Ganadería extensiva e ilegal destruye Reserva Indio Maíz en Nicaragua
La Reserva, ubicada al sureste de Nicaragua, territorio indígena Rama y Kriol en su mayoría, es invadida y deforestada por ganaderos. En este reportaje Mongabay Latam y Onda Local revelan la historia de La Haciendita, una finca instalada dentro de la zona núcleo del área natural protegida.
- La “haciendita”, del ganadero José Solis Durón, ha derribado alrededor de 244 hectáreas de bosque en la reserva para dedicarlas al engorde de ganado.
- La Reserva Indio Maíz es uno de los bosques tropicales húmedos de mayor importancia en Centroamérica
(Este artículo es una colaboración periodística entre Mongabay Latam y Onda Local de Nicaragua)
El gruñido de un mono araña que se balancea de rama en rama alertó nuestra presencia a un grupo de lapas verdes que alzó vuelo hasta desaparecer en la espesura del bosque. De momentos, el suave viento que refresca y relaja, se torna en un ventarrón que intimida, mece árboles milenarios, algunos que superan los cien metros de altura, y nos obligan a caminar de prisa hasta llegar a las tranquilas aguas del río Chontaleño. Aquí las huellas frescas de un jaguar nos ponen en alerta. Todo es parte de la cotidianidad y encanto de la Reserva Indio Maíz, que nos acoge.
El 70 % de la Reserva de Biosfera Indio Maíz es territorio indígena de Ramas y Afrodescendientes Kriol. Se ubica entre los municipios de Bluefields, Nueva Guinea, San Juan de Nicaragua y El Castillo, en la región sureste de Nicaragua.
Indio Maíz comprende unos 2639 Km², un poco más grande que Luxemburgo. Es uno de los bosques tropicales húmedos de mayor importancia en Centroamérica, por albergar una variedad de especies amenazadas o en peligro de extinción. Aquí subsisten tapires, jaguares, chanchos de monte, manatíes, y gran variedad de aves, como lapas, tucanes, quetzales y garzas tigre, entre otras.
El clima tropical húmedo de la reserva también genera diversos ecosistemas, filtra el agua que da vida a la cuenca del Río San Juan, una de las más importantes de Nicaragua. Y por si fuera poco, su población de árboles y plantas contribuyen en absorber dióxido de carbono de la atmósfera, acción determinante en la lucha contra el cambio climático.
Indio Maíz, es área protegida, pero cada día aumentan las denuncias de quienes ven a personas que ingresan al bosque con la intención de usurpar tierras. Con motosierras y machetes han abierto carriles y delimitado como propias miles de hectáreas de bosque. Hay quienes invaden para cultivar, alegando pobreza y necesidad. Otros acaparan tierras para engordar ganado y aumentar su riqueza. Ambas actividades son ilícitas.
Invasores de Indio Maíz
En la zona de amortiguamiento de la Reserva Indio Maíz, el comercio de queso, plátano, maíz, frijoles y especialmente ganado, es una actividad común en los puertos de montaña, lugar accesible donde el campesinado comercializa sus productos agropecuarios. Es una paradoja que productos, vendedores y compradores, provengan en su mayoría de la misma montaña, comenta uno de los tres baqueanos que nos acompaña.
Nuestro recorrido por el interior de la Reserva revela las dinámicas con que operan quienes vulneran la vida en Indio Maíz, y comprueba que su núcleo está siendo deforestado por diversos actores, tal es el caso de la finca “la haciendita”, según denuncia del Gobierno Territorial Rama y Kriol.
El viaje comienza en Boca de Sábalos, pequeño poblado del municipio de El Castillo, Río San Juan, a unos 350 kilómetros de Managua. En ese lugar abordamos una camioneta-taxi. Media hora más tarde, el vehículo se detiene frente a un portón de madera en la comunidad El Padilla, límite del área de amortiguamiento y una de las entradas al área núcleo de la Reserva Indio Maíz.
Al ingresar al territorio de Indio Maíz, el panorama no luce como lo imaginamos. Los árboles de gran altura, el verdor y la diversidad de animales son hoy amplias extensiones de potreros, donde se ha sembrado pasto para alimentar ganado.
Nuestros acompañantes, nos indican que lo recomendable es seguir el “abra” (sendero estrecho), que evidencia marcas de frecuente tránsito de personas y animales hacia el núcleo de la Reserva. A lo lejos, se divisa el Cerro El Diablo y el Llanto de la Culebra, cercanos al río Chontaleño. Hacia allá vamos.
Después de once horas de caminar, aunque el río Chontaleño no se ve, se divisa una extensa área llena únicamente de troncos. Intuimos que es la finca de 2000 hectáreas a la que la gente hace referencia y de la cual teníamos tres pistas: la marca y aretes de ganado, las fotografías de un fierro con las iniciales JSD y una denuncia del Gobierno Territorial Rama-Kriol. Al llegar a la bocana del río, los árboles cortados y el humo en el ambiente, nos indican la quema y despale recientes.
El cansancio nos obliga a reposar sobre el tronco de un árbol caído. Voces de niños y el relincho de un caballo evidencian la proximidad de personas. Es una familia, que al acercarse preguntan, ¿Para dónde se la llevan? Vamos al Río Chontaleño, respondemos, “Por ahí vamos nosotros, veo que ya no aguantan, si quieren se quedan en la casa que está cerca”, expresan. Decidimos aceptar.
Caminamos hacia “la haciendita”, una finca que ha sido “bien cuestionada, denunciada” según el cuidador de la misma, quien al inicio se mostró incómodo y desconfiado. Preguntó si éramos funcionarios del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales (MARENA). Seguidamente nos enseñó una notificación de los líderes del gobierno Rama-Kriol del 27 de febrero de 2017, donde les informan que ese territorio es área protegida, y deben salir.
El 2 marzo de 2017, un grupo de guardaparques del territorio Rama y Kriol que patrullan y organizan giras para remarcar los límites del territorio indígena, descubrieron más de 270 hectáreas despaladas, cercanas a la Bocana del Río Chontaleño, en la Reserva Biológica Indio Maíz.
Margarito McCrea de la comunidad Rama de Indian River cuenta que encontraron ganado comiendo pasto. “Son los pastos más mejorados que existen en Nicaragua, ese hombre no es alguien que es pobre, es rico me imagino”, mencionó el guardabosque refiriéndose al posible dueño de la hacienda.
La “haciendita” parece una casa sencilla de cualquier poblado rural, pero en medio de la selva es considerada un lujo. Es donde habita el cuidador con su familia, un hermano, sus compañeras, hijas e hijos.
Ya en la casa, el cuidador se ve más relajado. Relata que sospechó de nuestra presencia, pero aclara sentirse más tranquilo entre una plática y otra, por lo que se acomoda en el piso para dormir y nos invita a descansar. Justo en la parte de arriba de donde amarramos las hamacas, cuelga un fierro metálico, de esos para marcar ganado, lleva las iniciales JSD, las mismas que aparecen en las fotografías.
La finca tiene una extensión de un 1397 hectáreas, 2796 metros cuadrados sobre la ribera del Río Chontaleño, por 8388 metros cuadrados de fondo en su extremo derecho e izquierdo, hasta terminar en cero, explica el cuidador.
Esta “haciendita”, como la llaman entre el campesinado, está dedicada al engorde de ganado, más de 244 hectáreas de bosque se han derribado para dar lugar a pasto mejorado de las variedades bombaza, toledo y marandú. En el corral contabilizamos treinta novillos, menores de dos años. En la casa aseguran que en el momento cuidan un lote de 70, en una relación de 3,4 hectáreas por cada uno, que ejemplifica el modelo de ganadería extensiva que por años se ha desarrollado en el país, donde se destina grande extensiones de tierra a poco ganado, ocasionando el desgaste de la tierra y la baja productividad.
El hermetismo de las personas para referirse al dueño de la hacienda, es notable. “A la gente les da miedo una gran represalia en la montaña”, afirmó un poblador, quien solicitó omitir su nombre. “Es el más fuerte que está ahorita, que es de la Guinea, que es de apellido Solís. No sé el nombre de él para serle franco, ni la hacienda la conozco. El casi sólo manda peones allá de la Guinea… El Ejército ha estado en el mero terreno. Pero como son gente millonaria, quién sabe qué negocio tiene por debajera (debajo) con los tenientes, uno no sabe nada de eso. Pero hay por debajera, porque ahí están las motos (motosierras), ahí están todos los mozos”, agregó.
Elías Martínez de Boca de Escaleras, menciona que dentro de la reserva, la mayoría son pobres, se dedican a la agricultura y la ganadería para sobrevivir. Pero reconoce la existencia de grandes ganaderos que destruyen el bosque de forma acelerada.
–“Por lo menos unos Solises tienen unas buenas fincas y buen ganado también. ¿La gente los conoce?
–Sí… cómo no los van a conocer si son gente de riales (dinero) y muy reconocidos”.
El río es un buen lugar para que el caballo y las dos mulas de la “haciendita” se refresquen. El cuidador lo aprovecha, mientras continúa la plática. “Él (Solís) no hallaba quién le cuidara esa finca. Estuvo abandonada como dos años, hasta que vine yo…me trasladé desde Puerto (Cabezas) para acá, sin saber cómo era”.
Relata que tiene un contrato de trabajo en la “haciendita”, por tres años, por tres mil córdobas (cien dólares) al mes. Afirma haber intercambiado su finca de 14 hectáreas en la comunidad de Sangni Laya (entre Waspam y Puerto Cabezas) a cambio de 70 hectáreas en Indio Maíz, que Solís le prometió, al finalizar el período.
Deja de echar agua a las bestias y suspende la conversación, para centrar su atención en un grupo de cuatro hombres que avanzan tímidamente, siguiendo la orilla del río. No dicen nada, abandonan el curso del río y siguen el abra, internándose en la montaña. En el momento, no logramos entender sus propósitos.
Un minuto más tarde aparece un perro larguirucho y orejón, de esos que usan para cazar, camina delante de doce hombres, con escopetas y machetes. Tres caballos cargan sacos de comida. Qué tal preguntó uno, muy bien le dijimos, y contestó, adiós. Fue lo único que dijeron.
El cuidador dijo conocer a tres. Son vende tierra, afirma uno de nuestros acompañantes, entran a la Reserva para encarrilar, como se conoce a la práctica de marcar la tierra para luego ofertarla. “Tengo que ir mañana porque estos hasta se pueden meter a las tierras… parece que vienen desde el lado de El Rama…”, comenta el cuidador, quien asegura que su jefe, también siembra pasto en una finca de 400 manzanas en la Danta. Para poder sacar ganado desde las dos fincas, dijo el cuidador, su patrón mandó a abrir el camino. “Con tres motosierras lo hicimos en una semana”. El mismo, sirve de entrada a nuevos invasores.
Unos van, otros vienen
De regreso, nos detenemos en el puerto de montaña La Maravilla. Son diversas las versiones de quienes ven entrar y salir a personas de la Reserva. Francisco Guido, más conocido como “Chico Frito”, quien se dedica a la identificación de semillas y animales, es testigo del paso de grupos que ingresan.
Buenas tierras, a cualquier costo
Virgilio Jirón Maliaños, de El Padilla, pesaba ganado en la báscula de La Maravilla, cuando lo encontramos. Llegó para vender su ganado a buen precio, para lo cual necesita que se alimente bien. Esto se vuelve complicado en las tierras que se encuentran en las zonas de amortiguamiento de la Reserva. “Son acidosas, producen en el ganado ganas de comer chatarra. Algunos animales comen chinelas, plástico, bolsa y de toda basura”.
Para Virgilio las buenas tierras están dentro de la Reserva. “Hay miles y miles de manzanas ya acotadas en potreros con bombaza, toledo y marandú, que son pastos muy buenos… Ahí nomás saca usted un ternero que compró de 200 kilos, en 400, en tres meses, comiendo bien”. Y no es para menos, con un clima húmedo y lluvias frecuentes, se garantiza que el pasto crezca con los nutrientes necesarios para la buena alimentación del ganado.
El jefe
El Padrón del Consejo Supremo Electoral (CSE) en Nicaragua, indica que sólo existe una persona llamada José Antonio Solís Durón, originario de la Colonia San José, municipio de Nueva Guinea, al cual llegamos con las pistas brindadas por los entrevistados.
José Antonio Solís Durón es un hombre joven y adinerado. Dicen que está conectado con jueces y algún miembro del Ejército de Nicaragua. Es hijo de Sofía Durón y Agustín Solís; aunque muy lacónicamente refiere que sólo tiene madre, pues su padre ya murió.
Una nota del diario La Prensa, 2001, señala que Agustín Solís mató a una de sus parejas, internándose “en la montaña” hasta que la justicia dejó de perseguirlo. En San José, aún se dice que compró a un juez de San Carlos. Después, Solís fue asesinado por un hermano de su ex pareja, relata el escrito.
La lluvia arranca en Nueva Guinea. Alquilamos un taxi que para ir a la comunidad de San José, a tres horas del poblado para entrevistar a Solís Durón. En el camino nos confirman que no está en casa, que se encuentra en el bar La Hacienda, en las afueras de Nueva Guinea.
En los exteriores del bar, está parqueada una camioneta roja doble cabina Toyota Hilux, parece nueva, tiene accesorios de lujo y la placa es M 195-942. La camioneta coincide con la descripción que dieron quienes han visto a Solís Durón vendiendo ganado en La Maravilla. Lo encontramos tomando cerveza en compañía de un hombre y una mujer.
Bajo de estatura, de piel blanca pero quemada por el sol. Lleva un par de anillos grandes de oro en la mano derecha; y un reloj amarillo brillante en la izquierda. Un tanto intrigado accede a platicar con el equipo de Mongabay Latam y Onda Local.
Solís Durón reconoce que su familia es propietaria de una finca de 700 hectáreas en la comunidad de San José en Nueva Guinea.
Por su propia cuenta ha obtenido tierras -140 hectáreas- en el municipio de Siuna, en la Costa Caribe Norte de Nicaragua y en La Maravilla, donde asegura haber comprado. En Siuna, ha despalado 13, 9 hectáreas para trabajarlas.
Afirma que también tiene una finca de 349 hectáreas, a cuatro horas de La Maravilla, pero sólo refiere a la que tiene en el sector de la Danta, no así a la finca de 1397 hectáreas en el sector del río Chontaleño, tal y como corroboramos durante nuestro viaje.
Niega haber invadido la zona núcleo de Indio Maíz. “No, la Reserva está largo de ahí. Está como a seis horas de donde estoy yo… Mire esa zona donde nosotros estamos, es una zona que se llama de amortiguamiento, que antes la cuidaban cuando estaban los gobiernos liberales; y ahora, vive todo el mundo… el carril de la Reserva se respeta”, afirmó durante la entrevista.
El ganadero intentó justificar su presencia en el lugar, aduciendo que es despalado. “Por donde yo voy ya está cortado”, aseguró.
Al igual que el cuidador de su finca, Solís asegura que ha sido muchas veces señalado de invadir la Reserva. Cuenta la vez que un policía se atrevió a cuestionarlo al respecto: “Me empezó a investigar que esto, que lo otro…¿Y dónde está esa finca? Ahí en la Danta, le dije. Me empezó a decir un poco de cosas. Usted sabe que esa es una lucha de uno, la pega o no pues, y de ahí si el gobierno nos va a sacar, nos va a sacar a todos…”.
Solís Durón afirma haber comprado las tierras hace unos tres años a unos amigos con años de vivir en la zona. Compró con las ganancias de la siembra de quequisque (tubérculo), que en 2016 le dejó un millón de córdobas (unos 33 333 dólares). En aquel momento, obtuvo las tierras a 5000 córdobas (166,66 dólares) por manzana. “Lo que pasa es que la gente ahí sólo tiene encarrilados los montes y nunca los trabajan, parece que si no hay billete no pueden trabajar…como la gente es pobrona…”.
¿Por qué nuevas tierras?
La finca de 698 hectáreas de Solís, en la comunidad de San José, ya no da abasto. Está muy “tallada” (apretada) para el engorde de los animales, según su propietario, por lo que se vio en la necesidad de buscar más tierras.
¿Por qué se le ocurrió poner una finca en un lugar tan lejano? le preguntamos, a lo que Solís respondió: “Aquí (Nueva Guinea) las tierras están carísimas. Cuarenta mil, cincuenta mil pesos en la zona; y de ahí, uno haciéndole huevo (esforzándose), cómo va hacer para comprar una tierra así de carísima. Allá es más favorable, es para jugarse la vida, para luchar, a ver qué pasa”.
Solís insiste en justificar su presencia en la zona. Esta vez alega que el huracán Otto, a su paso por Nicaragua en noviembre del año pasado, “desbarató la montaña. Ahí quedó aterrado eso, ahí no hay ningún árbol grande, ahí no hay reserva”, reiteró subiendo de tono.
Pero su posición de no haber invadido la reserva, no dura mucho tiempo. Mientras alardea de la eficiencia de sus trabajadores, que realizan labores en un lugar lejano en difíciles condiciones, revela que su finca se ubica cerca al Río El Chontaleño. “Queda por el Chontaleño, es que el Chontaleño es largo, pasa y seguro se mete a la reserva…”. Las referencias por GPS, confirman que este Río está dentro del área núcleo de Indio Maíz.
Que sea Indio Maíz un área protegida, no es un obstáculo para que Solís Durón ingrese su ganado al territorio.
Solís insiste que sus tierras no están en el área protegida. Soporta su afirmación en la tenencia de títulos de propiedad. Le preguntamos si los tiene y responde: “Sinceramente fíjate que ahí títulos no hay. Ahí es un riesgo por el derecho de posesión con los trabajos que haga. Por lo menos mirá, todo lo que le pertenece a Bluefields (Caribe Sur) hasta donde yo tengo entendido que no te da título. ¿Y en Siuna? Igual es, nadie tiene título, que me diga un maje (hombre) que tiene título, nadie tiene título igual, la misma zona es”.
Solís Durón ha intentado legalizar la “haciendita”. Ha buscado la asesoría de abogados para conseguirlo, pero sostiene que “se ponen miedosos en ese tema”.
Además, dijo sentirse amenazado ante la demanda de saneamiento del territorio, que por años es la bandera del Gobierno Rama y Kriol.
No obstante, el saneamiento es la última etapa que establece la Ley 445, Ley del Régimen de Propiedad Comunal de los Pueblos Indígenas y Comunidades Étnicas de las Regiones de la Costa Atlántica y de los Ríos Bocay, Coco, Indio y Maíz, la cual en su artículo 59 establece que cada comunidad, habiendo obtenido su título, podrá iniciar el saneamiento de sus tierras, con relación a terceros (colonos) que se encuentren dentro de las mismas.
Solís tiene la idea que los Rama y los Kriol lo que quieren es independizarse de Nicaragua, crear su propio Estado y cobrar impuestos, desconociendo que el Gobierno Territorial Rama y Kriol (GTRK) tiene el rol de administrar su territorio conforme a la Ley de Autonomía; y una finca de José Solís se ubica dentro del territorio administrado por el GTRK.
Perder o ganar
“Todo el que se mete ahí es un riesgo, a perderla o a ganarla, si el gobierno dice que nos va a sacar para donde, nadie se va a poner contra el Estado. Entonces ahí es un riesgo, si el gobierno nos quiere dejar trabajar nos deja, sino para dónde. Desde que uno se mete ahí va arriesgando a ver qué pasa. Lo único que para que nos saque a nosotros tiene que sacar a la gente de Samaria, a la gente de la Danta, tiene que sacar todito”, sostiene Solís.
José Solís Durón relató que durante las visitas del Gobierno Rama Kriol (GTRK), en febrero pasado, le manifestaron que sus intenciones no eran sacar a nadie del territorio, sino recomendarles seguir trabajando, pero sin despalar los ríos, porque los indígenas viven de la pesca y de los animales, aseguró.
Sin embargo, este martes 11 de julio, el GTRK denunció públicamente las afectaciones que se hacen a la Reserva y exigió en conjunto con los gremios de ganaderos (FAGANIC y UPANIC) que se cumpla la ley y que el Estado intervenga de inmediato.
Los líderes del Gobierno Rama Kriol han enfatizado que la demanda de indígenas ramas y afrodescendientes, no radica en que la actividad ganadera desaparezca, sino que se retire de áreas protegidas, porque al final del día lo que desaparecerá será su casa, la Reserva Indio Maíz.