Querida Ileana

A través de tus trabajos pude conocer mucho más de la riqueza y diversidad cultural de tu tierra: Bluefields, en el Caribe sur de Nicaragua. En las ocasiones en que nos encontramos pude ser testigo de tu gran apego a ese pedazo de tu corazón y al sentido de color vibrante en tu temperamento.

 

Apesar de que el dolor se insertó en tu alma desde el asesinato de Ángel Gahona, la amargura no tuvo cobijo en tu semblante y la desesperanza no logró anidar en tu regazo. Uno a uno, como imbatible amazona en la batalla, desarmaste cada obstáculo que se erigía para limitar tu trabajo. La persecución y el exilio forzado, lejos de cancelar tus energías, las renovaron y te llevaron a trabajar incansablemente por la organización gremial solidaria.

Con la llegada de la pandemia, aun en condiciones de fragilidad en la salud, eras un motor imparable en procura de apoyo concreto y solidario a periodistas que lo necesitaran. ¿Quién podía negarse a ofrecer ayuda y apoyo ante esa voz firme, clara y cantarina que narraba las enormes necesidades de colegas y paisanos que necesitaban ayuda y compañía?

A pulso de trabajo profesional y comprometido con el periodismo te ganaste un espacio en tu pueblo y en tu patria. Te constituiste en referente del contexto, en una conocedora al mínimo detalle de la realidad que circundaba el ejercicio del periodismo independiente en tiempos de dictadura. No es en balde que el medio que contribuiste a construir sea seguido por más de 100,000 personas. Mediante este, la población de Bluefields se entera de los acontecimientos de su cotidianidad y que importan a toda la sociedad: desde la nota de un hijo que busca a su padre con quien no se relaciona desde hace diez años y que encuentra respuesta a su llamado hasta el impacto que la agresión a la prensa representa para todas y todos.

La pandemia te alcanzó y se cobró las irresponsabilidades de un régimen que sigue ocupado en hostigar a quienes lo objetan y que se obsesiona en mantener su poder a costa de la vida de tu pueblo.

Tu quehacer incomodó al régimen Ortega-Murillo y por eso ellos lanzaron toda su maquinaria para intentar callarte. Sin embargo, fracasaron. Aunque la persecución te forzó al exilio temporal, renovaste energías y retomaste las riendas de tu trabajo. A la vez que continuaste con tu trabajo periodístico, seguiste movilizando redes de solidaridad y de apoyo para tus colegas. Eso disgustó al Gobierno, que una vez más te definió como un objetivo al cual perseguir y hostigar. Vigilada noche y día hasta en el trámite más sencillo, no bajaste la guardia. Nada te detuvo y perseveraste en el cumplimiento de tus tareas más allá del deber.

Tu vida ha sido ejemplo de generosidad plena, lo cual significó atender hasta el último evento que requería tu presencia. La pandemia te alcanzó y se cobró las irresponsabilidades de un régimen que sigue ocupado en hostigar a quienes lo objetan y que se obsesiona en mantener su poder a costa de la vida de tu pueblo.

En el gremio periodístico nicaragüense queda un gran vacío por tu ausencia y se crean nuevos espacios con el legado que dejaste. Tu acción comprometida también formó generaciones no solo en los procesos de la información y del periodismo, sino en la importancia de la organización, la unidad y la solidaridad gremial. Más temprano que tarde, donde te encuentres podrás sonreír y hacer brillar tu mirada con la satisfacción de haber abonado a la construcción de una patria libre para vivir.

Con estas líneas rindo homenaje a la vida de Ileana Lacayo Ortiz, periodista nicaragüense que entregó su vida al ejercicio de la profesión en todos sus campos y que dedicó su esfuerzo a proteger y defender a sus colegas perseguidos por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. ¡Hasta siempre, Ileana!

Artículo publicado originalmente en Plaza Pública 

Opinión | Querida Ileana

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