Cuando la pubertad llega: ¿Qué deben saber padres y madres?

La pubertad es una etapa que experimentan los seres humanos, es el paso de la niñez a la adolescencia. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el período de la adolescencia comprende entre los 10 y 19 años y en este lapso se producen cambios biológicos, psicológicos y sociales en el proceso de incorporación de las y los individuos en la sociedad.

Para la especialista en Salud Sexual y Reproductiva Matilde Jirón Gutiérrez, esta transición de la niñez a la adolescencia es un despertar de los seres humanos a las hormonas, de manera física, emocional y psicológica en todos los aspectos. En el caso de los niños la pubertad podría comenzar desde los 10 a los 14 años y en el caso de las niñas puede ser entre los 12 y 16. En ambos, experimentan “maduración sexual en la vida sexual en la primera fase de la adolescencia”, explicó Jirón.

Hace dos años la sobrina de Deyanara Rizo, experimentó su primera menstruación. En ese tiempo su sobrina tenía 10 años y nadie de la familia esperaba que esto sucediera tan pronto. Rizo relata que fue una experiencia extraña porque en estos tiempos la niña desconocía sobre la menstruación, explica que su padre y madre, no tenían como práctica conversar sobre sexualidad con su hija e hijos. Entonces, fue hasta la primera menstruación que la madre explicó a su hija, la normalidad del proceso y le instruyó en el uso adecuado de las toallas sanitarias.

“A mi sobrina le daba pena que la gente se diera cuenta que le había venido la menstruación y hablamos con ella de que eso, que le iba a pasar a todas las niñas. Con relación a su cambio corporal le daba pena que miraran que le venían creciendo sus partes y trataba de usar blusas grandes, yo le explicaba que era normal, que todas las mujeres tenemos senos”, explicó Rizo.

Agregó que para su sobrina el cambio de la niñez a la pubertad fue difícil, algo que lograron identificar por sus cambios de comportamiento. “Se puso irritada. De repente cambió de humor porque ella era bien sociable, le gustaba hablar y solo se volvió más apartada”. Fue hasta entrar a la secundaria que para la sobrina de Rizo el proceso se volvió más sencillo al notar que la mayoría de sus compañeras estaban teniendo los mismos cambios.

La Organización no gubernamental Profamilia, especializada en salud, mencionan algunos de los cambios físicos en la etapa de transición:

En las mujeres se produce el crecimiento de mamas y ensanchamiento de caderas, inicio de la menstruación, cambio en la forma pélvica, redistribución de grasa corporal, crecimiento del vello púbico y en las axilas, como aumento de la estatura y aparición del acné, entre otros cambios.

Mientras tanto, en los hombres el crecimiento del vello corporal no solamente es púbico y en las axilas, sino que les puede aparecer barba o bigote, la voz se hace más gruesa, se desarrolla la musculatura, el crecimiento de testículos y alargamiento del pene, aumento de estatura, aparición de acné, entre otros cambios.

Como lo mencionó la doctora Jirón, las y los adolescentes no solamente presentan cambios físicos en su transición, sino también en comportamiento y actitudes. Jirón coincide con Profamilia en señalar que algunos de estos cambios se manifiestan en aumento de la conducta agresiva, inestabilidad y aislamiento del individuo. Ocurren también cambios repentinos de enojo a felicidad, posibles cuadros depresivos, la búsqueda de libertad e independencia en la toma de decisiones y la pertenencia a un grupo social. Uno de los cambios más evidentes es la experimentación de la atracción erótica y afectiva por otras personas.

Rafael Mendoza de 24 años, compartió su testimonio. Recuerda que a sus 12 años su transición a la pubertad fue difícil al momento de reconocer su sexualidad. “Comencé a notar eso cuando empecé a tener erecciones y atracción sexual hacia las personas, también comencé a notar que estaban creciendo vellos en las partes íntimas. Después vinieron más cambios, el acné, el aumento del deseo sexual…”.

Pero no fue fácil para Mendoza hablar con su familia sobre lo que sucedía con su cuerpo. Incluso, no era posible consultar con sus docentes, debido a sus “pensamientos conservadores”. Explicó que, “al menos mi mamá que era más abierta y me explicaba muchas cosas, y luego cambiaba las posturas y se hacía ultraconservadora…no tuve esa confianza para preguntar a qué se debían los cambios”, refirió Mendoza.

Los efectos emocionales

Enfrentarse a paradigmas, estereotipos e ideas conservadoras marcó a Rafael durante su adolescencia; aún más en su proceso de descubrimiento como una persona homosexual. La reacción de su familia fue responder con violencia, y entre golpes y diversos episodios de violencia, no se le permitía expresar cómo se sentía, generando depresión, ansiedad, aumento de peso y una sobrecarga de los problemas que estaba sobrellevando solo. La situación llevó a Rafael a atentar contra su vida.

Por su parte Fabián Espinoza, también contó su experiencia. Afirma que, en su caso, la enseñanza familiar sobre los nuevos cambios “fue bastante nula”, porque no se hablaba de esos temas en casa. Así que lo que sabía, era lo que se decía en la escuela.

Espinoza relata que, en su colegio de secundaria, uno de los docentes les decía que “la masturbación nos iba a dejar estériles”. Pero Espinoza sintió que algo no estaba bien con la información que recibía así que decidió informarse por sus propios medios; algo que hoy considera un verdadero riesgo por haberse expuesto a obtener información no apropiada.

El acompañamiento de la familia, vital para el adecuado aprendizaje

La doctora Matilde Jirón, insiste en que los padres y madres se preocupen en ser el medio inmediato de confianza de sus hijos e hijas, para evitar que por la necesidad de encontrar respuestas que se encuentren en la internet con contenido que podría “distorsionarlos en vez de informarlos”.

La psicóloga Quirós también coincide en que la confianza es clave para que padres y madres puedan acompañar a sus hijos e hijas en esta etapa de cambios. Afirma que será fundamental que la familia trabaje las propias inseguridades, abrir la mente y empatizar con la situación y el sentir de las hijas e hijos. “Cuando mi hijo o mi hija tiene la confianza, la valentía de contarme sobre su sexualidad, es un hecho que yo tengo que aplaudir, ya que ese simple hecho me dice que algo estoy haciendo bien y es momento de abrir mi corazón para transformar y crear nuevas experiencias de vida con él o con ella”, manifestó Quirós.

David Torres, hace once años acompañó a su hija mayor en su transición a la pubertad. Coincidió con las especialistas en que padres y madres tienen la responsabilidad de inducir a sus hijos e hijas desde la infancia, al conversar de forma responsable sobre sexualidad, de los cambios que presentarán sus cuerpos y las emociones que van a experimentar.

Torres, recordó que al menos para su hija, quien en ese entonces tenía 10 años, su primera menstruación no fue algo que se recuerde como traumático. “Cuando pasó regresábamos de comer y jugar en el parque, habíamos caminado bastante. Ella me dijo lo que pasaba, pero su mamá y yo ya le habíamos hablado sobre la menstruación. Yo fui por las toallas y su mamá le explicó el procedimiento para usarlas”.

“Se trata de un periodo de adaptación y aceptación del cuerpo; donde la adecuada comunicación con su familia debe empezar desde la niñez para que cuando vayan apareciendo esos cambios se puedan comunicar con la persona de mayor confianza”, concluyó Jirón.

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