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Naturaleza inquieta: Comunidades que el mar devora y la falta de acciones para su mitigación

EcoPeriodismo | 27 Dic 2025

Naturaleza inquieta: Comunidades que el mar devora y la falta de acciones para su mitigación

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Rastros de la escuela Michel J. Hasbun, consumida por el avance del mar y posteriormente reubicada en Cedeño. • Foto: Cortesía-Keylin Medrano

Dicen que el aleteo de una mariposa en un extremo del planeta puede desatar un huracán en otro. Esta hipótesis ampliamente utilizada en meteorología, ilustra la interconexión profunda del clima y los océanos. Mientras en la Antártida una masa de hielo se resquebraja y cae al océano, ese hecho remoto empieza a sentirse miles de kilómetros al norte, en las playas centroamericanas donde el mar, producto de ese deshielo, avanza afectando drásticamente la vida de algunas comunidades costeras.

Según la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), una parte importante del agua dulce del planeta permanece congelada en glaciares y en las enormes capas de hielo de Groenlandia y la Antártida. “Cuando este hielo se derrite o se desprende, el agua fluye hacia los océanos y el nivel del mar aumenta. Si todos los glaciares y las capas de hielo se derritieran, el nivel global del mar subiría más de 60 metros.”

Esa transformación ya está en marcha, cada porción de hielo que se desprende termina convertida en corrientes de agua que se desplazan hasta el Pacífico y el Caribe, elevando el nivel del mar, fenómeno que embate con fuerza a las comunidades costeras.

La aceleración del aumento del nivel del mar sumado al calentamiento y acidificación de los océanos pone en peligro principalmente a las islas del Pacífico, que enfrentan amenazas crecientes a su viabilidad socioeconómica y a su propia existencia debido al cambio climático, alertó la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en su informe del Estado del clima en el Pacífico suroccidental de 2023.

A simple vista parece improbable que un fenómeno tan lejano termine alterando de forma tan directa un territorio distante. Pero, basta caminar por Cedeño, un pequeño pueblo costero en el sur de Honduras, a orillas del Golfo de Fonseca, para entenderlo. El mar avanza donde antes había hoteles, restaurantes, escuelas, hogares de pescadores y patios donde jugaban niñas y niños. Cada ola arrastra parte de lo que antes fue una enorme masa de hielo flotante.

Una fractura en un glaciar puede ocasionar en corto tiempo la pérdida de un muelle o un barrio entero en las costas del Golfo de Fonseca. Una variación casi imperceptible en la temperatura del océano puede sumir en la incertidumbre a familias de pescadores, que contemplan impotentes cómo el mar avanza apoderándose de lo que antes fue tierra firme.

Cedeño, la comunidad hondureña que el mar está borrando del mapa

El estudio Dinamismo Costero en Cedeño realizado por El Comité para la Defensa y Desarrollo de la Flora y Fauna del Golfo de Fonseca (CODDEFFAGOLF) y la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), confirma la magnitud del fenómeno. Entre 2016 y 2024, la comunidad perdió 87.17 metros de línea de costa, una cifra que supera ampliamente los promedios regionales y que muestra una tendencia continua de erosión, especialmente durante la estación seca, cuando el litoral queda más expuesto y se viven marejadas constantes. 

La investigación concluye que “la erosión costera en Cedeño, causada por el cambio climático, ha resultado en la pérdida de tierras, desplazamiento de familias, destrucción de viviendas y afectación de la economía local”.

Equipo de investigación de CODDEFFAGOLF y la UNAH realizando mediciones en las costas de Cedeño para evaluar el impacto del aumento del nivel del mar. Fotografía / Cortesía - CODDEFFAGOLF

 

Pero detrás de estos efectos hay vidas. Una de ellas es la de Keylin Rivera Medrano, de 28 años, coordinadora de la Red de Jóvenes en Acción por el Golfo. Su historia ayuda a entender el impacto humano del aumento del nivel del mar en Cedeño.

“Yo nací y crecí en la playa. Mi infancia fue ahí. Teníamos Kinder, escuela, todo en la playa porque mi familia somos de los primeros pescadores que se asentaron en la playa y ahora ya no existe, mi casa se la llevó el mar”, recuerda Keylin sentada en la sala de su casa actual que se ubica en la colonia Familias Unidas, dentro de la comunidad de Cedeño, en el municipio de Marcovia, perteneciente al departamento de Choluteca.

Su niñez estaba marcada por juegos en la arena y el ir y venir de los pescadores. Pero, cuando tenía siete años vio por primera vez algo que cambiaría su vida, el mar entrando a su casa. “Se llevó la casa, arrastró las cosas, se sintió como si temblara. Nadie puede detener al mar cuando viene para adentro”, recordó Keylin. 

La familia de Keylin decidió mantenerse cerca del mar, aferrada a una identidad construida durante generaciones de pesca artesanal. Pero, hace cinco años volvió a perder su vivienda. Primero el mar arrancó una pared; después, con cada marea, fue debilitando la estructura hasta desaparecerla por completo. Los restos de ese segundo hogar, permanecieron frente a la costa como testigos del avance del océano, hasta que finalmente fueron retirados en agosto de 2025.

Restos de la segunda vivienda de Keylin en Cedeño, destruida por el avance del mar. Cortesía-Keylin Medrano 

A partir de ese día, su familia, como muchas otras, comenzaron una vida de desplazamientos internos. “Mis abuelos y mis tíos viven todavía en la playa, pero cada año construyen una casa nueva más atrás. Cada año el mar se lleva una parte.”

Lo que Keylin cuenta coincide con el análisis técnico del estudio de CODDEFFAGOLF y la UNAH, la pérdida territorial en Cedeño ha sido escalonada y devastadora.

Primero cayeron restaurantes y hoteles. Luego la calle. Después las pulperías. Finalmente, una escuela. “La escuela Michel J. Hasbun estaba cerca de la playa, yo estudié ahí. Teníamos una calle y restaurantes que la separaban del mar. Todo eso ya no existe. Hoy la escuela está dentro del mar y tuvo que construirse un anexo y ser reubicada,” relató Keylin.

Lo que queda de las oficinas de la Empresa Hondureña de Telecomunicaciones (Hondutel), arrasadas por el avance del mar en la costa. 

 

El laboratorio de larvas de camarón, un punto clave para la economía local, también fue destruido y tuvo que ser reubicado tierra adentro.

La pérdida no es solo material. También es emocional. “Yo quisiera que mi hijo estudiara en la escuela donde estudiamos todos en mi familia y me da temor que la perdamos. Ese es uno de los tesoros que más nos dolería perder.” 

La erosión no solo está borrando territorio, también está desmantelando las actividades que sostienen la vida en Cedeño. Según explica Dulcibell Flores, oficial técnica de CODDEFFAGOLF, “la situación ha generado impactos severos en la pesca artesanal, el comercio y el turismo local.”

Flores explica que antes las personas pescadoras podían trabajar cerca de la costa y ahora deben alejarse bastante para encontrar productos. Agrega además que los negocios que dependían del turismo prácticamente desaparecieron porque ya no hay espacio para disfrutar la playa. 

“La economía de la zona es muy pobre y la educación también; esto hace que la comunidad tenga menos opciones para recuperarse. Es alarmante porque todo se combina, erosión, pérdida de medios de vida, desplazamientos y abandono del territorio” relata.

Para Cedeño, el retroceso del mar no es una estadística, es la pérdida simultánea de su sustento, sus espacios comunes y su capacidad de permanecer en el lugar donde han vivido por generaciones.

El impacto humano es quizá el rostro más duro de esta transformación. Keylin lo resume con una cifra, “El 60 u 80 % de las personas que vivían en la playa y que sus casas fueron destruidas ya emigraron a Estados Unidos o a colonias más alejadas. El mar los corrió.” La comunidad que alguna vez fue un corredor vibrante de pescadores, comercios y familias cada día transita a un mosaico de viviendas destruidas y terrenos abandonados.

La pobreza condiciona la capacidad de adaptación. Para quienes se quedan, la vida cotidiana se ha vuelto más difícil, los pescadores deben internarse mucho más en el golfo, encareciendo el trabajo y reduciendo la pesca, mientras que la caída del turismo ha desplomado los ingresos de los negocios locales. En palabras de Keylin, la economía de Cedeño se sostiene en una ecuación sencilla, “Si no hay pesca, no hay ventas. Y si no hay ventas, no hay comida.”

Escena de la vida cotidiana de pescadores artesanales en Cedeño, Honduras. Cortesía - Keylin

El estudio Dinamismo Costero en Cedeño revela que la erosión no afecta por igual a toda la comunidad; hay sectores donde el mar avanza con una velocidad y fuerza que supera cualquier registro histórico. Los Delgaditos, uno de los sectores de Cedeño, es una de las zonas más golpeadas, la baja acumulación de arena y la exposición directa al oleaje han provocado un retroceso acelerado de la línea costera. “Los Delgaditos tienen mayor vulnerabilidad porque hay menos acumulación de arena, y el mar entra con más fuerza. Ahí prácticamente ya no quedan casas; la mayoría fueron destruidas o están abandonadas”, explica  Angie Molina, investigadora del estudio.

Otra zona crítica es El Edén, donde el estudio documenta variaciones morfológicas fuertes y pérdida constante de infraestructura. Calles, viviendas y comercios que antes parecían seguros hoy se encuentran al borde del abismo costero, desplazados cada año por un mar que no retrocede.

Finalmente, Cedeño Centro enfrenta un deterioro progresivo que ya es imposible ignorar. La línea de costa ha avanzado sobre terrenos antes ocupados por negocios, hoteles y viviendas. Según el equipo investigador, “ya hay metros de la comunidad de Cedeño Centro que el mar prácticamente ha destruido”, agregó Molina.

Estos tres sectores (Los Delgaditos, El Edén y Cedeño Centro) conforman el mapa de mayor vulnerabilidad dentro de la comunidad. Son puntos donde la erosión avanza más rápido que las capacidades de respuesta locales, y donde la combinación de marejadas, aumento del nivel del mar y falta de protección costera está reconfigurando el territorio y la vida de quienes aún intentan permanecer en él.

Más allá de la erosión y las pérdidas materiales, también pesa la sensación de que las respuestas institucionales no llegan al ritmo de la emergencia. 

Para Keylin, que ha visto cómo su entorno cambia sin que exista un plan claro de apoyo, la ausencia se vuelve evidente: “Aquí la municipalidad no nos ayuda, no nos apoya.” Su percepción refleja la incertidumbre de quienes viven en primera línea del avance del mar y sienten que enfrentan este proceso con recursos limitados y sin acompañamiento constante de las autoridades locales.

Ante la falta de respuestas estructurales frente al avance del mar, organizaciones de la sociedad civil han comenzado a impulsar mecanismos que permitan atender a las zonas más vulnerables del litoral. 

Desde CODDEFFAGOLF, Dulcibell Flores explica que una de las líneas de trabajo apunta precisamente a ordenar el territorio y planificar su futuro: “Dentro del proyecto vamos a tener un pequeño avance en la parte del ordenamiento territorial, para ver de qué forma se puede trabajar esa área.” 

La iniciativa busca generar insumos técnicos que orienten decisiones municipales y permitir que comunidades como Cedeño cuenten con criterios claros para reducir riesgos, reorganizar espacios y prepararse ante un escenario de erosión acelerada.

Corinto el avance del mar y el intento desesperado por contenerlo

Lo que ha ocurrido en Corinto, Nicaragua, ofrece una advertencia clara para otras comunidades costeras de Centroamérica. El estudio “Soluciones basadas en la naturaleza e infraestructura de ingeniería para la reducción de riesgos en zonas costeras: un estudio de caso en Corinto, Nicaragua”, publicado en 2019, documenta que “la erosión costera ya ha provocado la pérdida de zonas residenciales y ha obligado a las personas a abandonar sus viviendas” en esta ciudad portuaria del Pacífico. El avance del mar no fue repentino: se trató de un proceso gradual, acumulativo, que durante años fue restando metros a la playa hasta alcanzar calles y casas.

El equipo de investigación de este estudio señaló que “el aumento del nivel del mar y la intensificación de los eventos de tormenta son factores clave de la erosión costera en Corinto”, una combinación que debilitó las defensas naturales del litoral y expuso a la población a inundaciones recurrentes. En ese contexto, incluso las soluciones de infraestructura pesada mostraron límites: “en Corinto, las medidas de ingeniería dura han demostrado una efectividad limitada para detener la erosión costera”, advierte el estudio.

Durante años, el puerto de Corinto fue uno de los puntos más vulnerables del litoral pacífico nicaragüense. Barrios enteros, como El Chorizo, Barrio Nuevo, Gonzalo Brenes, San Martín y la zona del INVI, este último se refiere a un sector habitacional que surgió a partir de programas de vivienda social impulsados por el Instituto Nacional de la Vivienda (INVI), vieron cómo el mar avanzaba de manera constante, devorando calles, patios y viviendas. 

La erosión costera, acelerada por marejadas recurrentes y el aumento del nivel del mar, empujó a decenas de familias a abandonar sus casas o a levantar muros improvisados con llantas, piedras y sacos de arena, en un intento desesperado por frenar al océano.

Una de las casas que estaba a punto de desaparecer por el mar en el barrio costero Gonzalo Brenes en Corinto-junio 2022. • Fotografía- Archivo Onda Local 

 

Nada de eso funcionó. Los diques artesanales colapsaron una y otra vez, y el antiguo dique de piedra, construido años atrás como medida de protección, quedó prácticamente enterrado bajo la arena, incapaz de resistir la fuerza de las olas. El mar de fondo, un fenómeno frecuente en el Pacífico, agravó la situación, oleajes generados por tormentas lejanas, que viajan miles de kilómetros y llegan a la costa con gran energía, provocando inundaciones y una erosión persistente incluso en días de aparente calma.

Al fondo, el antiguo dique de piedras que no logró proteger las viviendas de las fuertes olas y que hoy está casi cubierto por la arena. Fotografía / EcoPeriodismo

 

Según el Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (INETER) y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), el mar de fondo no depende de tormentas locales, sino de sistemas meteorológicos distantes. Sus olas largas y poderosas golpean la costa de forma sostenida, removiendo arena y debilitando las playas, especialmente en zonas donde ya existe un aumento progresivo del nivel del mar.

La carretera costanera de Corinto un nuevo escenario

Ese paisaje cambió con la construcción de la carretera de circunvalación de Corinto, una obra que hoy funciona también como una barrera física entre el océano y los barrios costeros. Frente al litoral se levantó una muralla de piedras de aproximadamente tres metros de altura, y, según constató Onda Local, hasta ahora el mar no ha logrado sobrepasar esta nueva estructura.

Una nueva muralla de piedras, esta vez de aproximadamente tres metros de altura, se levanta frente a la costa como medida de contención. Fotografía / EcoPeriodismo

Onda Local pudo constatar que con la construcción de la carretera de circunvalación en Corinto, los barrios que eran afectados por la erosión costera por ahora no tienen este problema, lo que ha dado pie a que algunas familias decidieron reconstruir sus casas.

Después de la construcción de la carretera de circunvalación en Corinto, algunas familias de barrios golpeados por la erosión costera han comenzado a reconstruir sus viviendas. Fotografía / EcoPeriodismo

Sin embargo, las huellas del avance del mar siguen ahí. A lo largo de la costa se observan viviendas severamente dañadas, muchas aún en ruinas, recordatorios visibles de años de embates. En Barrio Nuevo, permanecen restos de los muros de llantas y piedras que la población levantó por su cuenta y que nunca lograron contener las olas. 

El antiguo dique, casi sepultado por la arena, evidencia que las soluciones previas no estaban diseñadas para enfrentar un proceso de erosión sostenido.

Pese a la percepción de alivio temporal, un especialista consultado advierte que aún es temprano para afirmar que la carretera esté conteniendo el avance del mar. Este experto que pidió el anonimato explicó que el efecto de la obra depende de factores técnicos clave.

“Es un poco complejo indicar si la carretera estará conteniendo el avance del nivel del mar. Más allá del tema de la erosión costera, influye el diseño estructural de la carretera, los materiales utilizados y la planificación civil. En teoría, una carretera costanera debería tener un diseño que resista la erosión marino-costera, pero sin conocer los detalles técnicos no se puede dar una opinión concluyente” explica el experto. 

Construcción de la carretera y de la muralla de piedras frente a las viviendas costeras, en un intento por contener el impacto del avance del mar. Fotografía / EcoPeriodismo

Hoy, Corinto vive una especie de tregua. El mar no ha vuelto a entrar en los barrios más afectados. Pero la historia reciente, el papel del mar de fondo y las proyecciones climáticas para el Pacífico nicaragüense obligan a mirar el presente con cautela. La carretera puede haber contenido, por ahora, el avance del océano; si será suficiente frente a un mar que sigue subiendo, es una pregunta que solo el tiempo y el rigor técnico podrán responder.

En Corn Island el mar avanza y la alerta nace desde la población

En el Caribe nicaragüense, el avance del mar no llega envuelto en cifras ni en comunicados oficiales. Llega primero en forma de videos grabados con celulares, transmisiones en vivo desde la orilla y mensajes urgentes publicados en redes sociales desde el 2020. En Corn Island, la denuncia ciudadana se ha convertido en el principal registro de un fenómeno que, según habitantes de la isla, se intensifica sin recibir respuestas claras de las autoridades.

Las imágenes compartidas en plataformas digitales como en Noticias de Bluefields, muestran cómo el agua salada se abre paso más allá de la línea de playa, penetrando zonas que antes permanecían secas. 

Publicaciones realizadas por el medio digital Noticias de Bluefields 

En algunos puntos, el mar invade áreas pantanosas y humedales costeros, alterando ecosistemas y afectando medios de vida ligados a la pesca artesanal, el turismo comunitario y el uso tradicional del territorio. La preocupación no se limita a una marejada aislada, quienes viven en la isla describen un proceso sostenido, donde el agua entra con mayor frecuencia y permanece por más tiempo.

Una de esas voces es la de Gisselle Plommer, quien resume el sentimiento de abandono que circula entre parte de la población de Little Corn Island, a través de comentario en redes sociales, “Eso no es nada, acá en la pequeña Isla de Maíz estamos peor, ahora el mar está entrando en los suampos y todos los superiores se hacen el de la vista gorda, nuestra vitalidad se está salando y nadie hace nada.” Su testimonio no aparece en un informe técnico, pero refleja una percepción común, la de un territorio que cambia aceleradamente mientras las respuestas institucionales no llegan al mismo ritmo.

Denuncia ciudadana sobre el avance del mar en Corn Island y Little Corn Island

Corn Island no es un punto cualquiera del Caribe. Documentos oficiales y estudios académicos reconocen que se trata de un territorio ambientalmente frágil, con elevaciones bajas y una alta exposición a inundaciones costeras. El propio Estado nicaragüense declaró a través de la  Ley Nº.1085, que declara y define Corn Island, Little Corn Island y Blowing Rock, como área protegida de paisaje terrestre y marino protegido, Publicada en La Gaceta, Diario Oficial el 18 de octubre de 2021, reconociendo su valor ecológico y su vulnerabilidad. 

Sin embargo, la protección legal no ha evitado que el mar siga avanzando ni que la población exprese su preocupación por la falta de acciones concretas frente a la erosión y las mareas cada vez más agresivas.

Lo que ocurre en Corn Island se inscribe en un patrón más amplio que atraviesa las costas de Centroamérica. Al igual que en Cedeño, Honduras, o en Corinto, Nicaragua, el aumento del nivel del mar y la intensificación del oleaje no se manifiestan solo como fenómenos climáticos, sino como crisis sociales que ponen en juego el derecho a permanecer en el territorio. 

En Corn Island, ese proceso se documenta, por ahora, desde abajo, desde la mirada de quienes graban, denuncian y advierten que el mar ya no se queda en la orilla.

Lo que ocurre en Cedeño, Corinto y Corn Island no son historias aisladas ni excepciones locales, son señales tempranas de una crisis que avanza costa por costa. El aumento del nivel del mar, alimentado por el calentamiento global y el deshielo polar, ya está reconfigurando territorios, economías y vidas en Centroamérica. 

El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, lo ha advertido con claridad al señalar que “el aumento del nivel del mar es una sentencia de muerte para muchas comunidades costeras y naciones insulares”. En esta región, esa advertencia deja de ser un pronóstico y se convierte en presente: playas que desaparecen, familias que migran y comunidades que resisten mientras el mar reclama terreno. La pregunta que queda abierta no es si el océano seguirá avanzando, sino si las respuestas llegarán a tiempo para quienes aún intentan quedarse.

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