None

Multimedia

Avistamiento de aves, una conexión ecológica entre afición, ciencia y conservación

EcoPeriodismo | 07 Dic 2025

Avistamiento de aves, una conexión ecológica entre afición, ciencia y conservación

Centroamérica se ha convertido en un destino atractivo para la observación de aves, sin embargo, muchas especies son amenazadas por la cacería, el tráfico ilegal y la destrucción de su hábitat, además de la introducción de especies exóticas exógenas.

Lo que enfrenta la región no es únicamente un desafío de conservación, sino una carrera contrareloj para proteger aves emblemáticas y en riesgo de desaparecer, cuyo futuro parece depender de las amenazas mencionadas.

El istmo centroamericano permite a millones de aves migratorias un paso estacional en su constante movimiento, algunas especies lo hacen a lo largo de todo el continente.

Las especies endémicas junto a las aves migratorias que se asientan temporalmente en la región, permiten la observación de una diversidad de aves, lo que constituye una vía para promover la educación ambiental, impulsar programas de protección y conservación, así como dinamizar economías locales a través del ecoturismo.

El informe Estado de Conservación de las Aves del Mundo 2022, publicado por BirdLife International, refiere que los datos de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), muestran “que 1,409 especies se consideran amenazadas, de estas 755 se clasifican como vulnerables, 423 en peligro y 231 como en peligro crítico. Lo equivale al 12,8 % de todas las especies de aves existentes”.

De acuerdo a la plataforma eBird, en Centroamérica el grupo más vulnerable son los psitácidos, un grupo de aves muy diverso, en su mayoría de coloración verde, pero además  con variedades de colores y plumajes vibrantes, entre las que se encuentran guacamayas, loros, pericos y cotorras.

Es importante destacar que frente a las múltiples amenazas que enfrentan las aves, existen grandes esfuerzos de conservación. La Agencia de Promoción Turística de Centroamérica (CATA, por sus siglas en inglés), promueve el avistamiento de aves en la región, bajo un diseño estratégico específico. Según explica su secretario general Boris Iraheta “la región ha identificado que la observación de aves puede articular esfuerzos multisectoriales capaces de fortalecer la conservación.

Asimismo, añade que países como Guatemala, Honduras, Panamá y Belice ya contaban con iniciativas locales y clubes de avistamiento, algunos vinculados a la Sociedad Nacional Audubon o a iniciativas globales como el Global Big Day y October Big Day, que organiza la Universidad de Cornell (Estados Unidos). Lo que CATA hizo fue unir estas piezas dispersas y darles un enfoque regional que permitiera impulsar la actividad bajo un marco de sostenibilidad, ética y de accesibilidad.

“En marzo de 2025, con la creación del Centroamérica Big Day, la visibilización conjunta del proceso y como meta final un evento regional de avistamiento, la región logró posicionarse en primer lugar en la plataforma global de avistamiento de Cornell,”, explica Iraheta. Lo cual fue un hito que demostró la fuerza de un trabajo conjunto y la creciente participación ciudadana.

Bianca Bosarreyes, especialista en monitoreo ambiental y con amplia experiencia en avistamiento de aves en Guatemala, explica que “los conteos navideños, las plataformas de ciencia ciudadana como eBird y el aumento de guías locales, han permitido que la actividad deje de ser exclusiva de extranjeros”.

La observación de aves ha tenido un crecimiento enorme en la región y ha influido positivamente en el turismo, genera economía, diversión y oportunidades. Sin embargo, no todo es positivo como lo indica Henry Fallas, un aficionado costarricense en la observación de aves.

Desde su experiencia relata que también ha habido resistencia en algunas comunidades que no lo ven como una actividad seria, porque consideran que no aporta beneficios. En ocasiones incluso han ocurrido conflictos, por ejemplo, cuando una especie rara aparece en una finca privada y mucha gente llega sin permiso, algunos dueños se molestan e incluso espantan o dañan a la especie, cuando podrían más bien aprovecharlo de forma ordenada y sostenible”, argumenta Fallas, a la vez, que indica que estos cambios culturales generalmente llevan tiempo.

La pasión de Fallas por la observación de aves ha crecido enormemente con los años. De acuerdo a su relato esto ha sido posible gracias a un proceso de capacitación impulsado por el Instituto Nacional de Biodiversidad de Costa Rica y un proyecto de The Nature Conservancy. El aficionado costarricense confiesa que dicho proceso le ha permitido combinar su interés por las aves, con una polifacética carrera como guardaparques, parataxónomo (identificación de especies en campo), guía naturalista, bombero y educador ambiental.

“Al principio lo veía como una actividad recreativa y divertida, pero con el tiempo se convirtió en una verdadera pasión. Fue emocionante descubrir las especies que teníamos alrededor de la comunidad, identificar colores, comparar con los libros y darnos cuenta de que siempre habían estado allí, aunque no las viéramos. Esa sensación de descubrimiento fue la que despertó un interés profundo por todo lo que nos rodea”, explica Fallas.

Avistamiento como estrategia para la conservación

El relato de Fallas es una clara evidencia de que lo que empezó como un pasatiempo propio de científicos, especialistas o una pequeña comunidad de aficionados, ha evolucionado hasta convertirse en una herramienta de conservación que conecta tradiciones culturales, conocimiento científico y estrategias regionales de sostenibilidad.

Es importante mencionar que el avistamiento de aves como actividad recreativa moderna tiene una larga trayectoria a nivel mundial. Según algunos registros esta práctica surge en el  siglo XIX y principios del XX con un interés meramente científico. Sin embargo, en nuestra región resulta una novedad que cada año suma más aficionados y especialistas.

Bosarreyes comenta que, por ejemplo, en el caso de Guatemala hasta hace poco más de una década aproximadamente casi no se escuchaba del tema, “pocas personas conocían los sitios donde podían encontrarse ciertas especies y en general los turistas extranjeros eran quienes traían sus propios guías” refiere.

La especialista asegura además que en lugares como el Lago Atitlán, muchos guías turísticos que antes se dedicaban solo a recorridos culturales ahora incluyen rutas de avistamiento, lo que ha ampliado la valoración de las especies y ha generado oportunidades económicas que dependen directamente de la protección del medio ambiente.

Esta sensación de descubrimiento y conexión con la naturaleza también la evidencia Bosarreyes en su labor diaria, porque ha logrado ver los frutos que emergen de esta conciencia ciudadana al participar en la conservación y monitoreo científico. Ella asegura que gracias a este tipo de esfuerzos se han identificado sitios donde no se sabía que había quetzales y hoy se reconocen como hábitats importantes, lo que a su criterio incentiva la protección local y fortalece el aprendizaje ambiental.

Fallas por su parte considera que el avistamiento de aves, acompañado del componente educativo en función de crear conciencia sobre la importancia de la protección y conservación tiene un enorme impacto en las comunidades, pues permite que se valore lo que se tiene y que antes no se apreciaba. “Cuando las personas empiezan a conocer las aves, a entender que algunas reflejan condiciones climáticas o cambios ambientales, surge mayor conciencia”, asevera.

Para Jhonnattan Valdés Uribe, miembro de BirdLife International en Ecuador, las plataformas como eBird son herramientas muy poderosas de ciencia ciudadana. Asimismo agrega que estas, si bien no sustituyen otros métodos científicos, democratizan el conocimiento y permiten que más personas participen en el monitoreo de la biodiversidad. “No se puede conservar lo que no se conoce”, acota.

Los testimonios desde la experiencia científica o turística surgidos bajo un enfoque de sostenibilidad, se ven unificados en un espíritu por la conservación de las aves en la región. Tanto en el ámbito científico como al turístico, cada vez llegan más adeptos que contribuyen al despertar de la conciencia ambiental a favor de las aves desde las playas, selvas o ciudades de Centroamérica.

El Comité para la Defensa y Desarrollo de la Flora y Fauna del Golfo de Fonseca (CODDEFFAGOLF), junto a comunitarios, realizan monitoreo de aves en la Laguna de Invierno El Guapinol en Honduras.

Un monitoreo que activa alarmas

Desde la perspectiva científica, Bosarreyes subraya que las herramientas de monitoreo aportan datos esenciales para entender qué está ocurriendo con las especies en peligro. Los registros simples en eBird permiten analizar tendencias poblacionales y cambios en la presencia de especies a lo largo del tiempo, mientras que metodologías especializadas, como puntos de conteo o redes de niebla, contribuyen a medir densidades, estudiar ciclos reproductivos y rastrear rutas migratorias, por ejemplo, aves capturadas en Guatemala y posteriormente encontradas en Canadá o Estados Unidos, permite identificar su constancia en un sitio.

Proyectos continentales como Migratory Shorebird Project, con presencia a nivel centroamericano, han demostrado la importancia de este trabajo regional al actualizar el estado de conservación de aves playeras gracias a más de una década de datos recolectados desde Estados Unidos hasta Chile.

La especialista explica que en el caso del monitoreo de aves playeras se emplea una metodología híbrida, en la que se cuentan individuos dentro de un sitio a una distancia determinada y existen otros métodos dedicados específicamente a la búsqueda de una sola especie cuando se requiere un monitoreo muy dirigido.

Pero la información científica también revela un panorama alarmante. En Guatemala, los bosques nubosos y de montaña se encuentran entre los ecosistemas más sensibles, porque sufren presiones constantes por pérdida y degradación de hábitat, impulsadas por cambios de uso de suelo, expansión urbana sin planificación y efectos del cambio climático que obligan a muchas especies a desplazarse hacia zonas más elevadas y reducidas.

“También los bosques secos muestran una degradación acelerada, sobre todo en la costa del Pacífico, donde han desaparecido grandes extensiones sin que existan suficientes áreas protegidas que garanticen su conservación”, agrega Bosarreyes.

Aunque Guatemala no cuenta con especies endémicas estrictamente nacionales, alberga especies regionales altamente especializadas que hoy enfrentan riesgos severos.

Bosarreyes menciona casos como el pavo de cacho, antes común en distintas zonas del país y ahora restringido a áreas volcánicas tras décadas de cacería y pérdida de bosque. Otras especies, como faisanes, tinamúes y varios patos migratorios, siguen bajo presión por la cacería ilegal.

La realidad no es muy distinta en el resto de Centroamérica. Iraheta explica que la región encara desafíos crecientes vinculados al clima, como la presencia de aves en zonas urbanas debido a la falta de agua o la reducción de su hábitat, así como posibles enfermedades y alteraciones en los ciclos migratorios causadas por inviernos más cálidos en el hemisferio norte.

Al respecto, el informe de BirdLife International indica que en Centroamérica el 38% de áreas clave para la biodiversidad de aves coinciden con áreas urbanas, lo que supone una gran amenaza para la biodiversidad mundial. La expansión de las áreas residenciales y comerciales casi siempre está asociada con el desarrollo de infraestructuras relacionadas, como carreteras y tendido eléctrico, que agravan los peligros para la naturaleza.

“Muchos bosques se han perdido por lotificaciones y no existen políticas robustas que regulen ese proceso”, lamenta Bosarreyes a la vez que advierte que esta situación en Guatemala se debe en parte a la debilidad institucional, la falta de cumplimiento de leyes ambientales, la ausencia de áreas protegidas en zonas clave y el mal manejo  de las áreas protegidas existentes. También se suman otros factores críticos como la falta de estudios de impacto ambiental adecuados y el escaso seguimiento a las normas de uso del agua y del suelo.

La degradación de ecosistemas claves para las aves se ven principalmente amenazados por el avance de la presencia humana. Según BirdLife International, aproximadamente el 40% de los bosques en Centroamérica poseen una baja integridad para la biodiversidad, siendo una de las regiones más afectadas a nivel mundial.

Cuando el hábitat se degrada, disminuyen las probabilidades de detectar y observar aves. Plataformas como eBird permiten evidenciar la desaparición local de avistamientos. Al respecto Valdés Uribe advierte que “esto refleja pérdidas en funciones ecológicas clave, como la dispersión de semillas, el control de insectos y la polinización”.

Científicamente se ha comprobado que la pérdida de una sola especie puede desencadenar efectos en cadena dentro de un ecosistema. En ese sentido Bosarreyes explica que la desaparición de un colibrí, por ejemplo, alteraría procesos de polinización y tendría impactos impredecibles en la dinámica ecológica.

De acuerdo a la especialistas, en el caso del quetzal, el impacto sería doble: Ecológico y cultural, dado que en Guatemala esta exótica y colorida ave forma parte de la identidad nacional y su eventual desaparición expondría no solo un fracaso ambiental, sino también la ruptura de un símbolo profundamente arraigado en la memoria colectiva.

Por su parte Fallas considera que las cotingas, una familia de aves tropicales cuya presencia se extiende desde México hasta Sudamérica, son una de las especies más amenazadas en la región debido a la deforestación y pérdida de frutos esenciales para su alimentación y su coloración, situación que afecta a los machos en su reproducción.

También refiere que hay especies endémicas muy restringidas a pequeños territorios, y advierte que  “si esos hábitats desaparecen, desaparecen con ellos”. Asimismo afirma que lo mismo ocurre con especies como el soterrey roquero (Salpinctes obsoletus) en Nicaragua, el búho virginiano (Bubo virginianus) en zonas donde es escaso, o el correcaminos (Geococcyx velox) en regiones del norte.

Uno de los problemas más graves que enfrentan las aves a nivel global es el avance de la frontera agrícola, especialmente la industrial cuando es mal manejada, porque transforma los ecosistemas para la producción y no para mantener sus funciones ecológicas.

Según Valdés Uribe, existen alternativas como la agroforestería, los sistemas mixtos y las cercas vivas con vegetación nativa, que permiten compatibilizar producción y conservación. Sin embargo, muchas veces falta voluntad para invertir en estos modelos, pese a que podrían satisfacer tanto la seguridad alimentaria como la conservación de la biodiversidad.

El tráfico de vida silvestre: Uno de los negocios más lucrativos a nivel global

Según la UICNlas especies sensibles se definen como algunas aves que se enfrentan a diferentes riesgos como la captura, la muerte selectiva o molestias concretas”.

El comercio ilegal de aves salvajes es uno de los principales riesgos al que se enfrentan muchas especies. A pesar de la legislación y la regulación internacional sobre el comercio de aves salvajes, este sigue siendo una amenaza notable. 

Los psitácidos son una familia de aves emblemáticas de Latinoamérica, pero su colorido y simpatía los ha colocado en una posición de alto riesgo, según indican diferentes organizaciones de protección ambiental como Loros Sin Frontera.

Existe una cultura ancestral basada en conservar como animales de compañía a los papagayos, las loras o especies similares, lo que ha incentivado el comercio internacional y doméstico, provocando en varios casos una disminución significativa.

En las carreteras de Nicaragua, así como en las ciudades, se suele observar el comercio ilegal de aves sin ningún tipo de regulación por parte del Ministerio del Medio Ambiente. Fotografía / EcoPeriodismo

El tráfico de fauna es el tercer negocio ilegal más lucrativo del mundo, después de las drogas y las armas, según indica Valdés Uribe. Además de los psitácidos, las aves canoras (especies que cantan) son especialmente afectadas, principalmente para “mascotización” y concursos de canto, en países como Colombia, Surinam y Perú. Asimismo, agrega que a menudo influyen la falta de vigilancia, la escasa voluntad política y la interacción entre actividades ilegales y conservación, lo que incluso pone en riesgo a quienes trabajan en estos territorios.

La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), busca regular este comercio, pero persisten vacíos por corrupción, falta de control y debilidades en las aduanas. Valdés Uribe considera que una solución clave es trabajar con comunidades locales, generando alternativas económicas para que se conviertan en aliadas y guardianas de las especies.

Es común que muchas familias en Centroamérica tengan psitácidos en jaulas como animales de compañía por su color o la simpatía que genera su capacidad de imitar sonidos. Fotografía / EcoPeriodismo

De acuerdo a la UICN, la Lapa Verde (Ara ambiguus) y Lora Nuca Amarilla (Amazona auropalliata) son las dos especies más amenazadas en Centroamérica al encontrarse en el rango de En Peligro Crítico, esto hace que se estén realizando los mayores esfuerzos para la recuperación de su población.

En algunos casos existen extirpaciones locales, es decir, extinciones en determinadas regiones, aunque la especie sobreviva en otros países. “Por ejemplo, la lapa verde mayor (y la lapa roja) se ha extinguido localmente en algunos países, como El Salvador, aunque persiste en Costa Rica, Panamá y otras regiones”, afirma Valdés Uribe, quien coincide con datos de la UICN.

La Lapa Roja es una especie de Menor Preocupación según la Lista Roja de la UICN, sin embargo, en los últimos años ha habido una disminución en las poblaciones. Fotografía / EcoPeriodismo

Loros Sin Fronteras expone que las políticas de conservación rara vez están acompañadas de esfuerzos sistematizados para aplicar la ley en el tráfico ilegal de psitácidos, cuya demanda antes provenía principalmente de Estados Unidos y Europa, sin embargo, en las últimas décadas la mayor demanda es doméstica a nivel de Mesoamérica.

Al respecto, Fallas desde su posición como observador de aves y guardaparques costarricense, comenta que esta demanda doméstica, es un “problema persistente de la gente que mantiene aves enjauladas solo para escuchar su canto. Siempre les digo que puedo facilitarles una grabación si lo que quieren es escuchar al ave, pero sin causar daño”.

En algunos países el saqueo ilegal se mide en decenas de miles de ejemplares y para la región puede significar centenas de miles. Según Loros Sin Fronteras esta actividad ilícita se realiza primordialmente en la época de reproducción en la que no solo se pierden los polluelos, sino muchas veces los nidos e incluso los árboles donde están los nidos.

Loros Sin Fronteras también advierte que las redes sociales y otras plataformas digitales se han convertido en un nuevo escenario para el tráfico ilegal, donde existen pocas regulaciones o las autoridades de cada país no tienen la capacidad de enfrentarlo sin el apoyo de denuncias públicas. Hoy en día los traficantes tienen la capacidad de llegar a un público mayor de consumidores, lo que resulta más insólito es que algunos ejemplares son enviados a través de compañía de mensajería, indica dicho organismo.

Los esfuerzos de conservación en la región

Los especialistas coinciden en que las alianzas multisectoriales son esenciales. Guatemala ya ha avanzado con una Mesa de Turismo de Naturaleza que reúne al sector público, privado, académico y comunitario. Un modelo que según Iraheta podría replicarse en otros países para fortalecer la coordinación y la educación ambiental.

Para Bosarreyes, esta articulación debe complementarse con políticas públicas sólidas, cumplimiento real de leyes ambientales, más áreas protegidas en zonas críticas y estudios de impacto ambiental serios que permitan frenar la pérdida acelerada de ecosistemas.

Valdés Uribe también comparte otras experiencias positivas en Centroamérica, como organizaciones en Nicaragua que trabajan con la lora nuca amarilla (Amazona Auropalliata) o iniciativas en Costa Rica como Ara Manzanillo y la Macaw Recovery Network.

A pesar del saqueo de nidos, los programas de conservación en la región han mostrado resultados positivos con el aumento de poblaciones de aves. Fotografía / Cortesía

Estos esfuerzos también surgen a nivel individual apostando por la educación ambiental. La afición de Fallas lo llevó a publicar en 2024 el libro “Aves del Pacífico Sur de Costa Rica”, una obra producto de nueve años de trabajo, donde predominan las imágenes de las aves e incluye nombres comunes, en inglés, español, francés, además de sus nombres científicos. Su esfuerzo también ha contado con el apoyo de proyectos institucionales, para donar ejemplares en centros educativos.

Fallas relata que la difusión principal ha sido por redes sociales porque facilita mucho el alcance. “A nivel regional, la observación de aves ha fortalecido la conexión entre aficionados y expertos. Participamos en grupos internacionales de WhatsApp, compartimos avistamientos por temporada y organizamos viajes entre países.

Así mismo, agrega que la cercanía con Panamá y Nicaragua les ha permitido planificar expediciones conjuntas para buscar especies difíciles o ausentes en nuestros territorios. Es motivador coordinarse por redes sociales, compartir fotografías y experiencias, y crear una red de amistades que gira alrededor de esta pasión”, expresa Fallas.

El avistamiento de aves se ha convertido en un puente entre ciudadanos, ciencia y conservación. Su crecimiento en Centroamérica demuestra que lo que inicia como un pasatiempo puede catalizar cambios estructurales, inspirar protección del hábitat y abrir nuevas oportunidades para las comunidades que dependen de la naturaleza.

“Lo que me motiva a seguir en la observación de aves es la parte educativa y el contacto con las personas. Cuando comparto información y alguien me dice que nunca había visto tal especie o que ignoraba que estaba a su alrededor, siento que vale la pena”, manifiesta Fallas.

La observación de aves no es solamente un atractivo turístico, constituye una puerta de entrada al conocimiento ecológico y a la conservación de los ecosistemas. El contacto directo con el hábitat genera aprendizajes que difícilmente surgen en un aula o en la ciudad. Tanto Iraheta como Fallas, coinciden y enfatizan la importancia de la educación ciudadana en este proceso.

“A pesar de este contexto adverso, vemos tendencias positivas: el fortalecimiento de clubes de avistamiento, las mesas de turismo de naturaleza, y la integración del sector turístico desde una perspectiva de sostenibilidad (…) Pensar primero en la conservación y la aproximación ética al avistamiento y sólo después en el producto turístico, puede servir como barrera de protección ante los riesgos que enfrentan las aves en la región”, expresa Iraheta.

Esta visión también es compartida por Valdés Uribe, que como conservacionista considera que es importante mantenernos positivos respecto al destino ambiental en la región. Es posible lograr una armonía entre el bienestar humano y el de los ecosistemas, con conocimiento, esfuerzo y voluntad política y social. Solo así podremos asegurar un futuro para las aves y para nosotros mismos.

Multimedia | Avistamiento de aves, una conexión ecológica entre afición, ciencia y conservación