Con la migración, “me ha transformado el dolor ajeno”
- 18 Dic 2018
- 5:00 p.m.
- Managua
“Algún día vamos a regresar a nuestro pueblo”. Fue una de las frases que sobresalió en la caravana “Por la libertad y la justicia”, que el pasado domingo dieciséis de diciembre nicaragüenses exiliados en Costa Rica, emprendieron hacia la frontera de Peñas Blancas.
Un total de 17 buses con 800 personas obligadas a migrar por la violencia del régimen Ortega-Murillo, se movilizaron hacia la frontera norte del país que les ha acogido. Aun recuerdan la denominada “operación limpieza” que ejecutó la dictadura para retirar los tranques que la ciudadanía había colocado para protegerse y para resistir la violencia que enfrentaban.
Francisca Ramírez, líder del Movimiento Anticanal, exiliada desde septiembre en Costa Rica, expresó que nada está normal en Nicaragua. “Aquí estamos los nicaragüenses desplazados forzosamente, campesinos que trabajamos la tierra, estudiantes, obreros, intelectuales, que no andamos huyendo por criminales, que queremos una patria digna, por eso levantamos nuestra voz y hoy estamos diciéndoles a todas las madres que perdieron a sus hijos, que aquí estamos siendo la voz que no pueden ser en Nicaragua, a esos presos políticos decirles que la voz de ellos aquí está ¡Presente!
Josué Garay, es comunicador social, tuvo que abandonar el país para preservar su vida. “Un nicaragüense más que un día por miedo e incertidumbre agarré mis cuatro cosas y huí por temor a ser detenido. En mi caso llegaron hasta mi casa personas afines al régimen a agredirme y eso demostraba que mi caso podría trascender”.
Garay reconoce la valentía de las personas que se han quedado en Nicaragua, pero también la de los que se han exiliado forzosamente, incluso sin rumbo cierto. “Hay pocas oportunidades, el carné de solicitante de refugio dura cinco meses, algunos aprovechan la temporada de diciembre para irse a cortar café”, refiere.
Vender carne asada, maduro con queso, nacatamal, tajadas con queso, son parte de las actividades que están emprendiendo jóvenes en Costa Rica, para generarse ingresos. “Hay algunos jóvenes que quizás con el poco dinero que les están enviando para emprender, ocupan parte del dinero para poder sobrevivir” agrega Garay.
Ayer y hoy, las y los nicaragüenses siguen huyendo de la violencia, el abandono gubernamental y la falta de empleo digno. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) registra que 50 mil nicaragüenses han solicitado asilo al Gobierno de Costa Rica como resultado de la represión. 13,697 han formalizado su solicitud de asilo.
Una causa histórica de migración nicaragüense a Costa Rica ha sido lo económico, particularmente el desempleo. Aunque, el investigador del Servicio Jesuita para Migrantes, Alfredo Ruiz reconoce que ha habido dos oleadas por razones sociopolíticas, una en los años 80 y la actual, producto de la crisis que vive el país.
El flujo migratorio nicaragüense, antes de abril de este año, lo constituían históricamente obreros y campesinas y campesinos. Actualmente son estudiantes y profesionales, añade.
En 2017 el ranking de emigrantes por países habían ascendido a casi el 11.0 por ciento, según la ONU, siendo mayor la cantidad de mujeres obligadas a migrar. Costa Rica, Estados Unidos, España, Panamá, Canadá, Guatemala, El Salvador, Honduras y México son los principales países de destino.
El 27 de septiembre de 2018, durante la Audiencia Pública Asunto de los Pobladores del Pueblo Indígena Miskitu de la Costa Caribe Norte, Lottie Cunningham Wren, abogada y fundadora del Centro por la Justicia y Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua, CEJUDHCAN, denunció que desde el 2015, producto de la invasión de tierras indígenas de parte de terceros no indígenas, se han incrementado los asesinatos, las desapariciones y la violencia sexual. Además, se ha generado el desplazamiento forzado de aproximadamente tres mil personas.
Ileana Lacayo, es comunicadora. Verse obligada a dejar el país le ha significado una transformación de su vida. “Nunca me visualicé en esta situación, fue duro salir, fue una decisión tomada por miedo a ser apresada, miedo a ser asesinada y por la persecución de las instituciones sobre todo de la policía, de la fiscalía y del poder judicial, pero también de los fanáticos seguidores de la dictadura. Ha significado un cambio radical en mi vida, desde el tema laboral, emocional, familiar, de la cotidianidad”.
Ileana radica hoy en Costa Rica, nunca estuvo entre sus planes migrar. “Pero aquí estoy”. Huye del terrorismo de Estado, la falta de justicia, violación al derecho a la libertad de expresión y la información. “Elementos que fuimos perdiendo paulatinamente en Nicaragua, pero que partir de abril llegaron a su máxima expresión de violación”.
Morí y me volví a levantar conservando la esperanza que una nueva realidad para Nicaragua es posible, refiere Lacayo, quien ahora depende de la solidaridad de otras personas y organizaciones, para sobrevivir. Ha tenido que construir nuevas relaciones y desaprender otras. “Me ha transformado el dolor ajeno de tantos asesinados, presos, perseguidas, exiliadas. La resistencia del pueblo nicaragüense aquí en Costa Rica sobre viven, resisten y como estamos llenos de esperanzas de regresar a un nuevo país”.
Las y los exiliados se organizan, participan en marchas, conferencia, exposiciones, desde el exterior siguen la lucha por esa Nicaragua distinta, donde exista “libertad de expresión, participación, la contraloría ciudadana. Una Nicaragua diversa, nos ha costado tanto integrarnos como país, encontrarnos en la diversidad, la independencia de los poderes, formar un Consejo Supremo Electoral fuerte e independiente. Ningún funcionario debería ser electo a partir de ternas entre los partidos políticos… Nicaragua debe fundarse bajo un principio de educación, fundada en valores democráticos de participación e inclusión” reflexiona la comunicadora caribeña.
Vamos a volver a Nicaragua con la cara en alto, reitera Josué Garay. “Cuando ya no ruja la voz del cañón”.