Denuncia que parió en un baño del Hospital de Bluefields debido a negligencia médica

Una madre de Laguna de Perlas denunció un calvario de negligencia y trato inhumano en el Hospital Regional Ernesto Sequeira. Tras súplicas ignoradas, parió en un baño, mientras su bebé luchaba por respirar.

Lo que debía ser la culminación de meses de espera, un momento de cuidado y atención profesional, se transformó en una historia de horror, abandono, humillación y negligencia. Heili Erika Martínez Romero, originaria de Laguna de Perlas, Caribe Sur de Nicaragua, denunció al Hospital Regional Ernesto Sequeira de Bluefields de tratarla de forma cruel e inhumana. La denuncia fue publicada por el medio Noticias de Bluefields.  

El pasado 3 de junio de 2025, le iniciaron los dolores de parto. Fue trasladada al hospital regional de Bluefields con la esperanza de recibir una mejor atención de la que podría obtener en su comunidad. Esa esperanza se hizo añicos contra un muro de indiferencia.

“Al llegar al hospital ingresé por la sala de urgencias, donde me revisaron y constataron que tenía un centímetro de dilatación”, relata Heili. Fue ingresada en la sala de embarazadas, pero con el paso de las horas, la atención que esperaba nunca llegó. A las 8 de la noche rompió fuente. Los dolores se volvieron insoportables.

“Sentía que la cabeza de mi bebé ya estaba por salir”, narra con la angustia todavía viva en su voz. Desesperada, buscó ayuda en el personal médico de turno. La respuesta que recibió fue una sentencia de abandono: le dijeron que apenas tenía dos centímetros de dilatación y, sin más, le ordenaron que volviera a acostarse. Sus súplicas fueron ignoradas y su dolor, desestimado.

Las horas pasaron en una agonía solitaria. A las 4 de la mañana, sin un médico a la vista y consumida por un dolor que ya no podía controlar en la cama, Heili se refugió en el único lugar que pudo: el baño. Allí, sola, en el frío suelo, sin asistencia, sin una mano que la sostuviera, dio a luz. 

El alivio del nacimiento fue eclipsado por un pánico inmediato. Su bebé no reaccionaba. “Mi hijo casi muere”, recuerda entre lágrimas. “En ese momento le soplaba y le pedía a Dios que no me lo quitara”. 

El llanto del recién nacido finalmente alertó a la madre de Heili, quien corrió a auxiliarla y a buscar frenéticamente a los médicos que antes la habían ignorado. Pero en lugar de encontrar compasión y asistencia urgente, se toparon con una crueldad inconcebible. “Lejos de atendernos con comprensión, me gritaron y me ofendieron por haber dado a luz en el baño, como si hubiera sido mi decisión”, denuncia. La culparon por el mismo abandono del que fue víctima.

La humillación no terminó ahí. Como consecuencia del parto sin asistencia, sufrió un desgarro. El personal médico procedió a suturarla, pero lo hicieron sin anestesia, infligiéndole un dolor brutal y deliberado. “Me dijeron que era mi culpa”, afirma.

En un intento posterior por hacer constar la negligencia, otros doctores la acusaron de mentirosa, desestimando su testimonio,  a pesar de que varias embarazadas en la misma sala fueron testigos de su abandono.

“Esta denuncia no la hago por venganza, sino para que ninguna otra mujer tenga que pasar por lo mismo”, declara Heili con una entereza admirable. Añade que su caso no fue aislado, mencionando a otra joven que, en la misma sala, “estuvo a punto de dar a luz en la camilla donde la obligaban a acostarse sin atención adecuada”.

Las palabras finales de Heili Erika Martines Romero resuenan como un clamor por la dignidad y la justicia: “Si hay personal que no sabe hacer su trabajo o no quiere atender con humanidad, no debería estar en un hospital. Es muy duro estar con dolores de parto y no recibir el trato digno que merecemos como pacientes y como madres”.

Su valiente denuncia, respaldada por testigos y la cruda realidad de un parto en solitario, expone una falla intolerable en un lugar que debería ser sinónimo de vida y cuidado. La comunidad espera una respuesta y, sobre todo, acciones para que ninguna otra mujer sufra como Heili y para que el llanto de un recién nacido nunca más sea ahogado por el silencio de la negligencia.

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