El dolor como una memoria inscrita en el cuerpo

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Foto: Carlos Herrera/Confidencial

Nuestro alargado contexto

Es casi final de septiembre del año 2019. La crisis humanitaria donde se acusa al Estado de Nicaragua en manos del partido FSLN, ha cumplido 17 meses. La gravedad de la crisis da cuenta de al menos 300 asesinados, un número no determinado de desaparecidos y un poco más de 70,000 exiliados, es sin duda uno de los capítulos más complejos, por no decir más doloroso de la historia de este país.

El evento límite al que se suele llamar Abril, por haber iniciado un 18 de abril de 2018, es sin duda un evento límite donde es el Estado el que abandona su teórica figura protectora y ataca con todos sus recursos a una sociedad civil desarmada, la estrategia de resistencia frente a la brutal represión ha sobresalido por tener medios pacíficos.

En otras experiencias, cuando una sociedad vive un evento límite, es la figura del Estado la que se ve llamado a proteger y ser la voz oficial de las víctimas, quien suele representar los intereses de la ciudadanía y trasmitir el dolor vivido.

Crímenes de lesa humanidad

Pero, la situación en Nicaragua está llena de complejidades por donde sea que la veamos, no solo porque estamos hablando de una dictadura en pleno siglo XXI, sino porque esta dictadura está siendo perpetrada por un actor que hace 40 años era un actor de izquierda reconocido en el mundo entero por ser un agente liberador de un pueblo, de héroe a villano, pero aquí mismo yo misma me corrijo–héroe –villano, es un análisis muy simple que no aborda la complejidad de la situación, hay miles de ciudadanos nicaragüenses honestos, que creen, confían desde la transparencia de sus creencias en que el FSLN no es responsable de la masacre, y estos nicaragüenses –que no son los parapoliciales, ni los agentes CPC-, están inmersos en la misma sociedad que denuncia al FSLN de crímenes de lesa humanidad.

Por esas variables es que creo que nuestra situación no es sencilla, no es fácil de responder y toda respuesta si/no, norte/sur, héroe/villano no nos dará salidas maduras como sociedad.

El dolor como tortura

Y, sin embargo, pese a lo complejo que esta realidad, hay hechos irrefutables, como la estadística de la pérdida humana: pérdida de la vida, pérdida de cuerpos que no aparecen, pérdida de la confianza de sentirse seguros, pérdidas económicas, pérdidas de sueños, aquí un cuadro resumen de algunas de esas pérdidas.

                              

Hay otras pérdidas que deberemos considerar, una pérdida que no es posible ponerle un número, el dolor.

Hay una antropóloga de la India, llamada Veena Das, que me ha hecho reflexionar a través de sus investigaciones sobre la violencia y el sufrimiento social, ella concibe dos formas del dolor;

…la primera de las formulaciones, el dolor es el medio a través del cual la sociedad establece su propiedad sobre los individuos. Según la segunda, el dolor es el medio disponible para un individuo mediante el cual puede representarse el daño histórico que se le ha hecho a una persona y que a veces toma la forma de una descripción de los síntomas individuales, y otras veces la de una memoria inscrita sobre el cuerpo.  (Das, 2008).

En sus reflexiones, Das plantea que la enunciación del dolor es apenas el inicio de un nuevo vinculo, a mí me es evidente que nuestra sociedad tiene mucho que decir sobre el dolor y lejos de verlo como un estado que imposibilita la movilización, es sin duda el dolor un potencial movilizador y articulador de nuevas posibilidades.

Una vez, en una de tantas reuniones en el marco de Abril, escuché algo que no logré comprobar su veracidad, pero que me impactó y que no volví a ser la misma, alguien comentó que un intelectual dijo “que no se podía negociar desde el dolor”, justificando así –creo yo- la ausencia de la participación en la mesa de dialogo (en ese momento la segunda versión de la Alianza Cívica) de la asociación de Madres de Abril y otras víctimas directas del Estado.

Esta idea, la de “no poder negociar desde el dolor” es una forma de comprender el mundo, no es nueva, tiene al mismo tiempo comprensiones del mundo opuesta, hay mucha experiencia en el mundo donde a partir del dolor se logran crear estrategias de resistencia, por ejemplo el caso de padres de Ayotzinapa, las mujeres sobrevivientes de violencia sexual por parte de militares, paramilitares y guerrilla en Colombia, las Abuelas de plaza de mayo, y ahora en Nicaragua, la Asociación Madres de Abril.

Estos colectivos no buscan intermediarios para expresar el dolor, el dolor les habita a ellos mismos, son sus cuerpos los principales testimonios y vehículos para exigir justicia. Creo que es verdad, que desde el dolor no se puede negociar, desde el dolor se exige. Negociar y exigir felizmente son dos verbos muy distintos, el segundo nos habla de pedir imperiosamente algo a lo que se tiene derecho.

Quiero volver a la definición de dolor que hace la antropóloga Veena Das, hay algo más en la definición que me hace volver una y otra vez, “el dolor  que a veces toma la forma de una memoria inscrita sobre el cuerpo”, me doy cuenta que el dolor en el ámbito individual lo hemos colectivizado, no solo porque compartimos el valor de la vida y la exigencia de justicia, sino además y en un campo más material, porque muchas de los hechos han sido trasmitidos simultáneamente por medio de las múltiples plataformas digitales de las que disponemos como sociedad nicaragüense, creo que no somos espectadores del dolor del otro, somos ese otro al que de forma recurrente atacan, hieren, desaparecen, asesinan.

El dolor como una memoria inscrita en el cuerpo

Cuando pienso en el dolor como una memoria inscrita en el cuerpo, lo asocio a dos casos, el primero el de un adolescente varón de 14 años, fue raptado el 21 de agosto 2018, por 8 agentes de la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía, y con una jeringa con aguja le marcaron las iniciales FSLN. Mientras un policía cubierto el rostro con pasamontañas le tatuaba las iniciales, otro le apuntaba en la cabeza con un fusil AK y el otro caso el de un joven varón de 24 años, ex atrincherado de la UNAN, secuestrado el 10 de junio del 2019 por parapoliciales durante 6 días, apareció con su cabeza rapada, con raspones, con contusiones en distintas partes de su cuerpo y con marca de las iniciales del FSLN en su espalda.

En ambos casos, el secuestro, los golpes y la marca de las iniciales del FSLN hacen que dicho dolor se materialice como memoria mediante la creación de marcas en su cuerpo con las letras FSLN.

El sociólogo francés Durkheim en su libro “Las formas elementales de la vida religiosa” (1976) plantea que el dolor es el medio a través del cual se crea la memoria, en este trabajo Durkeim lo reflexiona desde los rituales de iniciación de sociedades primitivas,

“La mejor forma de probarse a sí mismo y probar a los demás que se es miembro de un cierto grupo es ponerse una marca distintiva en el cuerpo”.

Sin embargo, tanto el adolescente como el joven que fueron marcados son dos personas que de una u otra forma estuvieron participando en acciones de resistencia pacífica frente a los ataques del FSLN, y bajo ninguna forma accedieron por su voluntad a “tatuarse” las letras, sin embargo, el FSLN necesita a toda costa y por coacción sumar miembros, así logro explicar la conducta de los agentes del FSLN al tatuar, quieren a través de la marca FSLN tatuada en los cuerpos de estos jóvenes dejar constancia de que “le pertenecen” al FSLN y que participan de la misma vida moral que el resto de miembros del FSLN.

Como dije antes, estos jóvenes no participaron libremente en este ritual, porque no son parte de ese grupo, ni comparten su moral, y es ahí el punto donde el acto se vuelve una tortura, y es una tortura porque así lo vivieron los dos jóvenes y sus familias;

“Mientras me ponían esas letras, los otros policías se burlaban. Cuando terminaron me limpiaron con limón y con vinagre”. Adolescente, 14 de años.

“A todos los padres de familia que hemos estado enviando a nuestros hijos a la escuela, esto no es normal. Nuestros hijos corren riesgo porque los pueden torturar como le pasó al mío”. Madre del adolescente.

¿Qué hacemos con el dolor?

No tengo respuestas, yo también estoy llena de dolor, más bien quiero despedirme con una reflexión de la antropóloga Veena Das, quiero compartírsela porque me parece una forma hermosa de pensarnos, que lo único que puedo hacer es compartírselas;

… la expresión del dolor es una invitación a compartirlo. Incluso cuando el dolor se inflige con crueldad y sin ninguna razón aparente, ese dolor que destruye mi cercanía con mi propio cuerpo no puede tratarse como una experiencia estrictamente personal. (Das, 2008).

Opinión | El dolor como una memoria inscrita en el cuerpo

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