Los costos de vivir entre caña de azúcar y palma africana
Plantaciones de caña en el municipio de Chinandega. El cultivo de caña requiere grandes cantidades de agua, sobre todo en épocas secas. • Foto: Duyerling Ríos / Onda Local
Más de cuatrocientos kilómetros separan a Chinandega del municipio de Kukra Hill en el Caribe Sur de Nicaragua, pero esta distancia no existe cuando se trata de analizar los efectos socioambientales que han generado los monocultivos en la vida de estas comunidades. En Chinandega mujeres productoras enfrentan las consecuencias del acaparamiento de tierras, el desplazamiento y escasez de agua producto de la expansión de la caña de azúcar. En Kukra Hill el cultivo de palma africana ha transformado la vida local; contaminación de las fuentes de agua, degradación de los suelos y deforestación son algunos de los efectos que vive este territorio.
***
El camino para llegar a la comunidad San Juan de las Pencas en Chinandega está rodeado de Caña de azúcar, se ubica a cuatro kilómetros de la rotonda Las Marías carretera al Guasaule. Aquí las mujeres productoras asumen los costos que significa vivir entre cañaverales, en algunos casos los plantíos de caña colindan con la siembra de pipianes, plátanos, maíz y pequeños huertos familiares.
Liseth Escalante vive en esta comunidad, es vicepresidenta de la Cooperativa Multisectorial Mujeres en Acción y da asistencia técnica agroecológica a otras mujeres de la zona. Para Liseth una de las afectaciones más fuertes del cultivo de caña es el acaparamiento de tierra. Asegura que no pueden competir con el precio de alquiler o compra de una manzana de tierra. “Es alto el precio y nosotras no tenemos esa cantidad de dinero. Entonces las mujeres hemos quedado sembrando en pequeños espacios y eso también dificulta la soberanía alimentaria”, cuenta Liseth.
El alquiler de una manzana de tierra en este lugar anda por unos 230 dólares, comprarla, si es que se encuentra disponible, cuesta entre 6500 y 7000 dólares. A ese precio solo los que siembran caña, maní, banano y personas con alto poder adquisitivo pueden comprar o alquilar tierras, por eso acaparan grandes cantidades y las tierras quedan en manos de pocos.
Según Liseth otro elemento que contribuye a esta situación es que se le da más importancia a la producción de caña por el azúcar y a la producción de maní por el aceite, mientras otros tipos de cultivos son mal pagadas o pagadas a un precio menor como ocurre con la producción de maíz.
Liseth hace cuentas y pone un ejemplo. Este año el maíz no subió de precio, se lo pagaron a las productoras en 500 córdobas el quintal, sacaron entre 30 a 40 quintales, eso sumado a la inversión en el alquiler de la tierra, produce ganancias mínimas en comparación con los gastos realizados en todo el proceso de producción. “Al final solo me queda el pago por mi trabajo, entonces competir con estas grandes monocultivistas es un problema serio, pero también es porque no tenemos realmente políticas que restrinjan estos tipos de abusos”.
En Chinandega se ubican dos de los cuatro ingenios azucareros más grandes del país, el ingenio SER San Antonio y el ingenio Monte Rosa. Según el sitio web de SER San Antonio poseen un área de siembra de 30 mil 669 hectáreas de las cuales 14,605 son propiedad del ingenio; 3,160 son tierras alquiladas y 12,904 son producidas por campesinos que venden la producción al ingenio.
El ingenio Monte Rosa tiene un área cosechada de 39,824 manzanas y junto al ingenio San Antonio, Montelimar y Casur, suman unas 109,000 manzanas de tierras cosechadas con caña de azúcar en el país, según datos del Comité Nacional de Productores de Azúcar, CNPA.
El siguiente imagen se muestran las áreas de cosecha por cada ingenio:
En 2019, Selmira Flores y Kevin Jackson, del Instituto de Investigación y Desarrollo Nitlapan, realizaron un estudio donde analizaron las afectaciones del monocultivo de la caña de azúcar en la vida de las mujeres socias de tres cooperativas que forman parte de la Coordinadora de Mujeres Rurales (CMR) en el municipio de Chinandega. En el estudio advierten que a “a medida que las plantaciones de caña de azúcar o el maní invaden la comunidad, independientemente de si alguien de la comunidad renta o vende su tierra, lleva implícito un proceso de desaparición de las comunidades provocando la migración y el desarraigo social de lo local”.
Las casas en la comunidad Ojo de Agua están dispersas y otras se encuentran separadas por distancias de caña, Elizabeth Rodríguez vive aquí con su familia, al frente de su casa cultivan caña. “Están alquilando totalmente al doble o al triple y entonces el dueño del terreno se le hace más fácil y económicamente le sale más rentable que alquilarle a uno de la comunidad”. El resultado de lo que plantea Elizabeth, es que entre más tierras están en alquiler, menos tierra se destina para la producción diversificada, eso genera menos productos en el mercado y más impacto para la economía de las familias y sus cosechas.
Afectaciones a pequeñas parcelas
El incremento de la producción de la caña de azúcar trae consigo afectaciones directas a las personas aledañas a los plantíos e impacta en la vida de las mujeres rurales, que desde sus pequeñas parcelas tratan de producir agroecológicamente.
En el patio de Elizabeth hay una pequeña huerta que destinó para sembrar melones, pero no hubo cosecha, el plantío de melón no pudo desarrollarse, asegura que no sabe lo que le aplican a la caña, porque cuando los aviones pasan fumigando sus siembros son afectados. Lo mismo le sucedió con el cultivo de maíz.
Pero esta situación que describe Elizabeth no siempre fue así. Doris Meléndez tiene 25 años de vivir en la comarca Ojo de Agua, cuando llegó con su familia recuerda que cerca de su casa no cultivaban caña, lo que había eran plantíos de arroz. Desde el huerto que ahora tiene en su patio, Doris cuenta que sus cosechas ya no son las mismas, “un avión pasa fumigando la caña, entonces les llega a mis árboles y se les cae la flor; en septiembre, octubre y noviembre son meses en que los palitos están empezando a florecer y no logran el proceso, la cosecha es bastante mala, me han dicho que es el producto que le echan a la caña”. Doris recuerda que hace cinco años su producción de aguacates llegaba hasta cien docenas, ahora esa cantidad se ha mermado significativamente a diez docenas por árbol de aguacate.
Doris y otras familias de la comunidad viajan con sus cosechas a la ciudad de para venderlas en el mercado El Bisne de Chinandega y con ello generar ingresos para el hogar. La comunidad se dedica a la agricultura, la mayoría de las familias producen según la temporada: aguacates, limones, nancite, jocote, anona, guanábana, plátano, pipián, ayote, tomate, chiltoma, entre otros.
Lizeth Escalante asegura que a las mujeres los cultivos de caña les afectan la producción. “Echan el Roundup que es madurante para la caña y este es un herbicida, pero que además Monsanto ha querido tapar, negando el uso del glifosato, pero Roundup lleva residuos de glifosato. El cual ya es tóxico y se ha decretado tóxico para la humanidad, pero ellos no lo dejan de utilizar”.
Gloria de los Ángeles López, también vive en Ojo de Agua y es vecina del cultivo de caña de azúcar del ingenio Monte Rosa, hace poco se enteró que cerca de donde vive prepararon la tierra para sembrar otro monocultivo, el maní. Los productos químicos utilizados para fumigar la caña, afectan la producción y calidad de vida de Gloria. “Cuando fumigan los insecticidas me friegan las plantas, se me caen las frutas, las hojas y flores de los árboles; incluso cuando queman la caña mis siembros también son quemados. Cuando vienen a cortar la caña todo el polvillo o cogollo se nos viene para donde nosotros, cuando andan los camiones toda la polvareda también la recibimos nosotros y consumimos aguas que están contaminadas”, relata Gloria.
En esta comunidad las familias se abastecen de agua a través del sistema de pozos, no obstante, el cultivo de caña, entre otras prácticas agroindustriales, han provocado que las fuentes hídricas se profundicen, además de su contaminación por los químicos aplicados. “En los lugares donde siembran la caña hacen sus propios pozos para poder regar, lo que afecta la profundidad del agua y el veneno que ellos aplican hace que el agua que consumimos esté contaminada. En esta zona de occidente muchas de las afectaciones de personas con Creatinina se deben al cultivo de caña”, aseguró Elizabeth Rodríguez.
Las luchas por el agua
Elizabeth explica que la comunidad tiene un pequeño río también llamado Ojo de Agua, señala que con el paso del tiempo este río se ha ido secando poco a poco, “en la época de verano el ingenio pone sus motores para regar la caña y esa fuente de agua ha ido disminuyendo constantemente, a medida que el agua ha ido disminuyendo, también la profundidad de los pozos, porque acá los pozos en las épocas de abril se nos secan”, refiere la productora.
El cultivo de la caña demanda gran cantidad de agua y estas comunidades chinandeganas, que están ubicadas en el corredor seco de Nicaragua, además sufren las consecuencias del cambio climático.
En la comunidad de Elizabeth el agua para consumo se trae desde la ciudad o de otras comunidades más cercanas que tiene servicio de agua potable. “El agua de tomar nosotros no la consumimos de los pozos, aquí la ocupamos nada más para hacer los oficios, pero el agua o la traemos del pozo que hizo la cooperativa o se trae de Chinandega agua potable”.
Doris Meléndez consume agua del pozo que tiene en su casa, “es bastante profundo” dice y eso le da confianza para consumirla. Sin embargo, Gloria López tiene que ingeniárselas para tener agua que pueda ser consumible porque no tiene confianza en las aguas de los pozos. “Las aguas aquí de los pozos toditos están contaminados porque echan insecticida, ellos echan aquí Roundup porque a la orilla de los cañales de aquí de las rondas ellos echan Roundup”, señala.
Lizeth Escalante cuenta que una situación similar se vive en su comunidad San Juan de las Pencas, donde los pozos se secan durante el verano. “Llevamos más de 4 o 5 años de que los pozos se no secan de enero hasta mayo que empieza a llover. Si en el verano no tenemos acceso agua no podemos regar nuestros cultivos, entonces es menor la producción de alimentos”.
En el caso de los ingenios que se ubican en Chinandega el sistema de riego se realiza de varias formas: Riego por aspersión con pistolas de presión, eso imita una especie de lluvia a través de un sistema de bombeo. El otro sistema es por goteo donde se instala una manguera sobre el surco y cada cincuenta centímetros lleva un orificio con un broche de donde sale la gota de agua.
En su página web el ingenio Ser San Antonio asegura que tienen un sistema de alta tecnología que implementan para ahorrar agua, pero no explica en qué consiste y cuántos metros cúbicos de agua ahorran al año. Liseth es testigo del alto consumo de agua para el riego de la caña de azúcar. “Pasa todo el día y la noche regando es por eso que nuestros pozos se secan, porque los pozos de ellos son muy profundos entonces tienen más caudales de agua mientras que los de nosotros son artesanales entonces se secan más rápido”.
Según el Estudio Nacional de Riego realizado por el Ministerio Agropecuario en 2017, el cultivo de azúcar registró un área de 41,353 hectáreas bajo riego en cuatro ingenios azucareros con infraestructura de riego agrícola. En estos el volumen de agua extraído fue de 315,833,582 m3.
El mismo estudio señala que se identificaron 455 fuentes de abastecimiento de agua siendo las más utilizadas las fuentes subterráneas con 67% y superficiales con 33%. Los sistemas de riego que están implementado son: 44% sistema de riego por aspersión, 33% riego por gravedad y 23% riego por goteo.
Regulación de las quemas
El primero de julio de 2010 se publicó en la Gaceta, diario oficial de Nicaragua, la Norma Técnica para la Regulación de la Quema como Práctica Agrícola del Cultivo de la Caña de Azúcar. En ella se establecen una serie de procedimientos que se deben seguir para la regulación de la quema y reducir los impactos sociales, económicos y ambientales, pero poco se aplica aseguran las productoras.
Según las productoras para disminuir las quejas de la ciudadanía ahora los ingenios cortan la caña y la compactan en pacas, pero las mujeres aseguran que de igual forma queman los residuos que quedan en el suelo. “Antes la quemaban para cortar ahora no, pero sí que la queman cuando la basura queda, es lo mismo que como que le peguen fuego antes de cortarla”, señala Doris.
Las mujeres aseguran que el ingenio no hace ningún tipo de advertencia previo a las quemas. Según las productoras después de que la caña es quemada queda una ceniza en el ambiente que con el viento es esparcida por las casas. La cocina y los alimentos deben estar tapados y no pueden lavar ropa porque se les llena de polvo y ceniza; tampoco pueden dormir bien cuando las máquinas llegan a cortar la caña.
Estas afectaciones impactan de doble manera a quienes habitan esta zona, con la preparación de la tierra para el cultivo del maní también se levanta grandes polvaredas que afectan la salud de las personas. “Empiezan a granear y preparar la tierra desde todo el verano. En enero pasa toda esa tierra suelta, el polvo es más fino. Entonces cuando vienen los vientos, esas polvaredas se levantan van a dar a nuestras casas, se enferman los niños, nos enfermamos de problemas respiratorios”, explican.
Liseth recuerda que una de las demandas de las productoras a los maniseros es que se instalaran cortinas rompe vientos que ayuden a mitigar los efectos nocivos de la producción de maní. “Al final estuvo a la alcaldía, estuvo el ingeniero, el administrador de la hacienda y no se logró, no se logró nada, no somos escuchadas, no somos vistas”, lamenta.
El Rosario se resiste a desaparecer
A la entrada de la comunidad El Rosario lo primero que van a ver son cañaverales. Son siete kilómetros desde Inatec de Chinandega, en un camino estrecho entre caña. Gloría María Tercero tiene treinta y cinco años de vivir aquí, veinte los ha dedicado a ser productora y actualmente es socia de la cooperativa María Eugenia Chávez.
Cuando llegó a vivir a la comunidad eran pequeñas parcelas de cuatro manzanas por familia, pero con el tiempo la gente empezó a vender sus tierras. “Le vendieron a esos Zavala, después los Zavala como ellos tienen riales, ellos pusieron el siembro de caña, al vender la gente ya le metieron caña”.
Desde el patio de Gloria Tercero, la vista al imponente volcán San Cristóbal es obstaculizada por el cultivo de caña que se encuentra a la orilla de su casa. “Año con año es ese problema, cuando queman la caña se queman todos los palos del frente de mi casa y cuando van a cortarla lo mismo, ahí pasan los camiones molestándome los palos frutales, van cayendo el poco de pelotas en el suelo, porque ellos no respetan, como dicen que es de ellos, pasan como que si tal nada. Cuando pasan fumigando queda esa tufalera, son los ocho o quince días y todavía se siente el producto y se nos mueren las plantas; pero ahí vamos luchando porque ellos son ricos y nosotros somos pobres”.
Gloria y dos familias más de la comunidad son las únicas que se resisten a vender. “Nos ofrecían plata y yo le dije a mi marido, no vendo, no me voy hasta que yo me vaya al cementerio, porque aquí me encanta...los dólares hoy los tenemos, mañana no, mientras que el terreno es toda la vida”. Gloría cuenta que les llamaba la atención un pequeño pozo artesanal que tienen en sus parcelas, porque ellos necesitan agua para regar los cañales.
Gloria es una mujer trabajadora, humilde y con esfuerzo ha sacado a su familia adelante. Nos enseña un pozo del que sacaba agua para regar el maíz que producía con su esposo e hijo. Pero su marido murió, tenía 58 años y durante quince años trabajó para uno de los ingenios, pero le diagnosticaron Insuficiencia Renal Crónica. “Como ya no servía ya no le daban trabajo, porque esas mañas tienen, que cuando ellos ya tienen la enfermedad no le dan trabajo a ninguna persona”. Hace un año Gloria revivió el dolor de la muerte de su esposo, esta vez con su hijo de 34 años. Asegura que las causas fueron las mismas “de trabajar en la caña, dicen que ahí se les pega esa enfermedad”.
Liseth cuenta que mucha gente muere de creatinina en el municipio. “A veces jóvenes hasta de 20 años porque trabajan en la caña, además las aguas contaminadas, entonces los productos contaminados, los alimentos contaminados. Entonces ha sido una situación que realmente no les interesa a ellos solo les interesa generar capital y no le interesa a costa de que”.
Vea también: IRC añejada en Chichigalpa y denunciada ante el mundo
Gloria está rodeada del cultivo de caña que les perjudica en múltiples maneras. “El humo, los químicos que le echan, los aviones cuando pasan fumigando, aquí estamos vivos de milagro” dice.
A pocos metros de la casa de Gloria vive María Cristina Tercero, su hermana. También está organizada en la Coordinadora de Mujeres Rurales a través de la Cooperativa María Eugenia Chávez. Siembra maíz y pipianes.
Cuando estuvimos su casa nos contó que acababa de llegar del mercado, su pequeña parcela pipianes esta lista para el corte. Sin embargo, se muestra preocupada de que su cultivo pueda verse afectado si pasaban fumigando el cultivo de caña que colinda con su parcela. “Si pasan regando 2 4D se me termina la producción, es un producto que es para la hoja ancha. Como lo tiran a la caña y el pipián es hoja ancha se muere con solo el zumo que le echen porque ellos sólo pasan a la orilla”.
Según María Cristina el fuerte olor del herbicida se riega por toda la parcela y llega hasta su casa, asume que la planta se muere por esta causa. “Yo tengo 15 años de ser productora y por lo menos esos problemas siempre lo hemos tenido, cuando pasan los aviones fumigando le caen a las plantas lo que ellos tiran a la caña”.
Le consultamos a María si alguna autoridad estatal ha llegado a la comunidad para valorar la situación que viven, refiere que en escuálidas ocasiones han llegado a dar capacitaciones a la comunidad y ellas han querido aprovechar para exponer su situación, pero les ha sido negado el espacio. “Ellos dicen, no la capacitación que venimos a dar es otro tema, en otra ocasión…la vez pasada vinieron a dar una capacitación a la escuela sobre lo que es la quema, hicieron como un sociograma y en la comunidad levantamos las manos y decían queremos exponer el problema con la caña, lo que tiran los químicos, cuando se quema, cuando vienen las máquinas; entonces nos dijeron no muchachas eso será en otra capacitación”.
En el Rosario también conocida como los Moros de Filadelfia, muchas familias vendieron sus tierras ahora convertidas en cañales. La comunidad quedó reducida a tres familias, entre ellas la familia Tercero quienes se resisten a la venta de sus tierras.
Las hermanas Tercero disfrutan de la vida del campo, el espacio que han cultivado junto a sus familias las hace considerar que el dinero no puede comprar un cielo despejado, el cantar de los pájaros, los amaneceres, el viento que mueve sus árboles y el silencio que sólo han conseguido, aquí en El Rosario. Pero su lucha, es de todos los días. María espera dos o tres días que el pozo acumule agua para usar en su casa o llenar el tanque que han construido con un proyecto gestionado por la cooperativa.
Inseguridad para las mujeres
En comunidades como El Rosario y San Juan de las Pencas el cultivo de caña implica también riesgos para las mujeres, los caminos de acceso se han visto reducidos, estrechos caminos entre muros de caña, sirviendo de escondite para ladrones y abusadores. “Las que vienen a comprar el maíz en elote, el chilote, los pipianes, las asaltan y les quitan los reales, ya hasta las compradoras tienen miedo a veces de entrar”, refiere Liseth.
Las productoras denuncian violadoras sexuales se esconden en los cañales para atacar a las mujeres. “El año pasado violaron aquí en esa caña a una mujer ahí delante de sus hijas, la mujer logró denunciar y agarraron al hombre, pero cuántas se quedan calladas por miedo o porque ellas piensan que también la sociedad a veces juzga. Realmente las instituciones no ven esto ni los maniseros ni cañeros no les interesa”.
Resistencia Local para garantizar la seguridad alimentaria
El Plan Nacional de Producción, Consumo y Comercio de 2021-2022 refleja que la producción de azúcar durante el ciclo 2020 fue de 16.9 millones de quintales de azúcar, se exportaron 10.6 millones de quintales por US $158.4 millones. La producción que se estimada para el ciclo 2021/22 es de 17.1 millones de quintales, con exportaciones de 11.7 millones de quintales por US $185.6 millones.
Mientras el sector azucarero continua en crecimiento, en sus comunidades estas productoras no se quedan de brazos cruzados, en su lucha por mantener la seguridad alimentaria y producir alimentos sanos, han implementado la agroecología, un reto cuando se tiene de vecino a los cañeros. “Nos queman las plantas, volvemos a sembrar, es día a día”, expresa María Cristina.
Elizabeth Rodríguez es de la idea que se debe llegar a un acuerdo entre los dueños de la caña, los colonos y las comunidades para mermar los efectos. A Gloria López le gustaría ver su comunidad sin el cultivo de caña.
En el Rosario Gloria Tercero espera las lluvias para sembrar maíz. “Porque a esa caña no van a dejar ellos de echarle ese producto, eso es mentira. Yo ya he hablado con el mandador, pero él dice, ideay qué quiere que haga, a mí me mandan usted sabe que si yo desobedezco no me van a pagar”. Ante la insistencia de Gloria, con el paso del tiempo ha logrado que los trabajadores reconozcan y respeten el espacio de su casa, actualmente existen unas cuantas varas entre el cultivo de caña y el territorio en el que se encuentran los árboles de Gloria.
Liseth recuerda que hace años en estas tierras se sembraba en verano y no necesitaban de riego, pero la humedad se ha ido profundizando. Le entristece pensar que los monocultivos han vuelto las tierras infértiles y dependiente de agroquímico para poder producir. “Si siembras una mata de maíz de pipián tenés que echarle demasiado agroquímico, abono, fertilizante químico para que pueda producir…por eso es que ellos utilizan demasiado agroquímico, las plagas las han hecho resistentes y a veces qué pasa, que cuando ellos aplican para su cultivo estos productos para contrarrestar alguna plaga, por ejemplo, la mosca blanca se pasa a los pipianes de las mujeres, a las sandías, a los ayotes”.
Las productoras resisten a las consecuencias de no abandonar su hogar, han superado los meses de sequía, las quemas de sus casas, las pérdidas en su producción y las enfermedades que pueden adquirir en este ambiente, se niegan a creer que un monocultivo tan invasivo como la caña de azúcar, puede liderar la tierra que las alimenta. “Si las mujeres no insistimos, no somos persistentes no tuviéramos alimento, pero también no tuviera alimento la sociedad”.
Monocultivo de Palma Africana transformó la vida local en Kukra Hill
Todo era montaña, hasta oscuro de tantos árboles. Después vinieron los cañales y las bananeras, se instalaron por el lado de El Cacao, Salvadorita que ahora es la comunidad Flor de Pino y El Salto. Después desapareció eso y con el tiempo vino la palma. La Palma ha arrasado. Así resume Maclovio Lacayo los cambios que ha sufridos el municipio de Kukra Hill desde la llegada del cultivo de la palma africana a esta zona de Nicaragua.
“Somoza tenía un límite, llegaba hasta cierta parte, pero estos no tienen límites, el límite de ellos que sé yo, las bolsas ya están llenas”, señala Maclovio, en referencia a las empresas productoras de palma africana que se han instalado en el Caribe Nicaragüense.
Kukra Hill es uno de los doce municipios que conforman el Caribe Sur de Nicaragua, tiene una extensión de 1, 262 kilómetros cuadrados y viven unas nueve mil 984 personas, según el Instituto Nacional de Información de Desarrollo, INIDE. Kukra Hill siempre ha sido un territorio que atrajo la mirada de inversionistas desde la época de la dinastía Somocista. En los años 50 Anastasio Somoza y su familia se apoderaron de gran parte de las tierras del municipio e introdujeron el cultivo de la caña de azúcar con la instalación de un ingenio azucarero. Posteriormente, con el proceso de Reforma Agraria las tierras fueron entregadas a familias de la zona.
Barney Enríquez Hooker, en su juventud viajaba a Kukra Hill a pasar tiempo en la finca que tenían sus padres, un terreno donde ahora solo hay sembrado palma africana. “Aquí era de los Kukraleños, todo mundo sembraba todo lo que necesitaba autosostenibles”. Pero en 1983 Hooker se trasladó a vivir a Kukra Hill y se encontró que el principal problema que enfrentaban los productores era que no había organizaciones que compraran los productos que cosechaban entre ellos bananos, plátanos, malangas, arroz, frijoles, maíz, coco y yuca.
En los años ochenta con la llegada de las primeras plantaciones de palma africana Hooker decidió trabajar en la siembra de este monocultivo. Con el paso del tiempo ha sido testigo de los cambios que el territorio ha sufrido con la expansión de la palma africana, incluso gran parte de sus tierras (12 manzanas) las tiene ocupadas con el cultivo de palma, ahora cuida una pequeña parcela en la que construyó su casa y donde no ha querido sembrar palma, aunque asegura que está decisión es difícil, porque es su única fuente de ingresos. “Todos los que tienen tierra invirtieron en la palma, así que la palma desde Kukra Hill hasta La Fonseca usted va a encontrar palma, son miles y miles y miles”.
Para llegar a Kukra Hill es un trayecto de al menos ocho horas en autobús, se recorren aproximadamente 348 kilómetros viajando desde la capital Managua. La distancia entre El Rama y Kukra es de una hora, hace algunos años el acceso a esta zona era complicado, pero ahora el tránsito es más ligero porque hay una carretera pavimentada. Sin embargo, los kilómetros de palma africana hacen que el tiempo se sienta más lento durante la travesía.
El acelerado proceso de expansión de la palma africana
Es lunes en Kukra Hill, en esta zona de trópico húmedo llueve casi todo el año. Entre el calor y la lluvia intermitente, Barney Hooker nos explica desde la ventana de su casa cómo la palma africana ha acaparado largas extensiones de tierra. “La empresa nos decía, si usted quiere sembrar palma nosotros les vamos a apoyar, les vamos a dar un crédito. Usted prepara el terreno y nosotros le damos el crédito y la palma. Con la primera producción usted comienza a pagar”.
Barney, explica que de esa forma comenzaron a expandirse las plantaciones, porque los colonos recibieron de la empresa todo lo necesario para iniciar el proceso de cultivo, entre esto los plantíos y el abono. “Después de tres años que comenzamos a producir comenzamos a pagar, por esa razón, la mayoría de la gente comenzó a sembrar palma”, Barney señala que actualmente sigue funcionando de la misma manera.
En Kukra Hill se encuentra instalada la empresa Cukra Development Corporation S.A, que según su sitio web en este municipio posee 7,082.50 hectáreas de tierra en plantaciones de palma y compran la cosecha de unas 1,870.38 hectáreas de productores independientes, aunque no se específica a qué año corresponden esos datos.
En la zona también opera la empresa Industrial Aceitera de la RAAS S.A. antes conocida como Río Escondido Industrial S. A, que extrae aceite de palma africana para su comercialización a nivel nacional e internacional.
En su sitio web la empresa Cukra Development Corporation informa que desde el 2010 vienen realizando esfuerzos para implementar los Principios y Criterios que establece la Roundtable Sustainable Palm Oil (RSPO). Esta es una organización sin fines de lucro que tiene establecido un “un conjunto de criterios ambientales y sociales que las empresas deben cumplir para producir Aceite de Palma Sostenible Certificado.
En el año 2015 la empresa Industrial Aceitera de la RAAS S.A. reportó en el RSPO anual un total de banco de tierra-propiedad de 11,500.00 hectáreas, de ello ocupan 10,062 hectáreas para el cultivo de palma africana.
El interés por el cultivo de palma en Nicaragua no es nuevo. En 2006, a través del Decreto Ejecutivo No.42-2006 referido al interés de producción de Biocombustible y Bioenergía el gobierno de entonces estimó que más de 2 millones de hectáreas de tierra eran aptas para la siembra de palma africana en el Caribe de Nicaragua por poseer, “topografía plana, clima y suelo apropiados”, alegando además que la mayoría de estas tierras se encontraban deforestadas. En el mismo decreto se específica que el programa Nacional de Biocombustible y Bioenergía propiciaría las condiciones para el establecimiento inicial de doscientas mil hectáreas de palma africana en las regiones autónomas, mediante acuerdo entre el gobierno central y los gobiernos regionales.
Vea también: Expansión de Monocultivos en Nicaragua
En esos años Kenneth Fox, era una autoridad comunal. Es oriundo de Pearl Lagoon o Laguna de Perlas, tiene once años de vivir en la comunidad Rocky Point que traducido al español significa Punta Rocosa, también ubicada en la Región Autónoma de la Costa Caribe Sur. Esta comunidad es el área agrícola de Pearl Lagoon. Aquí los ancestros de Kenneth trabajaron la tierra y le heredaron una finca que ahora cuida con mucha dedicación.
Kenneth fue el primer presidente electo de la comunidad Pearl Lagoon, después de la entrada en vigor de la Ley No.445. Ley del Régimen de la Propiedad Comunal de los Pueblos Indígenas y Comunidades Étnicas de las Regiones Autónomas de la Costa Atlántica de Nicaragua y de los Ríos Bocay, Coco, Indio y Maíz. También fue el primer presidente electo del gobierno territorial y concejal regional en el periodo de 2006-2010 por el partido indígena Yatama.
Kenneth cuenta que a partir de los años 2005 al 2006 empieza un acelerado proceso de expansión de la palma en estos territorios. “Tristemente estas plantaciones tenían aproximadamente cuatro años de establecida, cuando la gente de la palma se acerca al Concejo Regional para presentar el estudio de impacto ambiental, dieron toda la parte logística para esa sesión del Concejo para que les aprobarán el estudio de impacto ambiental”, señala Kenneth.
El líder comunal agrega que las comunidades indígenas y afrodescendientes estaban preocupadas por el establecimiento de la palma en el territorio. Sabían que un estudio de impacto ambiental no se hace después que las actividades hayan iniciado en la zona, sino antes del proceso para minimizar los posibles impactos ambientales y sociales que se derivan de la actividad, pero en el territorio ocurrió lo contrario. “Cuando conformamos el territorio (de las 12 comunidades indígenas y afrodescendientes de la cuenca de Laguna de Perlas) nos dimos cuenta de que habían más de 150 hectáreas de palma ya establecidas adentro de este territorio, lógicamente tuvimos que enfrentar muchas situaciones con ellos para ver qué se hacía al respecto. Tuvimos muchas presiones políticas, de la gente de la palma para el establecimiento del monocultivo dentro del territorio, pero nosotros hemos estado diciendo claramente que no, que no estamos interesados”.
Para lograr la certificación de la RSPO las empresas deben someterse a un sistema de monitoreo y evaluación. Pero en el caso de Nicaragua, Kenneth asegura que no se han cumplido todavía con varios de los criterios. “Uno de los criterios es que ellos tenían que establecer mojones visibles donde colindan con los territorios indígenas…hasta el momento no se ha hecho nada”.
Fox relata que, en una ocasión, hace unos seis años, salió un grupo de trabajo del territorio y de la empresa, pero identificaron contradicciones en el terreno. “Llegamos a uno de nuestros mojones y para empalmar de este mojón al otro, ellos nos decían que estaban apuntando más al norte y el norte implica entrando más a nuestro territorio, nunca decían al sur, saliendo del territorio…tampoco así porque no vamos a permitir esa cosa”.
En 2017 se dio a conocer el informe del estudio “Impacto social y ambiental ocasionado por el cultivo de la palma africana e industrialización de aceite vegetal del municipio de Kukra Hill”, elaborado por el Centro Humboldt junto a otras organizaciones aliadas que desde el 2010 habían iniciado un proceso de monitoreo de caso de contaminación por el desarrollo de dicho cultivo y la extracción de aceite.
Este estudio señala que cuando las autoridades otorgaron el área para la producción de palma africana a Cukra Development Corporation, más del 85% de los suelos estaban destinados a desarrollar actividades agropecuarias, “con la cual se garantizaba la seguridad alimentaria de las poblaciones, mientras solamente en el 2.1% de la superficie existían plantaciones de palma”. Sin embargo, después que el Consejo Regional les otorgara la autorización todo cambió. “El paisaje de la zona sufrió modificaciones drásticas, pasando las plantaciones de palma africana a ocupar aproximadamente el 60% de la superficie total de este territorio, convirtiéndose en la principal actividad agrícola, desplazando los cultivos diversificados que desarrollaban los pequeños y medianos productores”.
El agua un bien común en amenaza
La necesidad de agua en la cadena de producción (riego de viveros, preparación de agroquímicos, esterilización de la fruta, generación de energía, etc.) de palma africana pone en riesgo la disponibilidad del recurso para las comunidades de Kukra Hill, refiere Kenneth.
El líder comunal explica que los cultivos de palma se han establecido en la parte más alta de la cuenca hidrográfica y eso ha impactado también la calidad del agua, porque la fuente de agua que abastece las comunidades de Haulover y Laguna de Perlas, es un caño que está ubicado en el municipio de Kukra Hill y la mayoría de las tierras ya están ocupadas con cultivos de palma africana.
“Según los estudios que hicieron la gente de Humboldt decían que donde hicieron las plantas de tratamientos en un radio de 10 kilómetros, no se debería de consumir agua de esos pozos. Nosotros estamos en ese radio, el humedal que es un sitio Ramsal de Bluefields están en ese radio. Los manglares de la comunidad de Pearl Lagoon se han deteriorado con el paso de los años, pero sufren en igual medida las fuentes de agua”, cuenta Fox.
El estudio de Centro Humboldt evidenció que existía un incremento en las colonias de bacterias en las fuentes de agua subterráneas, pese a que el Programa de Gestión Ambiental de la empresa señalaba que no ocasiona daños porque “no existen pozos de extracción de agua a unos 10 km de radio con respecto al Sistema de tratamiento de aguas residuales”. Para confirmar esa aseveración, Centro Humboldt elaboró un mapeo del entorno de esos 10 Km y comprobó que “dentro de esta área se localizan las comunidades: Big Lagoon, Casa Blanca, El Almendro, El Borbollón, El Cacao, El Escobal, El Panchón, El Salto, El Zapote, Flor de Pino, La Ceiba, Las Delicias, Las Limas, Loma de Mico, Los Ángeles, Samuel Lau, San Antonio, San José, San Lorenzo, Santa Fe, Santa Rita, Tierra Dorada y el Sector urbano de Kukra Hill”.
También demostraron que si existen pozos para consumo y que son las principales fuentes de abastecimiento de agua para consumo humano de las comunidades asentadas en el municipio.
La cuenca hidrográfica 61 está conformada por los ríos Rama, Mico, Siquia y Escondido; tiene una extensión de 11, 650 Km2 y atraviesa los municipios de Bluefields, El Rama y Kukra Hill. Uno de los problemas que plantea el estudio antes mencionado, es que la Cukra Development Corporation está ubicada dentro de la subcuenca Big Lagoon de Río Escondido, zona de características pluviométricas y edáficas, es decir que poseen factores ambientales determinados por las características del suelo, además de tener gran valor hídrico, “los manantiales son visiblemente observados a riveras de canales artificiales de la empresa”, destacan.
Kenneth narra que históricamente las comunidades se han asentado a la orilla de los ríos, lagunas o en la parte baja de la cuenca y la contaminación que se practica en la parte alta de la cuenca le llega a caer directamente a las diferentes vertientes a las comunidades, “tristemente nuestras autoridades hacen caso omiso, más bien si uno quisiera a veces hablar de estas situaciones ellos se cierran”.
En 2018 Pedro José Lacayo Reyes en calidad de apoderado de la administración de la empresa Cukra Development Corporation solicitó a la entonces Autoridad General de Agua, el aprovechamiento de agua subterránea de 23 pozos ubicados en el municipio de Kukra Hill, con un volumen máximo de aprovechamiento anual de 106, 64 m3. El permiso les fue otorgado para un periodo de siete años.
Onda Local hizo un recorrido por el municipio de Kukra Hill para conocer la situación que se vive. Esta es una de las pilas de oxigenación que tiene la empresa. Algunas personas de la localidad nos explicaron que cuando llueve estas aguas se rebalsan, caen por una zanja y drenan al río Escondido.
Continuamos el recorrido y a unos cuantos metros nos encontramos estos tubos de desagüe de los que emanaba un olor fuerte. Aunque nos explicaron que el agua que salía de estos tubos era limpia y ya filtrada, el color rojizo pareciera que no. “Supuestamente ya va limpia esa agua para el río, porque aquí es donde la filtran, pero imagínese no hay ninguna maquinaria filtrándolo”, nos compartió un extrabajador.
De la producción de palma africana se obtiene aceite para el consumo humano, también se adquiere aceite nuez de palma que se utiliza para la elaboración de productos como jabón, cremas, velas, etc.
“Del total de producto procesado por la agroindustria Industrial Aceitera de la RAAS S.A. el 70% proviene de lo producido por la Cukra Development Corporation S.A, mientras el 30% es procedente de 46 productores independientes artesanales, quienes han modificado el uso de los suelos en los últimos años, cambiando sus cultivos diversificados por palma africana”, señala el estudio del Centro Humboldt.
En su experiencia Barney explica que el precio de la producción depende del precio del aceite en el mercado internacional. “Bien cuidadito, con abono y todo, usted puede sacar, digamos de diez manzanas al mes, usted puede sacar ocho toneladas más o menos. El año pasado estaban pagando a ochenta dólares, después subió a 90, ahora dicen que esta un poquito más de cien, dependiendo”.
A juicio de Barney no existen aspectos negativos en el cultivo de palma. “fácilmente usted puede botar un árbol de la palma, abonarlo, componerlo y sirve” expresa. Sin embargo, reconoce que las denuncias por la contaminación de los terrenos por el uso de herbicidas han estado presentes. “Decían antes que ciertos químicos eran muy muy malos, pero después la empresa comenzó a conseguir otro tipo de medicamento para fumigar, que no es tóxico, por lo menos así decía en los vasos, no tóxico y cosas así, no sabemos si es cierto, pero eso es lo que dan ahora. Uno se llamaba, todavía hay, Gramoxone, pero casi no usan eso ahora en la palma, el otro es glifosato, supuestamente todo lo que está saliendo no contamina el terreno, porque dicen los que estaban cerca de los ríos encontraban peces muertos y eso era cierto, encontraron peces muertos. Eso cambió el sistema. Ya tenemos años de no oír que los peces se están muriendo quiere decir que algo bueno está sucediendo”.
Según Kenneth en la comunidad se hablaba del uso del pesticida Paraquat conocido también como Gramoxone. “Es un producto que dilata mucho en el ambiente, cuesta mucho que se desintegre, entrado a las fuentes de agua y es un gran peligro. Me acuerdo muy bien de ese, pero yo creo que hablaban de los 12 Malditos, había varios de eso que estaban en uso y se hallaban en bodegas de la empresa”.
Los pesticidas utilizados para el control de malezas y plagas resultan perjudiciales para la salud y las fuentes de agua. Centro Humboldt encontró que en el cultivo de la palma africana se utilizaba el glifosato y Galán, pesticidas que se encuentran en la lista de la Convención de Rotterdam, un tratado internacional que ayuda a los países a protegerse contra determinados productos químicos peligrosos objeto de comercio internacional.
“Se están utilizando pesticidas que están listados por la convención de Roterdam, así como el paraquat”, destaca el estudio de Centro Humboldt.
Luchar por los derechos ancestrales y los efectos del cambio climático
Los derechos ancestrales de las comunidades indígenas y afrodescendientes de Kukra Hill están ligados a la tierra, pero sostener esa relación armoniosa con la tierra que les provee comida, no es fácil asegura Kenneth Fox.
El avance de la frontera agrícola y la invasión de tierras comunales por parte de colonos continúa y genera desplazamiento de personas hacía tierras indígenas. “Muchos colonos que estaban establecidos en tierras comunales lo que hacían era, por ejemplo, en la zona de Kukra Hill la mayoría de los colonos, que sembraron palma conseguían financiamiento de la empresa, pero llegó un momento en que no eran solventes entonces quedaban sin finca, sin terreno, sin palma, se convertían en mano de obra barata para la empresa”.
Fox explica que una vez que los colonos vendían o perdían sus propiedades lo que hacían es avanzar más en los territorios indígenas y se apropiaban de nuevas áreas. “En la parte oeste de este territorio de las diez comunidades indígenas y afrodescendientes está ocupada y uno de los factores ha sido ese modo vivendum podríamos decir de la palma para apropiarse de esa manera de las tierras de los pequeños campesinos”, refiere.
A Kenneth Fox lo encontramos en su finca ubicada a unos cuantos kilómetros de Laguna de Perlas, junto a sus hijos y esposa han encontrado otras formas de producir y diversificar los cultivos. De camino a la finca el clima, la brisa, el verdor de los árboles y el cantor de la naturaleza nos transportan a otro lugar.
Canela, guaba, guanábana, melocotón y mamón chino, es parte de la variedad de árboles que Kenneth y su familia han logrado producir en su finca, calificada por el Instituto Nicaraguense de Tecnología Agropecuaria, INTA, como una finca modelo. “Esta fruta es borojó, es afrodisiaco, la gente siempre anda buscando cítricos como locos. Estos son caoba, yulo en miskito, sembrado al contorno siempre buscando la diversidad de la finca”, explican mientras nos hace un recorrido.
Fox cuenta que a pesar de la pobreza extrema que viven las comunidades muchas familias se han propuesto diversificar sus sistemas de producción para mantener comida en los hogares y minimizar los efectos del cambio climático. “Si falla una cosecha por lo menos tenemos asegurada la seguridad alimentaria con otro cultivo, bajo ese concepto hemos estado trabajando en nuestras comunidades hemos estado preparando un tipo de resiliencia frente al cambio climático”.
Sin embargo, Kenneth destaca que la invasión de los cultivos de palma africana sigue poniendo en riesgo la soberanía alimentaria de las comunidades y se les hace cada vez más difícil la búsqueda de comida más saludable para consumir, “yo sé que no es fácil, porque nosotros estamos en una zona donde el desempleo anda en el 80% entonces de alguna forma también nuestros pueblos buscan esa subsistencia y nos hemos tenido que adaptar a estos sistemas de producción casi de autoconsumo”.
Llegar a Kukra Hill es vivir como en otro país dentro de Nicaragua, la palma africana avanza de forma silenciosa; en esta zona no hay muchas oportunidades de trabajo y aunque esta industria les ofrece un salario para sobrevivir los daños al medio ambiente pueden ser irreversibles. “Desde el día uno hasta hoy nosotros hemos dicho no a la palma, nosotros preferimos que la gente siembre sus cocos, su yuquita, su maíz en su finquita, pero la palma africana opera bajo cualquier costo, entonces las leyes de nosotros casi no tienen incidencia” señala el líder comunal.