La gente murmura: Expresiones de resistencia ante la censura en Nicaragua
- 26 Jul 2024
- 1:39 p.m.
La realidad de Nicaragua es opuesta a la que vende la dictadura a través de su propaganda. • Foto: Onda Local
“Nicaragua suena muy bajito, con una voz muy discreta, suena con códigos, la gente te habla en claves, con susurros y a veces ni suena”
Otoniel Martínez, periodista mexicano.
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Son los últimos días de abril en Managua. Un mes que duele. El mes que se recuerda a las primeras víctimas de la rebelión cívica de 2018. La gente lo conmemora en silencio, reflexiva, dolida, meditabunda; con desesperanza, pero también con esperanzas.
Casi nadie osa hablar del tema abiertamente por temor a la feroz persecución y la censura impuesta por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. La gente se expresa casi murmurando, muy quedito como bien lo describió el periodista mexicano que hace dos años llegó a Nicaragua y retrató en un documental la cotidianidad nicaragüense.
El calor que azota la caótica capital nicaragüense al finalizar el mes que antecede a un ansiado mayo lluvioso, es casi insoportable, hace destilar el sudor a chorros, aun sin estar haciendo actividad física alguna.
-No tardan en caer las primeras lluvias, ya se siente la presión- dice una señora mientras frota una toalla en su frente para secar el copioso sudor que transpira.
La señora vende chiverías, frutas y refrescos en la parada de buses ubicada en el sector del Centro Comercial Managua, en las cercanías de la estación IV de la Policía. Ella conversa con otra vivandera.
Mientras tanto, la gente va y viene. Bajan y suben de los buses, que también van y vienen. Ahí pasan y se detienen varias de las rutas que recorren diariamente las arterias capitalinas, de norte a sur y de este a oeste.
Cobradores de las unidades interlocales que salen del mercado Roberto Huembes en dirección a Carretera a Masaya, asomando su cabeza por una ventana o guindados en la puerta, pregonan repetidas veces los nombres de los municipios de destino. Ticuantepe, Masaya, Granada, La Concha, están entre los nombres que se escuchan.
Es una concurrida y agitada parada, como muchas otras en Managua, y aunque ya no es la hora pico, pues ya pasa de las 9 am, la gente bulle; vendedores ofrecen sus productos, varias personas cruzan la calle, apresuradas, pero con prudencia. Taxistas suenan su claxon para hacer notar su presencia a potenciales pasajeros que esperan en la bahía.
En medio del agobiante calor, se escucha el bullicio propio de una ciudad activa. A simple vista, todo parece normal, pero no es así. La realidad es otra y muy cruda.
Managua parece una ciudad activa, una ciudad viva; la gente pulula en los mercados, centros comerciales, calles y avenidas. Por las tardes y noches, los bares se ven concurridos, pero en realidad todo está atravesado por una falsa realidad. Managua no es una ciudad que vive, Managua es una ciudad que sobrevive. Lo que ocurre y se palpa en la capital también se proyecta en todo el país.
Una exestudiante de la antigua UCA que accedió hablar lo tiene claro: “En el fondo la misma población sabe que es así, la gente disimula para no deprimirse, porque al mal tiempo hay que ponerle buena cara” comenta.
“Aquí se vive una falsa normalidad, vos ves a la gente como sale todos los días a trabajar, a las calles, a los mercados; hacen sus compras, sus mandados, tratan de vivir el día a día como si no pasara nada, pero también se siente el hastío, todos estamos conscientes que vivimos bajo la opresión de una dictadura” asevera.
Pero, ¿cómo tras esa aparente normalidad la gente expresa su descontento?, le preguntamos. “Bueno, la gente prefiere no hablar por miedo. Aquí todo mundo se cuida de todo mundo, sin embargo en lo personal creo que callar no es una opción. Hay que desahogarse a como sea” responde.
-¿Y vos cómo lo hacés?- “En redes sociales y grupos de Wathsapp, pero no te voy a dar más detalles” responde sonriendo.
La joven ex UCA, quien no pudo terminar su carrera, lamenta que las expresiones de resistencia cada vez son menos visibles, pero considera que detrás de eso tiene que haber algo que se puede dejar venir en cualquier momento. “La aparente calma que vivimos es relativa, hay un silencio muy feo, que en cualquier momento se va romper” opina.
“La gente sale para escapar de la realidad”
Nuestra fuente quien trabaja administrando un bar familiar, reconoce que hay fines de semana que el local se llena, “la gente celebra, come, toma, canta, se ríe, como si todo estuviera bien”, pero eso a su criterio no es algo que esté mal, porque “la gente tiene que darse su escapadita”.
Ella refiere que ha visto muchas críticas en redes sociales en contra de la gente que se divierte en medio del contexto adverso, “hay gente que vive criticando a las personas que van a los conciertos, a las hípicas, a los que hacen paseos al mar; pero en realidad creo que en Nicaragua somos personas alegres, 'pateperros', y no podemos quedarnos encerrados porque nos agarra la depresión. Hay que seguir viviendo” aduce. Ella considera que esas también son formas de expresar resistencia ante la sórdida realidad que se vive.
Sin embargo, también cree que a pesar de lo anterior, existen tres vertientes o segmentos entre la gente que sale a entretenerse. Primero está la gente que, a pesar de estar consciente de la realidad y de vivirla con dolor, procura escapar de esta de vez en cuando, darse un respiro por salud mental, pero “son personas que no están conformes y lo que más desean es un cambio en el país”.
El otro grupo es el de gente que se posiciona indiferente ante la realidad. Gente que, aun siendo opositora, se hace de la vista gorda “creo que es gente conformista, gente que piensa, 'ni modo, esto es lo que tenemos, es lo que nos toca'.”
Y el tercer grupo es el de los simpatizantes del gobierno, los que defienden a capa y espada el proyecto dictatorial de la familia Ortega-Murillo.
Considera que cuando la gente llega a su negocio, en este convergen las tres vertientes que menciona. Aunque reconozca la afinidad de algunos clientes frecuentes, en el bar la gente se despoja de los colores políticos, “no hay diferencias, aquí todos parecen iguales; lo mismo pasa en los parques, en los estadios, en las discotecas” asegura.
“Aquí viene de todo, este lugar, como otros de recreación y esparcimiento, generalmente son espacios neutrales, cuando la gente trata de disfrutar hace a un lado el tema político (…), aunque yo tenga mi postura definida, aquí no podemos rechazar a nadie, pues nosotros también tenemos que comer” concluye.
Periodismo en resistencia
El ejercicio periodístico en Nicaragua es otra expresión de resistencia y sin duda alguna, una de las más riesgosas.
Varios periodistas aun resisten dentro de las fronteras nicaragüenses, lo hacen clandestinamente y desde el anonimato en medio de las dificultades y el peligro que representa. Son hombres y mujeres que se han resistido a abandonar el país, permanecen con perfil bajo, ocultos, pero trabajando.
De acuerdo a organizaciones defensoras de derechos humanos, la cantidad de periodistas que se han visto forzados al exilio ya supera los 260 desde 2018 hasta la fecha. Solo en el primer cuatrimestre de este año al menos 26 periodistas se vieron obligados a abandonar Nicaragua por motivos de seguridad.
En ese trajinar que conlleva la pasión por informar, una de las mayores dificultades es acceder a fuentes que años atrás se complacían dando entrevistas, pero que hoy se resisten por su seguridad, como ocurrió mientras buscábamos información para este trabajo, la experiencia se describe a continuación.
La búsqueda infructuosa de la mirada analítica desde la sociología
Para la realización de esta crónica intentamos contactar a dos sociólogos con la idea de obtener de ellos un análisis desde el punto de vista sociológico y como observadores participantes del contexto.
Pese a que les prometimos confidencialidad, anonimato y todas las precauciones posibles para proteger su identidad y su integridad, obtuvimos respuestas negativas.
- “Estoy rodeado de bastantes árboles, frondosos, que están captando lluvia”, fue la respuesta espontanea de uno de ellos al explicarle brevemente el motivo de la solicitud. Un mensaje codificado con ingenio para advertirnos que en ese momento no podía hablar porque estaba expuesto a cierto riesgo o peligro.
Esa forma de responder cada vez es más frecuente. Es una manera de protegerse de “los moros en la costa” o de “las paredes que escuchan”.
Intentamos con un segundo profesional de la sociología, y este también rehuyó limitándose a decir que estaba pasando serias dificultades. Aunque lo lamentamos, comprendimos que la autocensura también es un mecanismo de protección.
Las redes sociales: Una alternativa para seguir resistiendo
Nicaclic, es la página de un activista digital nicaragüense, quien no desaprovecha ni una sola oportunidad para expresarse en las redes.
Lo hace principalmente para denunciar cada arbitrariedad del régimen que esté ligada a la violación de los derechos humanos, pero también recurre al humor, para burlarse de la pacotilla en el poder. Esa es su válvula de escape. “Tenemos que desahogarnos y el humor y las redes son una de las vías que aun tenemos para hacerlo” asegura.
El activista tiene 4,600 personas que lo siguen en la red social X, reconoce que la gente reacciona y comenta menos que antes, pero pese a ello, no deja de publicar. Él suele medirle el pulso a su cuenta en esta red social, para ver cómo anda el tráfico, las reacciones de sus seguidores, los comentarios y las publicaciones compartidas. Pero también suele monitorear otros perfiles que continúan activos contra la dictadura.
Hay síntomas de cansancio y desesperanza
Al respecto admite que efectivamente ha bajado un poco la intensidad y frecuencia de las expresiones contra el régimen, “ya no es el mismo ritmo, como hace dos años atrás donde había un mayor eco en cuanto a las denuncias, por ejemplo, respecto a la situación de los presos políticos que quedan, porque todavía hay más de cien; había un mayor eco de las denuncias contra la dictadura de Ortega ante los crímenes de lesa humanidad y pues todo todos los delitos por los que tiene que responder.”
El activista online opina que “esta baja de intensidad o este ritmo descendiente es producto del cansancio, pues porque también cansa, se percibe que hay mayor desesperanza, las personas también se ven afectadas por otro tipo de problemas, todo eso hace que de alguna manera se disminuya ese ritmo en cuanto a las denuncias por las redes sociales”.
Sin embargo, también hace hincapié en que, a pesar de todo, mucha gente se sigue expresando, “hay cuentas que continúan haciendo denuncia y ahí se mantienen siempre en la lucha” asevera.
Un asunto de convicción y de honrar a las personas asesinadas
Respecto a su cuenta en X, explica que la mantiene anónima por seguridad y el anonimato es lo que le permite estar denunciando permanentemente a la dictadura. No lo dejará de hacer mientras pueda, porque está seguro que esa es su aporte a la lucha que se libra, aunque sea desde la clandestinidad. “Siempre estoy denunciando, haciendo eco por los presos políticos, por las personas asesinadas, porque conocí a varios de los asesinados, por eso seguiré demandando justicia” afirma.
Recalca que no se puede dejar de denunciar, “mientras se pueda hay que seguir haciéndolo”. En ese sentido transmite su admiración a las personas que no desisten. “Hay cuentas y hay grupos de activismo que continúan demandando y exigiendo el cese de la represión, de la persecución a los periodistas, del asedio e incluso captura a los mismos trabajadores del Estado”.
Añadió que sin duda también hay un hartazgo a nivel interno en el aparato estatal, “hay una implosión en ciernes, hay un descontento que cada vez crece y crece más, al punto que no se descarta que incluso, pueda ocurrir algo más fuerte, desde dentro de las estructuras de la misma organización criminal, porque eso no es en ningún partido político, y sabemos que no hay un Estado que nos represente a todos, lo que hay es Estado terrorista” advierte.
Las voces de los sin voz
El activista digital reconoce la importancia del trabajo de sectores que han sido voces permanentes en esta lucha, entre estos, “el movimiento autoconvocado, algunos influencers, periodistas y medios de comunicación independientes que siguen denunciando y haciendo perfiles de los presos políticos; hay mucho activismo desde la Asociación Madres de Abril, entre otros”.
A su criterio todas estas expresiones dan voz a quienes por diversas razones no pueden expresarse, pero también son quienes ayudan a mantener activa la memoria colectiva y encendida la llama. “Porque no podemos olvidar todo lo que nos han hecho no solo desde el 2018 para acá, sino desde antes con la persecución a campesinos, los crímenes cometidos por el ejército, entre otras tantas cosas que ha hecho en cuanto a violaciones de derechos humanos”.
Hay una importante resonancia hacia fuera de nuestras fronteras
Si bien, dada la radicalización de la dictadura, a lo interno del país hay menos personas usando las redes y por tanto la actividad ha disminuido en cuanto a compartir las publicaciones, pero no así en el exterior.
“En el caso de mi cuenta, sí bien hay muchas personas que siguen compartiendo y dándole me gusta a mis publicaciones, he notado que en su mayoría son nicaragüenses que están en el exterior, personas de la diáspora, que están en Estados Unidos, en Canadá, en Costa Rica, pero también ciudadanos que no son nicaragüenses, pero que también están bajo la bota de una dictadura como son nuestros hermanos cubanos y venezolanos”, explica el activista.
Para él lo importante es que, aunque no haya muchas personas expresándose, quienes sí lo hacen contribuyen a visibilizar hacia afuera que en Nicaragua continúa la persecución, los encarcelamientos arbitrarios, y muchas otras formas de violación de derechos humanos.
“Es importante seguir aprovechando las redes sociales, ya que todavía no han sido censuradas completamente; es clave que sigamos activos en estos espacios virtuales, aunque sea en anonimato” afirma a la vez que recomienda poner en marcha un plan de protección digital, “debemos protegernos de manera segura a nivel de internet por el tema de los ciberataques o los hackeos hacia nuestras cuentas” advierte.
Miradas externas desde adentro: radiografías de lo que se vive en el país
Periodistas y Youtubers de varias nacionalidades se han logrado infiltrar y realizar sus reportajes, dejando clara constancias en ellos de la situación que se vive cotidianamente en Nicaragua.
Las conclusiones a las que llegan es que la realidad de Nicaragua es diametralmente opuesta a la que vende la dictadura a través de su propaganda. Concluyen también que Nicaragua es un país bajo un estado de sitio policial permanente.
Así lo plasmó el periodista mexicano Otoniel Martínez en una serie de reportajes que emitió la televisora TV Azteca.
Martínez llegó a Nicaragua en julio de 2022, ingresó vía terrestre desde Costa Rica por el puesto fronterizo de Peñas Blancas, burló la seguridad orteguista y permaneció en el país dos semanas documentando la realidad nicaragüense, tiempo que le bastó para constatar in situ lo que le contaron colegas nicaragüense exiliados en Costa Rica y para afirmar con certeza que “Nicaragua es un país fachada”.
El comunicador azteca refiere que se encontró con una población nicaragüense que no quiere hablar y quienes se atrevieron hacerlo, le pidieron omitir nombres y fotografías. Según sus propias palabras en Nicaragua impera un “miedo silenciador”.
“Nicaragua suena muy bajito, con una voz muy discreta, suena con códigos, la gente te habla en claves, con susurros y a veces ni suena,” refirió durante una entrevista sobre su experiencia en la tierra de lagos y volcanes.
Otro caso similar es el del periodista de ascendencia nicaragüense Eyder Peralta, quien es corresponsal de la National Public Radio (NPR), el servicio de radiodifusión pública de Estados Unidos.
Peralta Llegó a Nicaragua el año pasado para hacer un reportaje sobre la cotidianidad que vive la población nicaragüense bajo la dictadura Ortega Murillo. Él también ingresó al país vía terrestres, pero lo hizo a través de un puesto fronterizo en el norte del país.
El periodista de NPR, en una entrevista concedida al programa Esta Semana en septiembre de 2023, también “radiografió” al país según su experiencia: “En Nicaragua todo apunta a una normalidad, hay tráfico en las calles, las tiendas están abiertas, los bares están llenos; pero, no hay un opositor en el país, es el único país donde no podés hallar un opositor, es el único país donde no he podido hacer una entrevista en público, todas las entrevistas que hice las tuve que hacer con mucho cuidado y en lugares privados.”
El periodista también comentó, “creo que hay un acuerdo no hablado en Nicaragua, podés vivir una vida normal con tal que no te metás en política, entonces en las calles podés tener una conversación, pero no sobre política.”
Nicaragua es un país “aparentemente normal, en el que se siente el miedo a flor de piel” puntualizó Peralta.
Los contrastes del inicio de julio
A inicios de julio, nos movemos nuevamente por Managua. Esta vez partiendo desde el sector sur, más precisamente de la altura del kilometro 8 de la Carretera Sur, hacia el sector de la Avenida Bolívar, para llegar al centro comercial Plaza Inter.
El tráfico es pesado en la Carretera Sur, pues hace meses se está usando como vía alterna a la Pista Juan Pablo II. El tramo desde el Zumen, pasando por el mercado Israel Lewites, hasta el 7 Sur, está cerrado. A lo lejos, desde el paso a desnivel de Las Piedrecitas, se divisan la maquinaria y los obreros que trabajan en la ampliación de la pista.
La capital está forrada de banderas rojinegras intercaladas con la bandera nacional. Están por todos lados. La dictadura de la familia Ortega Murillo se prepara para conmemorar los 45 años de la caída de la otra dictadura, la de la familia Somoza, la que ellos han sustituido en el poder y superado con creces.
El chocante contraste de la bandera partidaria intercalada con la nacional azul y blanco, es simbólicamente analógico con el contraste del sentir de la mayoría de la población, un sentimiento adverso y de repudio silencioso al que pregona el gobierno en su propaganda. Diversos sondeos revelan que cas el 80 % de la población rechaza al régimen dictatorial de Daniel Ortega.
El ambiente que se respira en Nicaragua es tenso, aletargado, con olor a tristeza. Casi nadie lo dice, pero se percibe en el denso aire, en los semblantes contritos de la gente que espera impaciente en las paradas de buses en la hora punta de la mañana, en la vivandera del mercado, que disimula su tristeza o su inconformidad con una sonrisa, enamorando a los transeúntes con sus típicos pregones que ya pronuncia porque sí, porque es lo que hay que hacer todos los días para captar clientela; para vender algo y poder seguir “friendo y comiendo”.
Dimes y diretes con medias tintas
Nos trasladamos en un taxi gris, un sedán Huyndai un poco maltratado. Al pasar frente a la Embajada de los Estados Unidos, una señora muy elegante le hace parada. Pide al taxista que la lleve a Metrocentro, él le dice que va primero a Plaza Inter, que si no tiene prisa la lleva con gusto. Ella acepta y sube.
La nueva pasajera se muestra afable y parlanchina, saluda y entabla una conversación con el taxista. Le narra que fue estafada por un supuesto abogado que le ayudaría gestionar la visa americana. “Cuatrocientos dólares me robó” asegura.
Luego empieza a hablar de la difícil situación económica del país, sin mencionar el tema político y sin culpar a nadie, hasta que llegamos a la estatua de Montoya para continuar el recorrido de oeste a este o “de abajo hacia arriba” como se suele decir en Managua.
Nos internamos en la Avenida 27 de mayo, misma que sirve de límite norte al perímetro de seguridad de residencial El Carmen, la guarida de la familia gobernante, en ese momento la señora, al ver a los primeros policías de los que resguardan cada cuadra hasta llegar al próximo semáforo, lo dice tajante, pero sin mencionar nombres: “ahí están los culpables de nuestras desgracias.”
El taxista la observa y le responde con una expresión “gallo-gallina”, que le sirve para ocultar su postura. Dedujimos que podría ser una persona prudente, un adepto del régimen o bien, alguien que responde con cautela a los comentarios de sus pasajeros como medida de protección, ante la posibilidad que alguno de ellos no sea más que una persona infiltrada que quiere sacarle alguna confesión sobre su postura política.
“Yo le voy a decir algo doñita, aquí el único en quien hay que creer es el de arriba” riposta mientras apunta con el dedo hacia el cielo. El taxista continúa: “Dios es quien pone y quita reyes, y si a ese (Daniel Ortega) lo tiene ahí todavía es por algo, y estará ahí hasta que Él quiera”, la señora le da la razón, pero le contrargumenta diciendo que a lo mejor con “ese” en el poder, Dios nos está castigando por mal portados.
“Nunca se sabe, no conocemos el propósito de Dios, pero quizá nos está sometiendo a algún tipo de prueba” refuta el taxista.
Recorrido el tramo del perímetro, la señora advierte que hay policías en cada esquina y a ambos lados de la avenida, señala que, aunque no es algo inusual, esta vez, por alguna razón hay muchos más, “están regados por todos lados los angelitos de Dios” refiere en alusión a los tombos orteguistas, recurriendo así a otra de esas expresiones que la gente utiliza para no hacer referencia directa, sea por repudio, por sarcasmo o simplemente porque ya se están volviendo costumbre los eufemismos.
La conversación continúa, pero retoma el cauce inicial, la gestión de la visa y la estafa que le hizo el abogado a la señora, quien al parecer quiere sumarse a los cientos de miles de nicaragüenses que migran huyendo de la dictadura.