¡Se acabó el partido!
- 01 Jun 2018
- 9:48 p.m.
Si bien el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, no tuvo, desde sus inicios, una doctrina definida, se puede decir que siempre tuvo claro sus tendencias socialistas como referente ideológico, por lo menos en el discurso. Desde su conformación en 1961, había cristianos, marxistas, profesionales, intelectuales, campesinos, obreros y estudiantes que se identificaban con distintas ideologías, pero que fueron desde sus inicios fieles a los postulados que prevalecían dentro del FSLN como movimiento de izquierda, aparentemente no tan dogmático como los socialistas o los comunistas de entonces.
Para hacerlo sentir nacional, este movimiento político armado se nombra “sandinista”, a fin de rescatar la lucha por la soberanía y la autodeterminación nacional, que llevó a cabo Augusto C. Sandino, militante liberal, durante la intervención militar estadunidense de 1927 a 1932.
El encanto a la novedad de que podían convivir con sus diferentes enfoques duro poco, a nivel de sus estructuras de dirección. Según se desprende de su historia, la mezcla de ideas y de pertenencias de clase de sus miembros le ha llevado a lo largo del tiempo por sendas permanentes de quiebres o escisiones en su seno, desde su origen político militar clandestino hasta su conversión en parido político electorero. Primero surgieron las tendencias: “Terceristas”, “Guerra Popular Prolongada”, GPP y “Proletarios”, éstas se distinguían por sus diferencias tácticas político militares y no tanto ideológicas.
Mientras, para unos la toma del poder debía ser rápida, para los GPP debía consolidarse la base ideológica, formación y toma de conciencia de la mayoría del pueblo sobre su lucha que reivindicaba una transformación socialista para Nicaragua; pero, ganaron los pragmáticos “terceristas” que contaban con dinero, apoyo internacional, de la empresa privada local y con la venia de “los proletarios” y se lanzaron a la aventura de aglutinar el descontento de la población contra la dictadura de la familia Somoza (1934-1979) .
El pueblo se volcó a las calles con armas y sin experiencia militar y junto al FSLN, que convenció a sus tendencias de que el golpe era ahora o nunca, triunfaron en una lucha tenaz que duró 45 días en lo que se llamó la ofensiva final hace 38 años (5 de junio 19 de julio de 1979), luego de insurrecciones espontáneos en algunas de las principales ciudades del país.
Si tomamos en cuenta que el FSLN se creó, con unos cuantos idealistas, en 1961 y tomó el poder en 1979, fueron 18 años de lucha clandestina. Años en que aparecía y desaparecía de la opinión pública. Su Dirección Nacional que siempre fue colegiada, pero, desde sus inicios fue diezmada una y otra vez por la dictadura. Cuenta uno de sus fundadores, Apolonio Martínez, que desde finales de los 60 que el Frente sufrió bajas tras bajas, en sus liderazgos, decidieron una estrategia silenciosa dando dos golpes certeros como fue la toma a la casa de uno de los ministros más leales a Somoza, José María, “Chema” en diciembre de 1974, durante una fiesta de fin de año en el que fueron rehenes militares, políticos y hasta el embajador de Estados Unidos y cuatro años después realizaron la operación “chanchera” con la toma del Palacio Nacional en el 1978, para un año después tomar el poder mediante la insurrección nacional final. En ambos operativos, la dictadura de Somoza cedió a los pedimentos: libertad para los presos políticos y dinero en efectivo para financiar la lucha.
El FSLN, también tenía su estrategia política y creó un discurso de que su modelo sería de economía mixta, pluralismo político y no alineamiento en el plano internacional, cuando tomara el poder.
Al triunfo de la revolución sandinista, terminó con el símbolo de la represión somocista, la Guardia Nacional y creó el Ejército Popular Sandinista y la Policía Sandinista, bajo ideales de ser los guardianes de “la alegría del pueblo”; apoyó la creación de una Junta de Reconstrucción Nacional con representantes de todos los sectores y más temprano que tarde sus miembros fueron renunciando quedando únicamente el representante del FSLN y el escritor Sergio Ramírez del grupo de notables denominado “El Grupo de los Doce”.
Con este aliado, el FSLN llamó a elecciones, cinco años después del triunfo de la revolución en 1984; socavó el pluralismo político al limitar la participación de los partidos en esa contienda y se alineó política y económicamente con el entonces campo socialista de la Europa del Este; mientras Estados Unidos le declaraba la guerra al país, lo bloqueó económicamente y financió a un ejército integrado por ex guardias somocistas, mercenarios estadunidenses y campesinos descontentos con el “proyecto revolucionario sandinista”.
Mal que bien, la declaración del FSLN de liderar una revolución con tendencia socialista, con educación y salud gratuita, acceso a la cultura popular, reforma agraria, participación organizada de los distintos sectores para defender sus derechos, entre otras medidas revolucionarias, además abierta a la solidaridad de los pueblos y al internacionalismo, logró que el pueblo continuara creyendo en ese partido como su salvador; pero, la guerra se recrudeció y hubo que crear la Ley del Servicio Militar Patriótico, en el que miles de jóvenes fueron a la guerra de manera obligatoria, esto junto a las contradicciones internas del partido, en el que los líderes se fueron distanciamiento de sus bases, les llevo a socavar lo que les unía con el pueblo y en 1990, luego de largas discusiones sobre la paz con la contrarrevolución y de apertura política a lo interno del país terminaron, sepultando en las urnas, un periodo más de FSLN, esta vez sacándolo del poder.
Posterior a la derrota electoral, la dirigencia del FSLN, se vio afectada por otro fenómeno que lo continuo desprestigiando: la piñata sandinista que no fue más que el saqueo desmedido de la propiedad del Estado a manos de la nomenclatura de ese partido. Una nueva clase social de poder económico surgía en la Nicaragua de postguerrra y revolución.
A pesar de todos estos quiebres, el FSLN contaba, según las encuestas con el 35% de apoyo popular y mantenía, para entonces sus relaciones internacionales casi intactas como partido de izquierda.
Los quiebres como partido político opositor: creación del MRS
Ya como oposición, el trastocado partido rojinegro se volvió a segmentar creándose la primera escisión como partido político, cuando se conforma el Movimiento Renovador Sandinista, MRS, en 1995.
El Movimiento Renovador Sandinista (MRS) surge justo cuando se debatían una serie de reformas a la Constitución Política del país. En ese entonces, se llevó a cabo el primer y segundo Congreso Sandinista, dentro del cual existía un gran debate en torno al rumbo que debía tomar el sandinismo y la democratización del partido; sin embargo, tales planteamientos no fueron escuchados por la cúpula del FSLN. Y esto dio paso a la creación del MRS, cuyos miembros eran mayoría en la Asamblea Nacional por el FSLN.
Un año después, “el FSLN orteguista sufriría su segunda derrota consecutiva electoral y había padecido una crisis marcada por la rebelión del Movimiento Renovador Sandinista (MRS), que incluía pérdida de grados de lealtad inalterable de sus cuadros. Estaba, pues, en una etapa vulnerable que trataba de contener con su estratagema de gobernar desde abajo mediante el manejo de huelgas y protestas encaminadas para desestabilizar al gobierno de Arnoldo Alemán (1997-2001”, según publicó entonces EL Nuevo Diario.
Segunda escisión: el pacto Alemán-Ortega
No se había terminado de desarrollar la primera ruptura, cuando cuatro años después, el 10 de diciembre de 1999, Daniel Ortega, firma el pacto, con el liberal Arnoldo Alemán, presidente de entonces por el Partido Liberal Constitucionalista, PLC, que no era más que hacer reformas a la Constitución, en las que se repartían los poderes del Estado entre sandinistas y liberales y reduciendo el margen para ganar las elecciones del 35%, tope alcanzado por el FSLN durante las dos elecciones anteriores (la de 1990 y la de 1996). Desde entonces, el Estado de Derecho del país quedó severamente fracturado.
Para entonces, El Nuevo Diario da cuenta que sandinistas de base llenan el recinto de la Asamblea en desacuerdo con las “aprobación de las reformas pactistas con el PLC”. La decisión fundamental estuvo en 30 votos del otrora partido vanguardia y 35 de los arnoldistas. Salen Mónica Baltodano, diputada del FSLN, Víctor Hugo Tinoco, diputado, entre otros. Víctor Tirado, ex miembro de la dirección nacional del FSLN, diputado del PARLACEN, por el FSLN toma distancia también. Se termina de distanciar la mayoría de la otrora poderosa Dirección Nacional, quedando al lado de Ortega y su pacto: Tomás Borge y Bayardo Arce.
Tercera y última escisión 2005
En el contexto de las elecciones de 2006, el secretario del FSLN, fortalecido por el pacto libero sandinista, y con el apoyo de una nomenclatura tecnócrata que le garantizaba el poder en los distintos poderes del Estado, se distancia de la base sandinista para diseñar una estrategia, encabezada por su esposa Rosario Murillo, que manda al traste los símbolos del sandinismo como la bandera rojinegra, hace alianzas con la jerarquía católica, se viste de blanco, lleva como candidato al ex directivo de la contrarrevolución, Jaime Morales Carazo y diseña un discursos cristiano, conciliador y distante de sus bases, ya no hablaba del sandinismo, sino de gobernar para Nicaragua.
Esto sonó bien, pero el cambio implicó deshacerse de la vieja guardia sandinista, de los colaboradores y combatientes históricos de alta moral en sus comunidades, pues a diferencia de su dirigencia, estaba más empobrecida que nunca he integraba espacios de participación ciudadana en los territorios, haciéndoles ganar la mayoría de alcandías al FSLN, durante los gobiernos neoliberales que le precedieron 1996-2006.
El FSLN triunfó en el 2006. Inmediatamente después, creó la nueva juventud sandinista, de orientación cristiana (hasta una canción a su anterior detractor el cardenal Miguel Obando, le cantó la JS) y sin formación ideológica de los ideales de la revolución sandinista.
“Ya no hay FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional)” sino un partido “electorero que ha puesto en el poder de nuevo a Ortega”, le ha dado “todos los poderes del país” y lo está “enriqueciendo fabulosamente”, dijo Ernesto Cardenal en el 2015.
Durante diez años (2007-2017), el nuevo FSLN de Daniel Ortega y Rosario Murillo, hicieron desaparecer a las organizaciones de masas de origen u orientación sandinista y las dejó sin agenda política, entre estás: la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos, UNAG; la Central Sandinista de Trabajadores, CST; la Asociación de Mujeres Luisa Amanda Espinoza, AMLAE; la Asociación de Trabajadores del Campo, ATC; mientras a otras las cooptó como a la Unión de Estudiantes de Nicaragua, UNEN, y fortaleció otras como el Frente Nacional de los Trabajadores, FNT, que funcionaba, en lugar de la CST, como sindicato oficialista liderado por un cuadro emergente del nuevo sandinismo, el médico y hoy jefe de la Asamblea Nacional, Gustavo Porras, para representar a los trabajadores más pobres. Un médico de clase media y diputado lidera a la clase trabajadora, pues.
Muchas Organizaciones No Gubernamentales, ONG´s, pertenecientes a la coordinadora civil, apoyaron la candidatura de Ortega para la toma del poder en el 2006 como candidato a la presidencia, entre estas algunas organizaciones de mujeres, a quienes inmediatamente después, del su triunfo, el nuevo presidente les declaró la guerra y atacó a organizaciones internacionales que les apoyaban como OXFAM. Les asaltaron sus oficinas y fue acusada de desestabilizar el país, no encontrando nunca pruebas. Con esto inició una lucha tenaz contra las organizaciones de sociedad civil que 10 años después prevalece.
Asimismo, el orteguismo, creo nuevas estructuras comunitarias que resultaron en un completo fracaso, como los Consejos del Poder Ciudadano, CPC, los Comités de Liderazgo Sandinista, Comités de Familia, instancias que nunca fueron integradas por sandinistas líderes históricos en sus barrios y representaban la política clientelista de un gobierno que a través de estas estructuras, donaba zinc, comida y otras regalías que en su mayoría terminaban de venta en los mercados, pues eran entregadas a los familiares y amigos de los nuevos líderes sandinistas. Este círculo de corrupción a nivel de base, fue minando el otrora respeto que imponía con su práctica y mística la vieja guardia de líderes sandinistas de base, quienes se fueron distanciando de su partido.
A la par de estas estructuras, crearon las temibles fuerzas de choque militarizadas que aterraban a la población disidente y golpeaban a las personas que durante estos años no dejaron de manifestarse ni un solo día a lo largo y ancho de este país, aun en grupos minúsculos. Fueron el terror de los descontentos; mientras la base sandinista, en medio de su desconcierto y dolor por los ideales perdidos del sandinismo, sólo tuvieron la oportunidad de no ir a votar por sus ex líderes en las elecciones fraudulentas y con altos índices de abstencionismo, durante unas amañadas reelecciones de Daniel Ortega, en las elecciones de 2011, que llevó como vicepresidente al ex jefe del Ejército Omar Hallelevens (2011-2016)
Para terminar de controlarlo todo, Ortega se presenta a las elecciones del 2016, con nada más y nada menos que su esposa Rosario Murillo, fortaleciendo así la dinastía que había venido forjando desde el 2007.
A apenas 15 meses de haber tomado el poder, Rosario Murillo, como vicepresidenta, en un proceso nunca antes visto, en el que una pareja funja como representantes de un país, la población explotó.
Los ciclos políticos de 10 años que se dan como tiempo para el desgaste de cualquier proceso, tocó también al orteguismo y al cumplirse once años, las organizaciones sandinistas ya inexistentes se unen cada vez más al descontento sistemático de la mayoría de nicaragüenses, primero con el apoyo a grupos de campesinos que se han manifestado en contra de la entreguista ley del canal 840, que no es más que ceder el país a un empresario chino que pretende hacer un canal interoceánico, que nunca se construyó.
Pero, la verdadera caja de pandora, del descontento acumulado, se destapó recientemente, con la denominada “insurrección de abril” cuando la gente explotó escenificando enormes marchas, luego que más de 40 estudiantes y jóvenes fueran reprimidos y asesinados por el gobierno orteguista por protestar, inicialmente por una medidas leoninas que se tomarían en contra de los asegurados, convirtiendo después en una lucha sin cuartel por la destitución de la pareja como gobernantes del país. A un mes de iniciado el paro de los estudiantes, la mayoría de ciudades consideradas bastión del sandinismo se ha levantado y el país se encuentra paralizado desde entonces porque el gobierno se niega a dejar de reprimir.
Así, el pueblo llegó al onceavo año de gobierno orteguista. Entre las pruebas fehacientes de que el descontento proviene, en su mayoría, de la base sandinista, están: la negación de los estudiantes – de la Universidad Nacional Agraria, UNA, de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN de Managua y León, de la Universidad Nacional de Ingeniería, UNI – de atacar a los estudiantes universitarios denominados “autoconvocados”, como les solicitaron sus dirigentes orteguistas.
La rabia no se hizo esperar, atacaron sus universidades, los pusieron presos, los golpearon y varios de estos enlistan los muertos; las ciudades y barrios símbolos de la resistencia sandinista contra la dictadura somocista como Monimbo, Matagalpa, León, Jinotepe, Diriamba y Estelí son los principales escenarios del levantamiento de los estudiantes y ciudadanía contra el régimen dictatorial de Daniel Ortega y Rosario Murillo. ¿Es o no un proceso de lo que los sociólogos llaman implosión?
Atrás quedaron los postulados del FSLN, de 1969, que nunca se cumplieron: “poder popular, plan especial para la Costa Atlántica y región en máximo abandono, tierra para los campesinos, no más explotación ni miseria, emancipación de la mujer, honestidad administrativa, revolución en la cultura y la enseñanza, respeto a las creencias religiosas, política exterior independiente, unidad popular centroamericana, solidaridad entre los pueblos, entre otros.
Perfil de la autora
Estudié y hago periodismo, pero nadie me conoce. He tenido la suerte de hacer lo que más me gusta: escribir, desde muy temprano. No he ganado premios y todavía no escribo algo con lo que quede totalmente satisfecha, sin embargo tengo que aceptar que todo lo hecho lo he disfrutado. Siempre tuve ganas de hacer investigación sociológica y lo logré a pesar del estigma de ser periodista. También quise ser antropóloga y estudié esa fascinante disciplina no tanto para ejercerla, sino como hobby para tratar de entender al ser humano. Ahora escribo, pero también cocino, no es una mezcla muy común, pero me gusta.