Las mujeres han decidido transgredir
- 09 Mar 2018
- 9:55 a.m.
Por las víctimas del incendio de 1911 en Nueva York, y las víctimas del incendio de 2017 en Guatemala. Por los 12 femicidios que han habido en Nicaragua en lo que va de 2018. Las mujeres paran por ellas y por las que están vivas, porque aún hay muchas luchas.
Aquí hay dos preguntas: ¿qué ocurrió el 8 de marzo de 1857? y ¿qué ha ocurrido el 8 de marzo de 2018? Lo han anunciado con bastante antelación los diferentes medios de comunicación, las redes sociales, y por supuesto, el boca a boca. ¨Nosotras paramos¨. Pero este paro no es sinónimo de detenerse, sino de avanzar hacia el grito de ¨¡Basta ya!¨ de tanta violencia machista que segrega, oprime, viola y mata a las mujeres. Hoy, como siempre, ellas «mueven el eje de la tierra».
Ya lo decía la Red de Mujeres de Matagalpa en su canción al llamado del 8 de Marzo: ¨Caramba que somos muchas, todas juntas adelante¨. Y el ¨somos¨ no hacía referencia únicamente a las mujeres de Nicaragua, sino a las de todos los países de América que están tejiendo lazos de luchas imposibles de romper. Lazos incluso más allá del Continente. España, por ejemplo, por primera vez se suma a una huelga que lo trastoca todo. Es importante recordar no sólo lo que está ocurriendo hoy, sino el motivo. Es decir, ¿por qué las mujeres pararon?
Regresemos al 8 de marzo de 1857. En plena revolución industrial, trabajadoras de una fábrica de textiles de Nueva York, marcharon contra los salarios bajos y las condiciones inhumanas en las que se encontraban. 52 años después, 15 mil trabajadoras recorrían la ciudad con el lema ‘Pan y Rosas’. El pan simbolizaba la seguridad económica y las rosas la calidad de vida. El 25 de marzo de 1911, 123 mujeres y 23 hombres -la mayoría inmigrantes de entre 14 y 23 años- murieron quemados en la fábrica de camisas Shirwaist. Según los bomberos, el incendio fue provocado por una colilla mal apagada tirada en un cubo de restos de telas. Nadie pudo salir. Las mujeres trabajaban encarceladas, con todas las puertas cerradas. El hecho supuso nuevas normas de seguridad y salud laboral en Estados Unidos.
El 8 de marzo las mujeres pararon para celebrar la lucha de las trabajadoras en demanda de sus derechos laborales, pero también para recordar a las víctimas del incendio de 1911 y del incendio de 2017.
Pararon también por niñas y jóvenes del ¨Hogar Seguro Virgen de la Asunción¨ de Guatemala, refugio destinado a la protección de niñas, niños y adolescentes, por el Estado. Llueven denuncias de desapariciones, violaciones, maltrato, insalubridad, explotación sexual y asesinatos, por tanto las internas decidieron protestar desde un día antes.
Entre la noche del siete y la madrugada del 8 de marzo, 104 niñas escaparon, y como castigo por las protestas, la policía encerró a 56. Desde ahí, ellas siguieron protestando y uniendo sus voces a las manifestaciones del Día Internacional de la Mujer Trabajadora -Naciones Unidas (ONU) 1975-. Una colchoneta se incendió en el interior y acabó con 41 vidas. Las demás, resultaron con graves secuelas. Miedo, gritos y llantos. Nadie abrió la puerta. Algunos funcionarios están siendo investigados, pero la justicia sigue sin cumplirse. Las mujeres pararon porque ‘#Nosduelen56’. La cantante y activista feminista de Guatemala, Rebeca Lane, explica: «Exigir justicia por cada una de ellas, es exigir justicia por cada una de nosotras también».
La justicia es reclamada también por las víctimas de femicidios. Al menos 12 mujeres son asesinadas diariamente en la región por ser mujeres. Así lo refleja un informe de Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Aun así, hay quienes se siguen preguntando por qué convocar a un paro el 8 de marzo.
En Nicaragua la huelga fue en nombre de todas esas víctimas y de las doce asesinadas en lo que va de 2018. Pararon también por Yesbelín María Espinoza Calero, de 12 años, asesinada, violada y lanzada a un pozo de la comunidad Los Llanos # 1 del municipio de Pueblo Nuevo, en Estelí. Yesbelín había desaparecido desde noviembre 2017 y su cuerpo fue encontrado el 20 de febrero de 2018. Uno de los implicados, Rommel José Jiménez, se encuentra prófugo.
Las nicaragüenses pararon porque siguen sin poder caminar libremente por las calles, son atormentadas por abusos y violación. El 80 por ciento son niñas. Entre enero y abril del año pasado, el Instituto de Medicina Legal (IML) registró un mil 200 casos. Cifra cuestionada porque el IML tiene presencia únicamente en 29 de los 151 municipios que existen en Nicaragua. Hay que tomar en cuenta que hay casos no registrados porque no hubo denuncia o porque las autoridades dijeron ‘No te creo’.
Como el caso de Cynthia Zeledón, quien denunció haber sido violada por Néstor Tellería, pero fue acusada por éste de injurias y calumnias. Su coraje y su lucha acuerpada por las feministas y parte de la sociedad, la han llevado a ver las primeras señales de justicia el próximo 12 de marzo, fecha en que deberá presentarse al juzgado de violencia de Granada.
Las mujeres también pararon porque demandan acceso a justicia para todas las que siguen sin poder hacer oír sus voces.
A Cynthia se le intentó desprestigiar, así como se pretende hacer con las defensoras de los derechos humanos, las que luchan contra la invasión de tierras, la minería, los monocultivos y megaproyectos como el Canal Interoceánico.
La Iniciativa Nicaragüense Defensora de los Derechos Humanos de las Mujeres ha documentado 389 agresiones contra 202 defensoras, entre 2015 y 2017. La Policía Nacional aparece involucrada en 1 de cada 4 denuncias.
«Las Defensoras de Derechos Humanos cuestionamos a quienes ejercen y controlan el poder político y económico en nuestros países porque limitan los derechos de la sociedad. Ellos se resisten a perder ese poder, esos privilegios de lo que gozan, a costa de otras vidas. Por eso nos agreden, deslegitiman, y hasta nos quitan la vida, saben que nuestra lucha es justa», expresa Haydee Castillo, del Instituto de Liderazgo de las Segovias.
Según Front Line Defenders, la difamación, intimidación y amenaza, son más utilizadas contra las mujeres. No obstante, afirma Castillo, las defensoras siguen resistiendo. ¿Qué defienden? «Nuestros territorios acechados por el mercado y las transnacionales; nuestros cuerpos de la violencia institucional y de la tutela que se nos quiere imponer por parte del fundamentalismo religioso y político; nuestro derecho fundamental a la vida».
De la vida hablaba Berta Cáceres y también defensora, asesinada en su propia casa el 3 de marzo de 2016 por su lucha contra empresas transnacionales. A la fecha, se sigue demandando justicia y castigo a los autores intelectuales de su crimen. Berta se ha visto multiplicada este 8 de marzo en los rostros de quienes han parado y alzado sus voces en nombre de las mujeres asesinadas, de todas las edades.
Pararon por ellas, también por las que están vivas; porque tener empleo no es suficiente, se requieren condiciones dignas y de igualdad. Pararon porque la brecha salarial no es mito. Las cifras de CEPAL muestran que las mujeres ganan 16 por ciento menos que los hombres, y en algunos casos, esa diferencia crece hasta un 30 por ciento. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), por cada 16 trabajadores, sólo 6 son mujeres.
Las mujeres pararon también para que no se siga haciendo invisible el trabajo de los cuidados y se reconozca su aporte. En el ámbito familiar, ellas trabajan de forma gratuita, y en el mercado laboral, lo hacen en condiciones de explotación y de precariedad. Por eso, colgaron los delantales.
Pararon porque quieren recordar que tienen derecho a decidir sobre sus cuerpos y su sexualidad; quieren caminar libremente por las calles; no quieren que se les siga negando el acceso a la justicia y a la salud de calidad; que después de denunciar y ser víctimas de violencia de género, no se les mande a mediación; quieren ser dueñas de sus tierras...
Pararon mujeres de todos los sectores porque la desigualdad, la discriminación, la violencia machista está en todas partes: en los hogares, trabajos, instituciones, calles, iglesias, hospitales, escuelas, universidades, empresas, sector formal e informal y el funcionariado de los gobiernos.
Las mujeres volvieron a «mover el eje de la tierra». Ellas mismas alzaron sus voces para exigir que se cumplan sus derechos y también para cantar y bailar por las luchas ganadas. En las calles se vio a muchas transgresoras que han hecho temblar un sistema.