Tres especialistas explican en qué momento la vida de una mujer corre peligro

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Caminata de mujeres para exigir reconocimiento y justicia por femicidios en el Viejo, Chinandega / 13 de julio 2014 • Foto: Archivo / Onda Local

Nicaragua, cerró el año pasado con la alarmante cifra de 71 mujeres víctimas de femicidios, según datos recopilados por la organización Católicas por el Derecho a Decidir. Y al menos, 130 mujeres escaparon de ser asesinadas por su compañero de vida.

Tres líderes feministas consultadas para este reportaje exponen las señales de alerta “que deben advertirnos a todos que una mujer se encuentra en grave riesgo”. 

Primera señal: Cambios de comportamiento 

María Teresa Blandón, fundadora del colectivo La Corriente.

Lamentablemente hay muchísimas mujeres que están en riesgo de sufrir violencia en sus distintas manifestaciones: sicológica, física, sexual, patrimonial, debido al machismo de los hombres que recurren a estas agresiones como modo de sometimiento.  

Estas manifestaciones de violencia nunca se demuestran desde el inicio. Como en cualquier enamoramiento, al inicio ellos ponen lo mejor de sí. Pero cuando sienten que ya lograron su propósito hacen lo que han aprendido y tratan a la mujer como si fuera de su propiedad.

Estas mujeres se desconciertan cuando ven que el buen trato, los buenos modales y el romance se trastocan en violencia. No entienden el porqué esos hombres se transformaron de forma tan drástica, pero no fue que cambiaron. Ellos fueron educados para actuar así. 

La mujer lo justifica pensando que él tuvo un mal día o tuvo un problema y se desahogó con ella. Él promete no volver a actuar así y ella lo perdona. Lo cierto es que ellos mienten y este comportamiento se convierte en un círculo vicioso que va aumentando en intensidad.

Si la mujer no tiene una red de apoyo (amigos, familia, instituciones del Estado), se va a encontrar muy sola y a merced de su agresor. Todas las mujeres que han sido víctimas de femicidios soportaron por años la violencia de sus parejas.

En Nicaragua no hay una intervención, ni en la familia, ni en la comunidad que prevenga estos comportamientos abusivos, sino que se toleran, se fomentan y se justifican. Y para colmo las instituciones del Estado, que son las encargadas de proteger a las víctimas, no hacen su trabajo. Todo lo contrario muy frecuentemente las acusan, las ridiculizan y las revictimizan cuando llegan a poner una denuncia”.

Segunda señal: Coerción y amenazas 

María Haydeé Castillo, activista y defensora de derechos humanos.

“Una persona que generalmente da bromas que resultan hirientes, te ignora para castigarte, descalifica o ridiculiza frente a otros, te ofende, cela, intimida, amenaza, chantajea y miente puede pasar fácilmente de ese tipo de comportamiento a una fase más agresiva: la coerción.

Esta consiste en ejercer formas de control sobre la mujer como revisarle el celular, prohibir que vea a determinadas amistades, que visite a su familia, que maneje dinero, que vaya a determinados lugares o que use cierto tipo de ropa. 

El nivel de agresividad crece al punto en que cuando el hombre está incómodo destruye cosas en la casa o puede golpear a otros. También puede cachetear, pellizcar o arañar en forma de “juego” a su pareja. Estas son “caricias agresivas”. 

Luego pasan a las amenazas con objetos, animales o lo que se les ocurra. Pueden llegar más allá, hasta tomar a la fuerza a la mujer o mutilarla. Estas son señales clarísimas de que la violencia puede avanzar hasta un femicidio.

Pero no es que las víctimas no detecten a tiempo las señales del agresor, sino que las personas violentas casi siempre tienen una gran capacidad de manipulación. Van tomando control sobre la víctima hasta generar pánico, miedo a reaccionar por lo que le pueda pasar. Lo peor que se puede hacer en estos casos es guardar silencio y vivir la violencia en soledad”. 

Tercera señal: ¨Te pego, porque te amo¨

Mirna Blandón del Movimiento Feminista de Nicaragua.

“Para saber si una mujer está en riesgo podríamos hacer una larga lista de señales. Pero es más importante hablar sobre los “mandatos de género”, es decir, cómo la sociedad nos enseña a ser hombres y mujeres, de acuerdo con el sexo, en una cultura profundamente machista.

Esta sociedad normaliza comportamientos autoritarios y agresivos en los hombres y sigue diciéndole a las mujeres que “calladitas se ven más bonitas”. Esto le hace daño a los propios hombres y a sus círculos más cercanos.

¿A qué se debe que las víctimas de femicidio no detectan las señales a tiempo? Para detectar esas alertas es importante reconocer el daño que la “pedagogía del género” hace sobre nuestras vidas, es importante desnaturalizar la violencia y concebirla como un problema social y de salud pública.

Resulta de vital importancia desmontar ideas que colocan a la violencia como un problema que se soluciona en casa y que nadie debe intervenir; liberar de culpa a las mujeres, niñas y adolescentes que atraviesan situaciones de riesgo. Y entender que los agresores se valen de muchos chantajes para hacerle creer a sus víctimas que los abusos son cometidos porque las aman, porque las quieren proteger o porque algo en ellas necesita mejorar. 

No se puede responsabilizar a las víctimas de no detectar las señales de alerta. Lo más probable es que sí lo hicieron, pero cuando lo denunciaron en la policía las mandaron a mediar con su agresor. O les dijeron que en pleitos de pareja la policía no tiene nada que ver. 

Tal vez pidieron ayuda en su familia o comunidad religiosa, pero les dijeron que por el bien de la unidad familiar debían tolerar el comportamiento de su pareja. Como sociedad también debemos actuar frente a esta otra pandemia, que siempre ha existido, y que cada año cobra la vida de muchas mujeres”.

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