Se pueden hacer mejor las cosas

Un jurado integrado por la editora de la Revista Envío, María López Vijil; la presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), Vilma Núñez; y el comunicólogo Guillermo Rothschuh, seleccionó a periodistas, heroínas e iniciativas que promueven y defienden los derechos humanos de mujeres, adolescentes y niñas, en el marco de la IV Edición del Concurso Nacional Conchita Palacios, que organizan anualmente IPAS Centroamérica y el Grupo Estratégico por la Despenalización del Aborto en Nicaragua.

“La ciencia no tiene sexo ni credo religioso ni color político, mucho menos estatus, por eso te invito…” rezaba en la pantalla del evento. Un pensamiento de Conchita Palacios, a quien se dedica el concurso y cuyo objetivo para este año era mostrar que se pueden hacer las cosas mejor y diferente, explicó la representante regional de IPAS, Martha María Blandón, quien reconoció además, que cada año son más trabajos y más organizaciones las postuladas.

El Concurso Conchita Palacios reconoció a tres periodistas de prensa escrita en su labor de defender la vida de las mujeres. El primer lugar le correspondió a Amalia Morales, del diario La Prensa, por su artículo “Lo que callan los niños de El Infiernito”.  El segundo trabajo premiado correspondió a Ismael López de la Revista Confidencial por su trabajo titulado “Subregistro de muertes maternas”. El tercero recayó en Matilde Córdoba, redactora de El Nuevo Diario con su escrito “Y usted, cómo aprendió a ser violento”.

Reyna Lira: Heroína

Cuando María López Vijil anunció el primer lugar de la Categoría Heroínas y Héroes comprometidos con los derechos humanos de mujeres y niñas, un fuerte aplauso se apoderó del auditorio. “Reyna Lira, líder campesina de la comunidad de Wasuyuca en Estelí, destacada por su compromiso y liderazgo como promotora y defensora de los derechos de las mujeres”, deliberó el jurado.       

Aunque López Vijil expresó que no había sorpresas en la premiación, Reyna fue sorprendida. “No esperaba recibir este premio”, manifestó al recibir la placa. “No lo esperaba porque lo hacemos por amor, no lo hacemos por interés o por  ser premiadas, sino por cariño. No me lo esperaba, claro que no me lo esperaba”, añadió. 

Reyna Lira no tuvo adolescencia. “Crucé mi primaria, me gustaba prepararme pero no pude porque no tenía cómo, entonces, ahí me quedé”.  Cuando cumplió catorce años la mandaron fuera de la comunidad. En su casa le dijeron que se iba a enamorar y se iba a ir de la casa. “Cuando regresé me propusieron casarme. Yo pensé que esa era la mejor solución porque no tenía ningún conocimiento. Después yo sufría. Por qué me casé, decía yo, si no estaba preparada”. 

Reyna se casó a los quince años. Su marido tenía veintisiete. Doce hijas e hijos -el primero cuando tenía dieciséis- que Dios y el marido quisieron, reflexiona. “Venimos de círculos de violencia. Yo me casé jovencita. Mi marido se aprovechó de ponerme los hijos que quiso y como no teníamos ningún conocimiento. Una va la iglesia y le dicen que si se compromete a tener los hijos que Dios le dé, entonces uno está obediente. Eso debe cambiar y ha cambiado”. 

Nunca es tarde para el cambio

Reyna comprendió que debía cambiar esa relación desigual de poder y emprendió su lucha para lograr autonomía. “Aprendí que no sólo es la cocina, ni estar dependiendo del marido para poder sobrevivir. No quería entrar a la Fundación Entre Mujeres porque me sentía ya vieja, pero como dijeron que no había discriminación por edad, entonces me metí en lleno, fui aprendiendo, no perdí los talleres, empezamos a trabajar la tierra, a sembrar. Me empecé a empapar de todo y a luchar con las mujeres. Ahorita en la comunidad, se ha parado la violencia, los maridos tienen miedo, no maltratan porque las mujeres han empezado a no callar”.

Han logrado generar sus propios recursos para no depender de sus maridos. “Eso nos da poder. Por ejemplo, si yo voy a salir, ahora no pido, tengo mis propios recursos”, dice Reyna.  

Agrega que el premio tiene mucho significado para ella y su organización porque eso indica que el trabajo realizado ha tenido resultados. “Me siento feliz,  formamos una cooperativa; una joven es la gerente y otras están recibiendo un diplomado en agricultura orgánica y están visitando a otras mujeres en las comunidades para enseñarles”.

Aunque su sueño de ser profesional se vio trancado en su adolescencia, Reyna no se dio por vencida. Retomó sus estudios y se bachilleró el año 2014, junto a sesenta y cinco adultas. Quiere seguir estudiando y desea aprender computación.

Mediación igual a muertes

En Estelí, hay obstáculos en la aplicación de la Ley Integral contra la Violencia hacia las Mujeres, conocida como Ley 779, asegura Reyna Lira. “Con la medicación, no estoy de acuerdo, porque con las mediaciones qué es lo que hay, más muertes. Ahorita tenemos un caso en Estelí, el padrastro iba a atacar a la mamá y la hija se metió; entonces la desbarató a puñaladas, le sacaron el bazo, el páncreas, es grave. Está detenido, pero los detienen y luego están libres”.

Premian a Caperucita en El Infierno

Además, se reconoció la labor de la iniciativa Caperucita en el Infierno, liderada por la comunicadora social Auxiliadora Rosales, desarrollada en la comunidad “El Infiernito”  departamento de Masaya.

También fue reconocida la labor del Grupo de Teatro de Nicaragua por su obra “Caperucita rota”, la cual aborda la problemática social del abuso sexual, presentada en “El Infiernito”, en el marco de la iniciativa antes señalada.

Integrantes del grupo de dramaturgia dijeron ser “un teatro de conciencia, un teatro para reflexionar y para motivar al cambio de actitud”, por ello han llevado la obra referida a muchas comunidades rurales de Nicaragua, manifestaron.

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