refuerza la necesidad de adoptar medidas preventivas y repensar prácticas festivas que, aunque socialmente normalizadas, generan sufrimiento evitable en perros, gatos y otros animales domésticos.
En Centroamérica no existen estudios específicos sobre los efectos de la pólvora en animales; sin embargo, ha crecido la conciencia ciudadana sobre los daños, especialmente en perros, un mensaje difundido principalmente a través de redes sociales.
A nivel legal, tampoco se reconoce el impacto de la pirotecnia en animales domésticos y fauna silvestre, salvo en Costa Rica, donde “se prevé incorporar el tema de la fauna silvestre, aunque aún no se concreta”, explica la especialista en derecho ambiental.
La Ley No. 747, Ley para la Protección y el Bienestar de los Animales Domésticos y Animales Silvestres Domesticados, publicada en La Gaceta, Diario Oficial, el 26 de mayo de 2011, no regula de manera explícita el uso de la pirotecnia en Nicaragua. No obstante, sí establece principios generales de protección animal que resultan relevantes frente a los impactos del ruido extremo. El inciso e del artículo 7 reconoce el derecho de los animales a “estar libres de miedo y sufrimiento”, obligando a proveer condiciones y cuidados que eviten el miedo innecesario, el estrés o el sufrimiento.
Este principio cobra especial relevancia durante las celebraciones decembrinas, cuando el uso intensivo de pólvora genera detonaciones repentinas y niveles de ruido que provocan pánico en perros, gatos y otras especies. Sin embargo, la ley en Nicaragua y otros países de la región no desarrolla cómo garantizar este derecho frente al ruido extremo de la pirotecnia ni establece medidas preventivas o sanciones específicas. En la práctica, el mandato legal de evitar el miedo y el sufrimiento queda en un plano declarativo, mientras miles de animales continúan expuestos cada diciembre a un daño previsible y evitable.
Este reenfoque en las celebraciones navideñas incluye también el bienestar de las mascotas. Al respecto, Samayoa recuerda que “el estrés, la ansiedad y el miedo que les provoca la pólvora no se justifican por unos minutos de entretenimiento. Amar a nuestros animales significa darles prioridad sobre la diversión efímera”. Para lograr este cambio cultural, la organización apuesta por la educación, razón que los motiva a trabajar de la mano con colegios y universidades.
Celebrar con el menor impacto ambiental
La contaminación decembrina en Centroamérica revela una tensión persistente entre tradición, salud pública y protección ambiental. Aunque los impactos del uso de pólvora y el ruido excesivo están documentados en otros contextos y son reconocidos por especialistas de la región, estos riesgos continúan siendo minimizados o tratados de forma fragmentada por los marcos legales e institucionales.
Pese a la limitada regulación en el istmo, existen mecanismos de denuncia. En Guatemala y El Salvador, la ciudadanía puede reportar ruidos excesivos por pirotecnia o actividades comerciales ante autoridades municipales, la Policía o el Cuerpo de Bomberos.
En Honduras y Nicaragua también es posible denunciar ante autoridades la contaminación acústica. En Costa Rica, las denuncias se canalizan a través del Ministerio de Salud.
Para avanzar en la regulación regional, se requieren cambios normativos y políticas públicas orientadas a reducir la contaminación acústica generada en diciembre sin afectar las tradiciones festivas.
Samayoa explica que, aunque el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales de Guatemala ha hecho un llamado a reducir el uso de pólvora y ha incrementado las mediciones de la calidad del aire, el avance es insuficiente. "En la reciente Quema del Diablo se observó una reducción significativa de material quemado; sin embargo, el tema aún no se aborda con la seriedad necesaria. Las municipalidades y el Congreso deben asumir un rol más activo en la regulación de la contaminación, especialmente durante las fiestas", puntualiza.
La especialista en derecho ambiental destaca la necesidad, en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, de una política nacional con un reglamento claro sobre contaminación acústica, que defina límites de dB, incorpore la protección de grupos sensibles, impulse campañas educativas, establezca sistemas digitales de denuncia y seguimiento, y promueva la certificación de espectáculos pirotécnicos.
En Costa Rica, donde ya existen propuestas y normas municipales, el reto es la armonización y el fortalecimiento técnico del marco legal, refiere la abogada.
La ausencia de políticas integrales sobre contaminación acústica y pirotecnia deja a amplios sectores de la población, como niños, personas adultas mayores, personas con enfermedades crónicas y animales, expuestos a daños evitables. Al mismo tiempo, limita la capacidad de los Estados para prevenir, monitorear y sancionar prácticas que deterioran la calidad de vida durante uno de los periodos más significativos del año.
“La pólvora forma parte del contexto de las tradiciones, pero no debería ser un elemento esencial de ellas. Es un peligro real y su uso implica una gran responsabilidad. Educar, orientar y concientizar es un deber de toda la sociedad. Podemos aprender a festejar sin depender de algo tan peligroso”, concluye el médico.
Repensar las celebraciones decembrinas no implica renunciar a la identidad cultural ni a los espacios de convivencia, sino avanzar hacia formas de festejo más responsables y compatibles con el derecho a la salud y a un ambiente sano. La experiencia en otros países demuestra que es posible celebrar sin ruido extremo ni contaminación, siempre que exista voluntad política, regulación clara y un cambio gradual en la conciencia colectiva.
En una región altamente vulnerable a los efectos del cambio climático y a la presión sobre sus ecosistemas, la contaminación acústica estacional no debería seguir siendo un daño colateral aceptado. Diciembre puede seguir siendo un mes de celebración, pero también una oportunidad para replantear prácticas y construir tradiciones que no pongan en riesgo la vida, la salud y el entorno que sostiene a las comunidades centroamericanas.