Debemos cambiar la idea de maternidad
- 24 May 2017
- 5:37 p.m.
“En este mes de la madre toma tu préstamo en 24 horas, sin fiador, con sólo cédula y te regalamos un cupón súper de 500 córdobas. Aprovecha y llama’’. “Club Millonario quiere que MAMA gane su regalo, envía MIO al 2013…”.
Así se leen algunos de los mensajes que van llegando a mi móvil, cada vez más recurrentes a medida que se acerca el 30 de mayo; y es que en este mes es casi imposible escapar de la parafernalia, esa exhibición gratuita, que se organiza en torno al día de la madre. Si no te sale en la tele, te sale en la radio, en el periódico, el celular o en la Internet. Los anunciantes, por no decir los empresarios, se han encargado de comercializar el día… y muchas mujeres y hombres se sienten bien, tengo que reconocerlo.
Estos mensajes buscan escapar de la realidad de Nicaragua, donde persisten altas tasas de fecundidad en niñas y adolescentes. Ya nadie se escandaliza o conmueve al ver a embarazadas de 12, 13, 14 años. Se ha normalizado. Pero, el embarazo en las niñas y las adolescentes conlleva a problemas en su salud; genera mortalidad y baja nutrición infantil, y la salida de las alternativas educativas y laborales que existen. Deben nombrarse también los costos económicos que la situación provoca en muchas familias.
Recordemos que Nicaragua, está ubicada en la única región del mundo -América Latina- con tendencias crecientes de embarazos en adolescentes. Y que ocupamos el deshonroso primer lugar en embarazos en adolescentes.
Hay ausencia de una Política de Educación Sexual, que persuada a las adolescentes que ser madres no es destino inevitable. Por el contrario, cuando ha habido intentos educativos al respecto, las jerarquías religiosas se han opuesto, han frenado diversos proyectos, demostrando su poder al lograr que las autoridades se identifiquen con sus posiciones y dejen de lado la laicidad del Estado.
El actual discurso oficial, en voz de la vicepresidenta, pone todos los días a la virgen María como paradigma de la maternidad; y no encontramos en el discurso del presidente Ortega nada referido al tema.
Por el contrario, en el último acto donde Daniel Ortega se juramentó para un nuevo período de gobierno (2017-2021), ordenó públicamente a la vicepresidenta Murillo, su esposa, diera el discurso de apertura. “Las mujeres no están para tener un esparadrapo, de tal manera que ordeno a la compañera Rosario (Murillo) que dirija” el discurso oficial, expresó en un intento de ubicar a las mujeres en un nuevo espacio, siempre ordenándoles.
Pero niñas y adolescentes siguen siendo obligadas a ser madres, producto de violaciones sexuales o normas culturales; y dejan de lado procesos que definirán el resto de sus vidas, como la aceptación de su sexualidad. Lamentablemente esto no es visto así por distintos actores y estudiosos de la materia; aunque hay pocas investigaciones recientes de la situación y que la relacionen con la economía personal, familiar y nacional.
La maternidad adolescente trae consecuencias permanentes, y les produce efectos adversos a ellas y a sus familias. Es un problema generalizado y persistente en el país; con mayor presencia en las zonas rurales y en los hogares más empobrecidos.
¿Qué celebrar?
No es que yo esté en contra que conmemoremos a las madres, ¿pero basta un sólo día para dar muestras del amor que les tenemos? ¿Basta que se den cuenta del regalo que les brindamos, aunque no les recordemos el resto del año? ¿Podemos celebrar una obligación social que producen maternidades a los 12, 13 y 14 años, que derivan de una violación?
En esta sociedad capitalista y patriarcal, el arquetipo de lo femenino se asienta en el silencio y en la reproducción de la especie, como asuntos obligatorios y forzosos de la identidad de las mujeres. Se exalta la maternidad como parte de la autorrealización; se enseña que el destino de toda mujer es ser madre… buena madre, sacrificada, dedicada, muchas veces negándose ella misma.
En un intento de hablar de la maternidad como algo cotidiano, se habla de “maternidad temprana”, para justificar los embarazos de niñas y adolescentes. Se alude a un instinto maternal, que no ha sido posible patentizar. Yo personalmente, aún no lo conozco.
Me pregunto, ¿madre antes que mujer? Se nace mujer, no madre. La maternidad es una construcción social que como el género, es asignada. Aunque algunos aún le llaman “estado sublime que santifica a la mujer según las sagradas escrituras”.
En los últimos años se contrapone los conceptos de feminismo y de maternidad, como si fuesen opuestos, antagónicos. Se busca hacernos creer que las feministas se oponen a la reproducción. La medicina, las religiones, la escuela, es decir, el discurso médico cotidiano, el moral-religioso y el pedagógico se encargan de mantener el modelo tradicional de maternidad.
Mientras, la sociedad dedica recursos para celebrar a aquellas mujeres que -voluntariamente o no- son madres, pero niega los derechos de las mujeres.
Lo ineludible o no de la maternidad, no es nuevo. En el Martillo de las Brujas, publicado en Alemania en 1478, se dice “que cualquier cosa que se salga de lo usual resultará sospechosa”. Entonces, lo usual es ser madre, se ha normalizado. De ahí que a las mujeres que no pueden ser madre o porque lo han decidido, se les maltrata y se les endilga diversos nombres como “machorra”, “útero seco”, para nombrar algunos. Son mal vistas, por no decir descalificadas.
¿Qué hacer?
Como dije al inicio, es difícil, pero no imposible cambiar la idea de maternidad que prevalece. Hay que cambiar la cultura, las prácticas culturales. Esto pasa por la promoción de una educación sexual que no establezca la maternidad como destino, de vital importancia en las jóvenes y sus familias. Esta nueva visión pasa por las escuelas, promoviendo una visión de planes de vida entre las jóvenes.
Debemos de promover otra forma de ver la maternidad; libre y conscientemente elegida. Las mujeres, requerimos un modelo distinto de maternidad, democrático, de consenso, lo cual enriquecerá también a la sociedad. Se puede debatir ampliamente la maternidad como fuente de placer, conocimiento y poder... ¿por qué no?