Resplandores de Abril III
- 09 Sep 2018
- 6:15 p.m.
La Policía Nacional ya no existe
¿Se acuerdan del pago con cocaína que hacía la Policía a sus informantes, según reveló su propio jefe, comisionado Edwin Cordero? Esa fue la mayor evidencia hasta ese momento de lo mal que andaba esta institución. Un amigo mío, albañil y maestro de obra, desde antes de eso me hablaba de la corrupción de la Policía, de una corrupción de todos los mandos que se había generalizado a toda la institución. Escuchaba con reservas a mi amigo, quien hablaba con seguridad y ofrecía evidencias. Fue hace unos seis años o más y él tenía razón. La Policía se entregó sin rubor a los intereses egoístas de una familia y abandonó sus obligaciones con la sociedad y el Estado. Fueron comprados de la misma manera como el Chapo Guzmán, en México, compraba a funcionarios públicos y policiales. Perdieron el rumbo, olvidaron sus obligaciones y se entregaron al enriquecimiento ilícito y la francachela. No tenemos Policía Nacional sino una guardia personal de la familia Ortega Murillo, especialista en no dejar pasar inmigrantes y en abrirles las puertas a los cargamentos narcos, cuando así les ordenan. Actúan fuera de la ley, desaparecen y secuestran personas, ya sea con sus uniformes o como paramilitares, y después las hacen aparecer en El Chipote y estaciones policiales donde las torturan, criminalizan a la gente y fabrican expedientes para que jueces comprados los condenen. Y han aprendido a bailar alegremente y a corear “el comandante SeKeda”. Así funciona este perfecto sistema perverso que ha logrado organizar la dictadura orteguista.
La patria no es de la dictadura
Ahora le resulta conveniente a Rosario Murillo decir que “La Patria es de todos”, cuando su familia ha querido que solo sea de ella y su camarilla. Excluyeron a todo el pueblo con el anillo de hierro con que cercaron su perversa y ofensiva concentración de poder y de riquezas. Ahora que el pueblo se ha levantado en un estallido social pacífico y que demanda “¡QUE SE VAYAN!”, ahora sí para la familia Ortega-Murillo la Patria es de todos. Cree que con su ensalada religiosa-mágica-esotérica todavía tiene el poder de seducir a las multitudes. No termina de tomar conciencia de que cambió dramáticamente la correlación de fuerzas y que la mayoría la tiene la ciudadanía que no los reconoce como gobernantes, que no les da ninguna legitimidad y que los quiere fuera del gobierno. “La Patria no es de todos”, porque la Patria no puede ser de estos criminales, de quienes bañaron de sangre y dolor a Nicaragua, de quienes con su comportamiento despótico y tiránico han cometido una matanza sin precedentes y han humillado, ofendido y torturado a todo un pueblo. La Patria es del pueblo, no de quienes lo traicionaron, no de los cínicos que matan, van a la vela y dicen que las víctimas son los culpables. El país, la nación, no es de la dictadura orteguista, la Patria es de la ciudadanía en resistencia pacífica desde el 18 de abril.
Doble moral: Antes era fantástico ir a la ONU, ahora la dictadura dice que es intervencionismo
El sacerdote militante del Frente, Miguel D´Escoto, participó en una sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas gracias a la hospitalidad de la delegación de Panamá, para denunciar a la dictadura somocista. Entonces eso era bueno. Desde su doble moral, ahora es malo, injerencista y atropella la soberanía nacional, que el Consejo de Seguridad de la ONU se ocupe de las graves violaciones a los derechos humanos cometidas por el régimen sanguinario de la familia Ortega-Murillo, quienes quedaron expuestos ante el mundo como los déspotas que son, los tiranos manchados de sangre de su propio pueblo. Más de 300 muertos y más de dos mil heridos llevan en una cuenta que los conducirá a un tribunal universal de justicia, donde serán juzgados por delitos de lesa humanidad.
Al camaleón Ortega ahora le gustan las banderas de Nicaragua
Durante el acto oficialista de antier, el dictador Ortega estaba en la tarima entre banderas azul y blanco de Nicaragua y unas pocas rojinegras. ¿Desde cuándo le gusta esta bandera, desde cuándo las utiliza en sus actos? Se han acomodado a las circunstancias, la usan hipócritamente, pretenden camuflarse, pero no pueden, porque el azul y blanco es la bandera de lucha del pueblo nicaragüense. Antes su bandera en exclusividad era la rojinegra gloriosa heredada por Sandino, ahora manchada por el orteguismo de sangre de jóvenes universitarios y trabajadores. Esa bandera está sucia y es símbolo de corrupción, de nepotismo, de criminalidad masiva, de dictadura y violación generalizada de los derechos humanos. Ni acompañándose con millones de banderas azul y blancas podrán limpiar su abominable bandera rojinegra que portaban los paramilitares en sus caravanas de la muerte de camionetas Hilux, esta bandera ahora está desprovista de todos los valores y atributos que le había conferido la lucha heroica del General de Hombres Libres.
Los 22 policías muertos también van a la cuenta del dictador Ortega
La Policía les rindió honores a 22 de sus miembros caídos durante la insurrección cívica y pacífica del pueblo, pero no dijo ni una palabra sobre los demás fallecidos, los 300 muertos de la juventud estudiantil y trabajadora y otras personas abatidas por las balas de los policías, antimotines y paramilitares. Esos 22 policías también van en la cuenta del dictador Ortega, porque él los mandó a reprimir y a exponerse. Es cierto que los manifestantes no disponían de armas de guerra en las calles ni en las barricadas ni en los tranques, como los represores que las utilizaron indiscriminadamente para consumar una matanza sin precedentes en la historia nacional, pero trataban de defenderse ante la criminal represión con morteros, tiradoras y armas hechizas que, en contadas ocasiones pueden ser letales. El caso de Morrito sigue confuso, una versión sostiene que los disparos comenzaron en la Alcaldía y otra, que fue un grupo de campesinos armados. Cerca de Mulukukú al parecer se dio un ataque, que es de lamentar. Al pueblo le duelen todos los muertos, incluyendo los policías, porque estos eran de familias humildes, no eran Ortega ni Murillo, ni de ninguna familia de la camarilla opresora, eran policías de hogares humildes, de madres sencillas y pobres que han sufrido como las madres de los universitarios asesinados.
Pedro Joaquín Chamorro y Julius Fucik, en el Día Internacional del Periodista
“Reportaje al pie de la horca” es una narración del horror de la cárcel, de las torturas que los nazis aplicaban a los reos y que sufrió Julius Fucik. Pedro Joaquín Chamorro escribió “Estirpe Sangrienta”, que describe la barbarie en las ergástulas de El Chipote durante la dictadura somocista. Realizamos este paralelismo en la mejor fecha para ello, hoy 8 de septiembre, día en que el formidable periodista Fucik fue fusilado por la Gestapo. A Pedro Joaquín también lo mató un régimen autoritario, la dictadura somocista. Por esto es que hoy conmemoramos el Día Internacional del Periodista, un día de lucha, de renovación de compromisos con la resistencia pacífica del pueblo, sobre la cual debemos seguir informando así como de la brutal represión del orteguismo. Conmemorar es luchar, es decir, contar lo que realmente está pasando, investigar, constatar y publicar y si esto le molesta a la dictadura, pues ni modo, es nuestro deber y por eso nos reprimen. El periodista no va bien con el poder, al contrario, cuando se asocia a este, pierde sentido, se vuelve flojo, fofo y vacío, pierde sus garras y colmillos y se convierte en propaganda.
La entrada al infierno
La entrada a las mazmorras de El Chipote es la entrada al infierno, es el acceso a las salas de tormento heredadas a la dictadura orteguista por la dictadura somocista. Ahí están seres diferentes, carceleros, interrogadores y torturadores implacables, son especialistas del suplicio, en despersonalizar a los prisioneros políticos y convertirlos en un número. Su objetivo es quebrarles la voluntad por medio de la violencia física y sicológica, reducirlos, animalizarlos, llevarlos al borde de la muerte y, sobre todo, de la desesperanza, de la aniquilación total, para poder sacarles declaraciones inventadas, las imputaciones que quieren para realizar otras capturas y repetir el ciclo. De ahí salen “confesiones” y “testigos” encapuchados que luego van a declarar a los juicios políticos con jueces comprados que dictarán sentencia condenatoria. ¿Los torturadores también van a declarar como testigos? Siempre están llenas de jóvenes, estudiantes y trabajadores, las celdas pequeñas de El Chipote, “las chiquitas”, como les dicen, las reducidas celdas de castigo de pisos curtidos, malolientes, infestados de chinches, cucarachas y ratones, las paredes sucias con marcas que dejaron otros prisioneros. Y las torturas: las golpizas, el cuarto frío, la luz cegadora, los ahogamientos múltiples, el chuzo eléctrico, el sonido permanente y taladrante, las violaciones sexuales... Pero son los torturadores quienes avanzan más rápidamente hacia su autodestrucción como personas porque con cada prisionero político torturado se van bestializando más, van perdiendo sus nociones de humanismo y convirtiéndose en una máquina de infligir sufrimiento.
¿Dónde más se puede ver más dolor y llanto?
¿Se puede cuantificar la cantidad de dolor? ¿Se puede cuantificar el llanto? Quizá no, pero sí se puede saber cuál es el lugar donde se concentra la mayor cantidad de expresiones de dolor y donde se ha derramado más lágrimas. Sin duda, y por mucho, es ese pequeño espacio asfaltado ante el portón de acceso a las ergástulas de El Chipote, ese portón inaccesible con guardias sin voz ni voluntad de ayudar. Ahí hemos observado escenas desgarradoras de madres sufrientes que llegan a preguntar por sus hijos, también de esposas y de novias. Ahí hemos visto su inmenso dolor, ese dolor indómito que se resiste a ser apaciguado, que es pulsante y es lacerante y que la invade toda a la madre, le desdibuja el rostro y le causa rictus inexpresivos. La dictadura orteguista, con su represión, causa este inmenso daño. Para remate, sus turbas se han apropiado del lugar y revictimizan a las madres pues se burlan de ellas cuando llegan en busca de sus hijos desaparecidos, secuestrados o capturados. También las culpan, porque desde la narrativa fantástica inventada por el régimen, el orteguismo es la víctima. Las insultan, les dicen “asesinas” a estas mujeres con hijos asesinados o desaparecidos. Es hiel en la herida, dolor sobre dolor. Una creación más en ese catálogo del horror que la familia Ortega-Murillo está desplegando para martirizar a la ciudadanía.
Los estalla chimbombas
Una nueva función le asignó la dictadura orteguista a los trabajadores del Estado: estallar chimbombas. En varias ciudades trabajadores estatales armados de algo corto-punzante han dedicado horas a estallar los globos azules y blancos, algunos con leyendas que exigen la libertad de los reos políticos, que ha lanzado la ciudadanía como una nueva forma de protesta que ha “pegado” entre la población y pareciera que se generalizará a todo el país.
Bandera de Nicaragua, la prueba de que Carcache es terrorista
Hasta armas puso la policía como “prueba” del “terrorismo” de Edwin Carcache, pero la prueba más contundente, la prueba mayor, la prueba de las pruebas, es una bandera de Nicaragua que a veces Edwin andaba a la espalda, asida de su cuello. Esta es la “prueba” terrible de los “delitos” cometidos por este joven exestudiante de la UCA, graduado de comunicador social. Envuelta en una bolsa plástica y numerada, la “prueba” será trasladada cuidadosamente hacia el juzgado donde un juez venal cumplirá la orden de culpabilizar y condenar a este luchador patriótico. La bandera de Nicaragua encontrada a Carcache, demostrará su comportamiento terrorista, dirán que la hizo ondear en múltiples manifestaciones, plantones, vigilias, caravanas, piquetes, etcétera, y sobre todo, en el expediente prefabricado por los fiscales corruptos se leerá que la mayor atrocidad cometida por este individuo fue que intentó poner la bandera sobre el escudo de un antimotín que se le interponía impidiéndolo marchar. –Edwin Carcache andaba esta bandera azuliblanco, por tanto, es culpable.--, dirá al Juez.