“El precio de no irme”: La lucha invisible de mujeres periodistas en Nicaragua
- 30 May 2025
- 2:00 p.m.
- Nicagua
El informe "Voces de mujeres periodistas nicaragüenses en el exilio" resuena profundamente en un país que sufre bajo la represión contra la libertad de expresión y de prensa, una represión que escaló drásticamente desde abril de 2018. El documento narra la valentía de extraordinarias colegas, sus destierros y sus incansables luchas por mantener viva la llama de la información desde tierras lejanas.
Pero, al leerlo, un nudo se aprieta en mi garganta. Aquí, en esta Nicaragua que sigue siendo cárcel y nuestro hogar, existen otras voces. Son voces que no figuran en los informes, que no han cruzado fronteras y que luchan en la sombra, enfrentando el miedo que se ha convertido en un compañero constante.
No soy parte de ese 68% de comunicadoras o periodistas con "un salario precario en el exilio". Somos, más bien, un número incalculable de mujeres que hemos dejado de ser periodistas de rostros visibles. Algunas, por el temor palpable a la cárcel, a una represión que ya no distingue entre un reportaje y un acto de terrorismo. Otras, por la imperiosa necesidad de proteger a nuestras familias, esa ancla invisible que nos mantiene atadas a esta tierra, incluso cuando el instinto nos grita que no sigamos.
¿Cómo se mide el destierro cuando se vive en la propia tierra? ¿Cómo se cuantifica la pérdida cuando se renuncia a la profesión que se ama, no por falta de pasión, sino por un exceso de pánico?
Conozco a una colega, una mujer brillante con años de experiencia en investigación. Sus ideas, su aguda visión de la realidad, se transforman en artículos que publica bajo anonimato, sin crédito, sin el reconocimiento merecido. "Es el precio de no irme. Prefiero la invisibilidad a la cárcel", me dijo un día.
El caso de esta colega no es diferente al de muchas otras que permanecen dentro de Nicaragua, ni al de las que están en el exilio. Es el patrón de muchas forzadas a ejercer "profesiones feminizadas y precarizadas"; pero dentro de nuestras fronteras, porque la única alternativa para evitar el exilio es la supervivencia bajo anonimato.
Madres periodistas de Nicaragua: La batalla invisible por la verdad
Las madres periodistas somos un grupo numeroso, algunas jóvenes, otras más adultas. Muchas, como yo, llevamos la doble carga de la vocación y la maternidad bajo el peso de la amenaza.
En este Día de las Madres, mientras Nicaragua se llena de homenajes oficialistas y celebraciones, nosotras lo vivimos de una manera diferente. Analizamos hasta dónde hemos llegado por nuestra profesión y para proteger a nuestras familias. La felicidad de nuestros hijos e hijas es la prioridad absoluta, el motor que nos impulsa a la resistencia, pero también la razón de nuestra invisibilidad.
¿Cómo se le explica a un niño o una niña que mamá no puede firmar lo que escribe porque podría ponerlo en peligro? Que, en el colegio, no diga en qué trabaja su mamá porque es una información de riesgo. Nuestras vidas han cambiado drásticamente.
Es un dilema constante. Cada investigación, cada nota, es un acto de valentía que se contrapone al deseo más profundo de mantener a hijas e hijos seguros. La autocensura no es una elección fácil; es una decisión dolorosa. Significa dejar a un lado los egos, abandonar historias, silenciar verdades necesarias, para no convertirnos en un blanco que arrastre a la familia. Es el sacrificio más íntimo de la libertad de expresión, hecho en nombre del amor maternal.
Periodismo de catacumbas: La resistencia silenciosa en Nicaragua
En este grupo de periodistas en resistencia sigo yo y otras; no hay un número determinado de cuántas continuamos escribiendo. Cada palabra es un desafío, cada línea una pequeña victoria contra el olvido.
Puedo hablar por mí: declaro que hago mi trabajo con miedo, aunque sea en un rincón digital y sin firma. No quiero dejar de hacerlo porque me costó llegar hasta donde estoy con una profesión que me exigió sacrificio; por eso, me resisto a sacrificarla.
La soledad es abrumadora. La lucha por sensibilizar, por mantener la llama de la verdad encendida, se vive en mi mesita que uso como escritorio, donde sigo en resistencia, informando como nunca creí, haciendo periodismo de catacumbas.
Las mujeres que seguimos trabajando desde Nicaragua necesitamos que no nos olviden. Cada una es un faro solitario, luchando para que su luz no sea apagada.
El informe “Voces de mujeres periodistas nicaragüenses en el exilio” habla de una resiliencia inquebrantable en el exilio, de tejer redes, de reinventar caminos. Algo que es necesario. Mi escrito no es una crítica al informe, es un grito de ayuda: ¡Aquí estamos!
La resiliencia de quienes nos quedamos es distinta, más silenciosa, más visceral. Es la resiliencia de la espera, de la adaptación, de la lucha por no perder la cordura en un entorno donde la desinformación es la norma y la verdad un delito. Es la resiliencia de saber que tus palabras impactan, pero no puedes recibir el crédito por ellas. Es la resiliencia de quienes, como dice el informe, han perdido "sus años de cotizaciones, han perdido derechos ganados", pero, aun así, no renunciamos a la memoria, a la dignidad, a la esperanza de un país mejor.
La palabra de quienes aún estamos aquí en Nicaragua, aunque anónima, susurrada, y la de las madres periodistas que luchan por un futuro mejor para sus hijos y para Nicaragua, también "es refugio, es denuncia" y, sobre todo, una esperanza inquebrantable en que un día, nuestros nombres podrán volver a firmar nuestras verdades, sin miedo, en la Nicaragua que nos vio nacer y que seguimos intentando contar. La lucha no es solo de quienes se fueron. Es también de quienes quedamos, esperando ser vistas, ser escuchadas, ser nombradas.