Cultivo de palma africana: más afectaciones que beneficios para El Castillo advierten pobladores

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Vivero de palma africana en El Castillo. • Foto: Onda Local

El cultivo de la palma africana inició en el municipio de El Castillo, en 1984 con el establecimiento de 1.200 hectáreas manejadas por cooperativas que vendían la producción a una empresa estatal, lugareños señalan que con el paso de los años este cultivo ha deteriorado el ecosistema natural de la zona y pone en peligro la salud pública.

Ciudadanos señalan que este cultivo amenaza la salud de la comunidad debido a que los desechos que genera la empresa (que la siembra y comercializa) no tienen ningún tratamiento y producen plagas de ratones y moscas.

Agregan que en las comunidades donde está establecida la palma se han “secado” las fuentes de agua, sobre todo en verano. “Con el agua hemos sentido el bajonazo. Antes, la pila en el verano se mantenía tres cuartas partes llena, pero con el impacto de los despales el agua se ha ido escaseando y profundizando, ahora tenemos agua día de por medio en las casa y apenas dos horas”, manifestó poblador de la comunidad Las Colinas.

Actualmente se han sembrado 4200  hectáreas de palma en diversas comunidades del municipio, se conoce que hay  interés de ampliar el cultivo y se está preparando un vivero con nuevas plantas. 

Afectaciones a la flora y fauna 

Fidel Martínez Ríos es conocido en el municipio de El Castillo como “El Yerberito”, por su larga trayectoria de trabajo en temas de educación ambiental y la medicina natural, él considera que la siembra de palma afecta principalmente a la biodiversidad de flora y fauna. 

“Uno de los impactos ocasionados por los monocultivos en Río San Juan es el atraso cultural agrícola que viven las familias, los monocultivos llegan con el capital a comprar grandes extensiones de tierra, hacen presión en los productores, los desplazan de sus tierras obligándolos a ser mano de obra para ellos”, expuso.

Añadió que con esto las familias dejan de producir sus alimentos de manera tradicional para convertirse en obreros, perdiendo su identidad y los conocimientos ancestrales de producir la tierra.

“Se pierden las semillas nativas, se pierde el tesoro por la siembra de productos diversificados que le otorga a las familia mayor autonomía, seguridad en lo que siembran, cosechan y comen”, apuntó.

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