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Los escenarios ante la pretendida sucesión dinástica en Nicaragua

Onda Local | 14 Ago 2025

Los escenarios ante la pretendida sucesión dinástica en Nicaragua

El futuro de Nicaragua es incierto, y por consiguiente el de la familia en el poder también, a pesar de que en apariencia lo controla todo. Nada está escrito, y en cualquier momento se podría suscitar algo inesperado. 

La incertidumbre también cobija a la pareja presidencial, sus vástagos y personas allegadas.

Factores como el curso natural hacia el fin de la vida, que podría desencadenar en el repentino deceso sea de Daniel Ortega o de Rosario Murillo, el descontento de algunos sectores a lo interno del mismo círculo de poder, el rechazo de la mayoría de nicaragüenses a un sistema dictatorial represivo que lo quiere controlar todo, son factores que pueden ser detonantes de algo impredecible e inesperado, y el poder lo sabe, pero aún así ha venido trabajando en función de consolidar su proyecto dinástico pese a que, algunos de estos factores no pueden ser revertidos, ni con todo el poderío  del mundo. 

El camino andado hacia la sucesión dinástica

El sociólogo y analista político Oscar René Vargas, advierte en un artículo publicado en su blog, que “para alcanzar el objetivo de la sucesión dinástica, Daniel Ortega ha implementado las mismas tácticas desde el 2007: aniquilar cualquier disidencia sociopolítica, a cualquier precio y por cualquier medio”.

No obstante, en ese devenir, paralelamente el dictador, le vino allanando el camino a su consorte Rosario Murillo. En 2016 la llevó como compañera de fórmula a las elecciones de noviembre de ese año, asumiendo en 2017 el cargo de vicepresidenta del país, designación otorgada por el Tribunal Electoral tras unas cuestionadas votaciones que no permitieron la observación internacional.

Posteriormente, en una nueva farsa electoral, luego de encarcelar a siete personas aspirantes presidenciales de oposición, Ortega y Murillo se atornillan como presidente y vicepresidenta por otro periodo más. El protagonismo político de Rosario Murillo creció hasta opacar la figura de Ortega.

El dictador va cediendo a las pretensiones de Murillo, hasta transferirle el poder total, al punto de oficializarlo a través de una reforma constitucional consumada a inicios de 2025, que la ubica como “copresidenta”. 

Con la sartén por el mango, Rosario Murillo ha venido estructurando de forma acelerada, porque sabe que el tiempo apremia, un obsesivo proyecto dinástico que quiere imponer a toda costa.

Para el exdiputado, abogado y analista político en el exilio, Eliseo Núñez Morales, el proceso de sucesión familiar del poder inició precisamente tras las elecciones de 2016. “Con la colocación de Rosario de vicepresidenta, se comienza el proceso de sucesión familiar” asevera. Núñez afirma que a partir de ahí también se ha venido dando la proyección de algunos hijos de la pareja dictadora como posibles sucesores.

En tanto, el abogado constitucionalista Juan Diego Barberena, considera que el plan para materializar la sucesión ya está trazado desde dos vías, la primera tiene que ver con las reformas a la Constitución consumadas en febrero de 2025, en la que se estableció la copresidencia como fórmula jurídica, lo que permite la sucesión directa de Rosario Murillo en caso que Daniel Ortega desaparezca o se declare inhabilitado para seguir ejerciendo el cargo.

“La copresidencia hoy día es un órgano mancomunado, es decir, ejercido por dos personas, pero que ante la ausencia de uno de los copresidentes se vuelve un órgano unipersonal, no se sustituye al copresidente que falte” explicó Barberena a la vez que reiteró que esa es la manera de formalizar la sucesión jurídicamente.

Asimismo expuso que la segunda vía está relacionada con una esfera del poder mucho más política. Al respecto explicó que Murillo quiere demostrar que sus hijos e hijas, y al parecer principalmente Laureano, tienen la capacidad de ser los verdaderos relevos en el poder. “En este segundo plano, me parece que el plan trazado tiene que ver con garantizarle a Rosario Murillo la suficiente estabilidad para poder suceder en el poder a Daniel Ortega, sea ella o sean sus hijos” arguyó.

La excomandante guerrillera, Dora María Téllez concuerda con Barberena. Ella afirma que la decisión de la sucesión dinástica ya está tomada y la ruta trazada. Refiere que el plan es que, bajo el supuesto de la desaparición física de Daniel Ortega, se transferiría todo el poder a Murillo y para después ella transferirlo a sus hijos. “Ellos no piensan soltar el poder a ninguna otra persona” asegura.

Téllez afirma que efectivamente el plan fue completado desde el punto de vista institucional con las reformas constitucionales y ahora le quieren dar cobertura política. También arguyó que en la línea de sucesión están tres de los vástagos de la pareja tirana: “Saliendo Daniel Ortega de circulación pueda haber un desplazamiento total del poder hacia Rosario Murillo, lo que ya tienen cocinado, pero también hacia uno o dos o tres de sus hijos”.

En la misma vía agregó que “en la línea están Laureano Ortega, que es el que se ha encargado en las relaciones con China y con Rusia. Daniel Edmundo, que está ahora de coordinador de comunicación, el mismo cargo que tenía Rosario Murillo antes en el gobierno; y está también Camila, que es como asistente de Rosario Murillo. Son los tres que tienen un papel más relevante en el escenario político”.

Téllez afirmó que los otros hijos están un poco fuera del escenario político, pero que están a cargo del dinero y del manejo de los medios de comunicación que tiene la familia. “Laureano, Daniel Edmundo y Camila, son probablemente entre los que se va a estar jugando la sucesión entre Rosario Murillo y esta otra generación de Ortega Murillo. Eso es lo que ellos tienen en la cabeza” insistió.

El plan de sucesión: un engendro de Rosario Murillo

Es un secreto a voces que la idea de consolidar un sistema dinástico es producto de la obstinación y la ambición desmedida de Rosario Murillo, quien ha sido señalada como el cerebro detrás de todas las acciones para conseguirlo y con el apoyo de un reducido círculo de personas que trabajan como súbditos.

Para Murillo el poder deber ser heredado y transferido, si o si, a un integrante de su clan familiar y a nadie más, y lo que se vislumbra es que la codictadora ubica en primer lugar como el heredero del trono a su hijo Laureano, pero no se descarta que en mente tenga a otro de sus vástagos.

Al respecto Barberena, haciendo la salvedad que para hacer un análisis de una situación de esta naturaleza es necesario entrar un poco en el terreno de la especulación, refiere que lo que se deja entrever es que la sucesión desde la perspectiva material, está marcada por Rosario Murillo, pero que en la formalidad lo que ella pretende es que la ejerza Laureano Ortega.

Téllez por su parte insiste en que en la primera fila de la sucesión se ubican tres de los hijos de los dictadores: Laureano, Daniel Edmundo y Camila, y refiere que resulta irrelevante cuál de los tres sea finalmente el ungido, porque lo importante para ellos es que la sucesión sea familiar.

Sucesión es inviable

Barberena no ve la sucesión como algo viable para la familia del poder, en primer lugar porque los hijos de los dictadores no tienen capacidad de generar garantías de proyección, de estabilidad y de certeza de la sucesión.

En la misma vía añadió que existen varios elementos objetivos de los cuales carece el régimen, el primero, el aislamiento internacional, “no hay un pilote internacional que les permita que la sucesión tenga viabilidad y capacidad de sostenerse en el tiempo, de proyectarse en el futuro” afirmó. Recordó que en el caso de la dinastía de la familia Somoza, esta logró la sucesión debido a que se sostuvo desde un pilote internacional porque estaba aliada con los Estados Unidos.

En segundo lugar, continuó Barberena, “el régimen Ortega Murillo tampoco tiene capacidad de sostener la sucesión desde un factor externo de alianza, por ejemplo, con poderes fácticos como puede ser el gran capital”. En este punto también aludió a la dictadura dinástica de los Somoza, refiriendo que esta mantuvo una alianza con el gran capital criollo tradicional nicaragüense. Pero, “el capital alrededor de los Ortega Murillo es el de ellos, que se ha enriquecido al amparo del Estado”.

Un tercer elemento y el más importante según el jurista, es la debilitada capacidad de respaldo partidario. “Hoy día no lo tienen, porque se ha desatado una persecución partidaria sin precedentes en las últimas semanas, pero que esto ya tiene también algunos hechos en el pasado” argumentó.

En conclusión, indicó que, si bien los Ortega Murillo han trazado un plan de sucesión, “no es un plan relativamente correcto”.

Para Téllez no existe ninguna probabilidad de que la pretendida dinastía Ortega Murillo se instale en Nicaragua más allá de Daniel Ortega.

La disidente sandinista considera que “la propia Rosario Murillo está totalmente incapacitada de sostener el poder más allá de Daniel Ortega porque ella tiene ciertas características de personalidad y manejo del poder que va hacer la vida de cuadritos de todo lo que están subordinados a ellos”, en consecuencia, agregó que esas personas subordinadas van a tener que responder en su momento, pues, toda acción tiene su reacción. “Si ella actúa con esa paranoia en el poder, pues seguramente va a tener como reacción una defensa de quienes van a sentir que los está agrediendo” remarcó.

También refirió que “los hijos van a estar ahí como relevo eventual, pero no se va poder configurar una dinastía como la que configuraron los Somoza”.

Núñez plantea dos escenarios alrededor de la pretendida sucesión. El primero la muerte de Daniel Ortega y el segundo que este herede el poder en vida como lo hizo Fidel Castro en Cuba, y afirma que los dos escenarios tendrían consecuencias distintas. “Si Ortega hereda en vida, él puede mantener cierto control político de quienes se opongan a la sucesión familiar, tiene la capacidad de ejercer persuasión sobre algunos hilos de poder que pudiesen oponerse a él o legitimar el peso de la represión en contra de ellos, como lo que está pasando ahorita con Bayardo Arce y con Álvaro Baltodano” argumentó.

En el otro escenario, el deceso de Ortega sin que la sucesión se haya activado, enfrentaría a Murillo a varios dilemas. En ese sentido ella está trabajando en función de esquivarlos con acciones concretas, “en primer lugar está tratando de dejar limpia la mesa para no tener problemas al día siguiente de la muerte de Ortega” asegura Núñez.

Otro problema que enfrentaría Murillo según Núñez, es que la sucesión no sea agradable para ciertos tenedores de poder y puedan volcarse en contra de ella. No obstante, el exdiputado considera que lo más probable es que en efecto, Murillo logre suceder a Ortega y en ese trance, no exista una reacción inmediata, “pero se deterioraría rápidamente debido al estilo que tiene ella de imponer su voluntad”.

Muerte de Ortega abriría más grietas

A criterio de Barberena faltando Daniel Ortega, al proyecto sucesorio se le van a abrir grandes grietas. El experto cree que, aunque en el seno de la familia Ortega Murillo “pareciera que hay una cierta uniformidad o que la familia es monolítica”, es muy probable que empiecen a abrirse esas grietas y que dentro de ese supuesto régimen familiar monolítico, se generen contradicciones en el supuesto que sea Laureano quien asuma el ejercicio del poder formal, pero bajo el control del poder material por parte de su madre.

Otra advertencia que hace el jurista es que se debe tomar en cuenta la capacidad biológica de Murillo como sucesora de Ortega y la poca popularidad de Laureano con las bases.

“Rosario Murillo tiene hoy día 74 años, y además con un estado físico que pareciera que no goza de una muy buena salud” asevera, a la vez que agrega que, “lo otro es que, me parece, esta es mi interpretación, Laureano Ortega es un dandy (en política, un personaje que se distingue por su individualismo, su desprecio por las convenciones y su uso de la política como una forma de expresión personal), es decir, Laureano Ortega no tiene capacidad de generar un poquito de simpatía con su base o un poco de simpatía con la gente fuera del partido” argumenta Barberena.

“Que simpatía puede generar un tipo que anda 30 mil dólares encima; que la mitad de eso le cuesta el reloj que anda en la muñeca izquierda. Desde esa perspectiva hay enormes imposibilidades de que la sucesión sea viable”, refirió el abogado constitucionalista y analista político Juan Diego Barberena en relación a la idea de que Laureano Ortega Murillo sea el ungido de sus progenitores para la ansiada sucesión dinástica.

Los posibles escenarios si la que muere es Murillo

En medio de lo impredecible y porque nada está escrito en piedra, no se pueda descartar que, por cosas del destino, quien deje primero este mundo terrenal sea Rosario Murillo y no Ortega como todo mundo piensa, ¿qué podría suceder en ese caso?

Le preguntamos a las personas consultadas para conocer sus apreciaciones en caso de este hipotético, pero no descartado desenlace.

Barberena considera que, si Murillo trascendiera “a otro plano de vida” como ella misma suele llamar a la muerte física, con su deceso se estaría generando un escenario favorable para el país, pues tal acontecimiento daría pautas para una apertura a un proceso de transición en términos más negociados que daría lugar a la competencia política. “Sería el escenario más factible” afirma.

El jurista argumenta que ese escenario es más probable con la muerte de la codictadora dado que ella es el principal factor de inestabilidad y además es quien encabeza todo el proceso de purga interna y el proceso de persecución absoluta de la oposición.

Por tanto, tras su fallecimiento, entre otras cosas que podrían ocurrir, se abriría o reacomodaría un ala un poco más negociadora dentro de lo que aún puede decirse que es el Frente Sandinista alrededor de la dictadura. “Creo que el escenario para una transición política negociada; si el presupuesto es la solución biológica, pues el hecho de la muerte de Rosario Murillo da mayores posibilidades hacia eso” reafirma.

Por su parte Núñez cree que en caso de que Murillo muriera primero, Ortega continuaría en el poder hasta el final de sus días. “Hay que tomar en cuenta que reformaron la Constitución pensando en la muerte de Ortega, pero también puede suceder lo contrario” indicó.

El analista recordó que la nueva Constitución a la medida de los dictadores, incluyó con ese propósito la figura de copresidentes, estableciendo además que, en el caso de la ausencia de uno, el otro termina el periodo. “Es decir, si uno de ellos muere no hay una selección de alguien para sustituirlo, sino que el otro termina el periodo” puntualizó.

En tanto Téllez plantea que la salida de Murillo del escenario, y no precisamente por irse a la tumba, “porque puede ser que tenga una enfermedad grave o cualquier otra cosa”, podría ser una variable interesante desde el punto de vista que a la familia se le vendría encima un enorme dilema.

Al respecto explica que: “Si Rosario Murillo saliera del escenario, ellos tendrían un gran problema porque Daniel Ortega es un hombre que está a punto de cumplir 80 años, pero no son 80 años cualquiera (…). Ortega está a punto de cumplir 80 años en una malísima condición de salud y en una muy mala condición mental”.

A criterio de Téllez, en ese caso, tendrían que poner de inmediato en la fila a uno de los hijos para que asuma el poder como copresidente del propio Daniel Ortega. “Pero siempre van a jugar el poder dentro del círculo de la familia. No hay ninguna posibilidad que ellos suelten eso a alguien más externo a la familia Ortega Murillo” recalcó.

El plan de escape en caso de la caída de la dictadura

Sin dudas una mente como la de Rosario Murillo, no descuidaría ningún detalle en lo que a su seguridad, la de su familia, la de su patrimonio y de sus más leales dentro de su círculo de poder respecta. Por tanto, no resulta descabellado pensar que también tiene en ciernes un plan de fuga en caso del desmoronamiento y caída de su proyecto, tomando en cuenta las fisuras que existen, que bien podrían generar una implosión u otro acontecimiento externo que desencadene en su derrota.

En ese sentido Téllez cree que el acuerdo de protección recíproca suscrito con Rusia para esquivar la justicia internacionales una señal de que Ortega y Murillo “están realmente preocupados por qué podría ocurrir una circunstancia en la que se vean obligados a abandonar el poder”.

Al respecto Barberena opina que tanto Ortega como Murillo son personajes “curtidos” por las tantas batallas que han librado y las que siguen librando, por tanto, también piensan en el escenario de la derrota y este escenario implica que “tienen que proteger su capital, protegerse ellos y proteger a sus funcionarios más leales”.

El jurista asegura que a ese posible escenario responden dos acciones concretas. La primera, el acuerdo sobre la protección recíproca suscrito entre Nicaragua y Rusia.

Según el experto constitucionalista, dicho convenio protege a los dictadores y su pacotilla, en tres planos distintos de inmunidad. El primero, la inmunidad absoluta, es decir, “no pueden ser procesados ni en Nicaragua ni en ningún otro país, incluso en Rusia, por ningún tipo de delito”, aclaró sin embargo que esta impunidad absoluta, según el propio acuerdo, es principalmente para la familia y el canciller.

El segundo plano de inmunidad es la llamada “inmunidad funcional”, la que favorece a algunos funcionarios públicos que son nombrados por Ortega y Murillo, así como a autoridades municipales.

“Ese pacto de inmunidad les permite a ellos protegerse ante eventuales procesos de justicia internacional, sean estos ante tribunales internacionales, por ejemplo, la Corte Penal Internacional o bien tribunales de jurisdicción de países como, por ejemplo, Argentina, en el marco de la jurisdicción universal para que ellos no sean requeridos” explicó Barberena.

Paralelamente refiere que los Ortega Murillo “no dan puntada sin hilo” y por ello es que las reformas a la Constitución apuntan a la sucesión de Daniel Ortega, pues “todo indica que Daniel Ortega está viviendo sus días con una salud muy precaria (…), y cada día está más cerca de su fin en este plano de vida, como dicen ellos”.

El experto afirma que la segunda acción concreta tiene que ver con la última reforma constitucional aprobada únicamente en primera legislatura, en la que establecen las causas de pérdida de la nacionalidad nicaragüense por el hecho de adquirir una segunda nacionalidad.

A criterio de Barberena esta acción tiene una finalidad absolutamente electoral y su propósito es excluir e inhibir de participar en los procesos electorales a aquellos nicaragüenses que hayan adquirido una segunda nacionalidad por las razones que sean, lo que indica que ante la posibilidad de que las grietas en el proceso de sucesión se abran más, ellos también podrían estarse preparando para un escenario político electoral en donde tengan las condiciones aún muchísimo más favorables que las que de por sí ahora mismo tienen.

Núñez se muestra escéptico ante la idea de que la familia Ortega Murillo tenga orquestado un “Plan B” ante un posible derrumbe de su proyecto dinástico. “Desde esa perspectiva, desde donde están ellos, normalmente se mira el poder como indefinido, interminable y sin amenazas, entonces no tienen ese tipo de planes” afirma.

En relación al convenio de protección recíproca suscrito con Rusia, considerado por Téllez y Barberena como parte del plan ante una hipotética derrota de la dictadura, Núñez tampoco lo ve como tal, pues considera que es solo una simple acción de la dictadura para tranquilizar a sus allegados dentro del círculo de poder.  “Eso simplemente ellos lo están haciendo para darle tranquilidad a otros actores de la dictadura, pero ellos no se sienten amenazados” aseveró a la vez que refirió que cuando se tiene un control del poder en los niveles que lo tiene la dictadura Ortega Murillo, “la amenaza llega ya al final”.

El Ejército y su obediencia a la dictadura

Barberena menciona como algo indiscutible que el Ejército está implicado con crímenes de lesa humanidad cometidos contra la población manifestante en 2018. “Es una realidad, y todos van a tener que pagar y rendir cuentas” sentenció.

Aseguró que la institución armada va ser un factor determinante tanto en el conflicto interno como en la eventual transición, “la única manera de que el Ejército no juegue es que el régimen se caiga, se derrumbe el Estado, como pasó en el 79, que se derrumbó el Estado y desapareció la Guardia Nacional,” pero considera que algo parecido está lejos de ocurrir en el contexto actual.

Núñez coincide con Barberena al afirmar que la cúpula militar ha sido comprada con corrupción e impunidad, por lo que no cree que pueda surgir de las entrañas de la institución castrense alguna acción contra la dictadura de la que el mismo Ejército es parte.

Sin embargo, opina que si en algún momento surgieran desavenencias, serían por parte de quienes no han sido beneficiados por dinero, por impunidad u otros favores, y en este caso “las cosas se moverían en la medida en que pase el tiempo y las inconformidades crezcan”.

“Comandancia del Ejército moriría con ellos”

En consonancia con lo anterior, Barberena tildó de pusilánimes a los integrantes de la cúpula militar, y afirmó que estos están fielmente alineados con la dictadura, expresó además que el hecho de que hayan creado un nuevo rango militar, no responde a funciones estrictamente militares ni de defensa, sino para reforzar las lealtades, “entonces, creo que la comandancia del Ejército va a morir con ellos”.

También recordó que en medio de esta alineación hay una oficialidad castrense que no tiene capacidad de ascender, es decir, tiene limitada su capacidad de subir en el escalafón militar, y “es ahí es donde se puede ensanchar la masa crítica que puede generar cierta movilidad”.

Desconfianza atraviesa relación Ejército-Ortega Murillo

Para Téllez, si bien la jefatura castrense ha puesto de rodillas al Ejército frente a la familia Ortega Murillo, esta no es confiable para la pareja dictadora, “no son confiables porque tienen mucho poder, y para ellos, quienes tienen mucho poder son personas peligrosas” expuso.

La excomandante guerrillera añadió que así lo ha dejado ver la purga de muchas personas que han sido leales a Ortega, y aun con esa gran lealtad han estado siendo purgadas en oleadas desde hace ya dos o tres años, “purgaron a una capa de la jefatura policial, después comenzaron también a hacer purga selectiva dentro del Ejército y luego han hecho purga en el sistema judicial y en las instituciones, así es que la cúpula del Ejército no está en una condición de seguridad frente a los Ortega Murillo, aunque se hayan arrodillado frente a la familia.”

Barberena coincide con Téllez y advierte que además está de por medio el afán de Murillo por desmantelar las viejas estructuras de inteligencia y contrainteligencia de la antigua Seguridad del Estado, en ese sentido señala que el Ejército no está exento de correr la misma suerte y afirma que sin duda se verán algunas acciones de la dictadura, pero principalmente de Murillo, en contra de oficiales del Ejército de bastante alto nivel, con la finalidad de también hacer limpieza en las entrañas del cuerpo castrense.

En ese sentido recordó que primero se ocupó de los generales en retiro que le suponían algún riesgo, incluyendo a su propio cuñado, el general Humberto Ortega, quien incluso “murió en manos de ellos”, como también sucedió anteriormente con Hugo Torres, y posteriormente el encarcelamiento del también general en retiro Álvaro Baltodano.

Señaló además que todos eran oficiales en retiro, no oficiales activos y añadió que “una cosa es atacar e irte de frente en contra de generales que estaban en retiro, que no sabemos el nivel de lealtades que todavía tenían al Ejército (…), pero otra cosa es que el fuego entre con oficialidad activa”.

“Hay una oficialidad que quiere salvar al Ejército”

A lo expuesto anteriormente se suma, según Téllez, el problema de que la cúpula del Ejército no responde a los intereses del resto de la oficialidad militar que “quiere un Ejército estable y respetado que se prolongue más allá de este gobierno o cualquier otro”. 

Agregó que esa oficialidad refractaria, que tiene carrera militar, siente que la cúpula al frente de la cual está el general Julio César Avilés, está comprometiendo la institucionalidad y el prestigio del Ejército.

Barberena en consonancia con Téllez, afirma que en dependencia de lo que pueda ocurrir, el Ejército va a jugar un rol más o menos relevante, aunque por ahora no se sepa cuál va ser, “pero sí es un actor que está dentro de esta ecuación, porque esa oficialidad que está ahí en medio, algunos tenientes coroneles y coroneles, sí son una suerte de actores blandos, no actores duros, que en el régimen sultánico de los Ortega Murillo van a tener mayor vocación negociadora.”

Afirma además que esa negociación estaría definida por dos objetivos principales: salvar a la institución y salvarse ellos. En esa línea explicó que el afán de salvar al Ejército es únicamente motivado porque para ellos la institución representa intereses corporativos, y eso gracias a Humberto Ortega quien después de los noventa, erigió al Ejército como un emporio empresarial, y por tanto, también la necesidad de salvarse ellos por el propio beneficio económico.

En conclusión, opina Barberena, se verán obligados a negociar, porque ninguno de ellos querrá verse como los viejos generales de la Guardia Nacional del somocismo, quienes en el exilio no eran nadie.

La purga de integrantes históricos del FSLN: otra decisión de Murillo

Por otro lado, Barberena también considera que los últimos acontecimientos persecutorios contra personajes del sandinismo histórico, son también una maniobra de Rosario Murillo, quien está empeñada en sacar del redil a cualquiera que para ella suponga un obstáculo, siendo esta otra fase de su operación limpieza para tener el camino totalmente libre para consolidar su ambicioso proyecto dinástico.

Recordó que, por ejemplo, la persecución contra cuadros de la temida Seguridad del Estado, cuyas estructuras fueron eficaces en dos momentos: Uno, en los comandos electorales, dirigidos por Lenín Cerna, para hacer actividades de inteligencia e infiltrarse en los otros partidos políticos, cuando ellos (Ortega y Murillo), eran oposición.

El segundo momento estuvo definido por el rol que jugaron en la insurrección de 2018, armando a grupos paramilitares. Al respecto Barberena asegura que “muchos de los viejos agentes, oficiales de la Seguridad del Estado, ahí anduvieron matando a la gente”.

Las purgas podrían traer un efecto boomerang

La obstinación de Murillo por sacar del plano político a viejos cuadros del sandinismo porque considera que obstaculizan su proyecto dinástico, podría ser algo contraproducente dado que no está midiendo las consecuencias adversas que tal acción le podrían traer.

Para Téllez las purgas de personajes del sandinismo histórico, han generado irritación dentro del Frente Sandinista contra los Ortega Murillo, porque estos perciben que la familia del poder, solamente está velando por sus propios intereses y que no les importa el partido porque además lo han desaparecido. “No hay dirección del Frente Sandinista, no hay órganos de dirección, no hay congresos, no hay estructura, no hay nada,” asegura.

Téllez recordó que previo al encarcelamiento de Bayardo Arce, se encarceló o se le dio casa por cárcel a varias figuras del sandinismo, entre los que mencionó a Carlos Fonseca Terán, hijo del fundador del FSLN, Carlos Fonseca Amador; Camilo Báez, hijo de la guerrillera histórica Gladys Báez, “y así varias figuras que han sido alcaldes o secretarios políticos departamentales o locales, que también han sido purgados; algunos están presos y otros están guardados en sus casas” subrayó.

Posibles escenarios en 2027

La Constitución reformada a la medida de los dictadores, ahora conocida como la Constitución Chamuca, aprobada en dos legislaturas (noviembre 2024 y febrero 2025) y que entró en vigencia el 18 de febrero de 2025 tras su publicación en el Diario Oficial La Gaceta, además de incluir la figura de los copresidentes, extendió el periodo de estos cargos por un año más, ambos cambios aplicados de manera retroactiva.

Es importante resaltar que antes de ser reformada por la dictadura, La Constitución de la República, establecía que los periodos presidenciales tenían una duración de cinco años, pero en la reforma se incorporó un cambio que amplía dicho periodo a seis años, por tanto, las elecciones generales previstas para noviembre 2026, ahora serán, en teoría, en noviembre de 2027.

Téllez considera que el hecho de insertar en la reforma constitucional el tema de pasar las elecciones del 2026 al 2027, solo indica que los dictadores quieren ganar tiempo porque no se sienten seguros de ir a una coyuntura electoral en el 2026.

Asimismo afirma que existen dos caminos, uno que Murillo quiera ganar ese tiempo para poder quedarse sin Daniel Ortega en el poder a través de un nuevo fraude electoral. El otro camino es que el debilitamiento de su régimen los obligue a abrir una transición hacia la democracia con unas elecciones medianamente limpias, transparentes y competitivas en el 2027, en cuyo caso obviamente las perderían.

Sin embargo, esa posibilidad es remota tomando en cuenta el camino elegido por Ortega y Murillo desde 2018. “Hasta ahora ellos han escogido el camino de la represión, la confrontación y la militarización de su régimen. Ellos están empeñados en mantenerse por la fuerza” advierte Téllez.

Pero valora además que ante una eventual salida del escenario de cualquiera de los dos codictadores, el régimen se debilitaría y eso podría abrir las posibilidades para un proceso de transición a la democracia en el 2027.

Para Dora María Téllez en el actual Frente Sandinista existe un fenómeno que inició hace tiempo: La erosión de la base del partido. Refiere que dicha erosión ha quedado en evidencia a través de encuestas. “Ellos pasaron de tener un 35%, como voto sólido y respaldo sólido, a tener entre un 12 y un 13% según las últimas encuestas. Esto lo que te dice es que la base del Frente Sandinista se ha reducido en más de la mitad y que hay una parte que ha abandonado completamente ese proyecto de los Ortega-Murillo”.

Eliseo Núñez por su parte cree que en 2027 “se podrían activar algunas cosas que nos den algún tipo de probabilidad” debido a que generalmente la comunidad internacional se vuelca a observar estos procesos, pero resaltó que hoy por hoy, para suerte de la dictadura, el mundo no tiene a Nicaragua en su agenda.

Respecto al descontento al interno del partido sandinista con la familia del poder, Núñez tampoco cree que eso, por ahora le haga mella a los dictadores, aunque avizoró que ese descontento irá creciendo y en algún momento sí se puede volver un problema.

En tanto Barberena insiste en aseverar que lo que prima ahora mismo en el régimen, es la necesidad imperiosa de lograr asegurar la sucesión dinástica, “y en esa voluntad de asegurar la sucesión, en consecuencia, no hay posibilidad de una apertura democrática”.

El rol de la oposición de cara al escenario electoral

Pese a lo dicho anteriormente, Barberena considera que la posibilidad de que haya una apertura en el 2027, también obedecerá a lo que pueda concretar la oposición, sector clave que en este momento no está siendo un actor relevante.

“En esta circunstancia de conflicto interno dentro del orteguismo, tiene que entrar a jugar la oposición como un actor que pueda crear la base suficiente para que en el año 2027 pueda haber una mínima apertura de competencia” indica el jurista, aunque también aclara que no sería una competencia democrática, sino política, dadas las condiciones totalmente asimétricas.

Pero para que eso ocurra, el experto opina que la oposición necesita con urgencia, terminar con las propias contradicciones y lograr construir un frente más o menos cohesionado con una narrativa clara, con mensajes claros, dirigidos al pueblo nicaragüense que resiste a la dictadura, que no soporta la represión, la carestía de la vida, la migración y la ruptura de las relaciones sociales y humanas.

Por otro lado también estructurar mensajes certeros para quienes están del lado de la dictadura, pero principalmente a empleados públicos y militantes sandinistas que están ahí, no por trayectoria ni mucho menos, sino porque les dieron el carnet de militantes y están obligados a ir a las actividades del partido.

“A ese segmento de la población la oposición necesita darle certeza de forma más o menos uniforme, ni siquiera monolítica ni unívoca; sino más o menos uniforme, de que en Nicaragua sin Ortega Murillo también ellos van a tener oportunidades, ellos también van a aportar para construir ese otro país” argumentó.

Barberena aseguró que hay gente trabajando en las instituciones del Estado que, en la medida de sus posibilidades, se esfuerza para brindarle a la población un mejor servicio, pero los problemas estructurales no se lo permiten.  “Esa gente merece una oportunidad, y no Gustavo Porras, y no toda esa camarilla de delincuentes que sabemos que están comprometidos con los crímenes de lesa humanidad y la corrupción, entonces, creo que también ahí la oposición tiene que jugar un papel relevante” subrayó.

A criterio de Barberena, la oposición debe erigirse como una suerte de contrapoder frente al régimen Ortega Murillo aprovechando el conflicto interno de la dictadura, para prepararse ante los posibles cambios, por ejemplo, la hipotética rebelión del Ejército a la familia Ortega Murillo, “entonces la oposición necesita ser un interlocutor válido para estar o ser parte de esa ecuación, sea en el 2027, sea en el momento en donde eso se abra, porque puede ser, pero desde luego puede ser antes porque pueden surgir hechos imponderables que no se tengan presente”.

Núñez concuerda con Barberena en cuanto a que los sectores de oposición deben estructurar una narrativa clara y concreta.  Afirma que estos deben, primero, construir una narrativa común y en segundo lugar, un equipo de vocería común. “Más que aspirar a la unidad son estas dos cosas primero” asegura.

De acuerdo al analista, lo anterior es lo que permitirá que la oposición logre presentarse como una fuerza capaz de elegir una alternativa. “No de ser la alternativa, sino de elegir una alternativa” aclara a la vez que explica que los liderazgos deben entender que es necesario “desarrollar la capacidad de juntarse y decidir si Juan, Pedro o José van a ser la alternativa”.

En el mismo sentido argumentó que ese es uno de los problemas que no se miran de la oposición, esto debido a que la mayor parte de la actual oposición proviene de sociedad civil y esta tiende a ser asamblearia y con liderazgos horizontales. “Normalmente en política logra salir adelante quien tiene una mezcla de las dos cosas” advierte.

En concreto, para Núñez, la oposición debe concentrarse en estructurar un liderazgo jerarquizado con capacidad de tomar decisiones muy democráticas en tiempos determinados, algo que no se consigue fácil con liderazgos horizontales.

En tanto Téllez, refuerza la tesis de que las fuerzas de oposición deben abocarse a reconstruirse, fortalecerse internamente y buscar alianzas.

Reconoce que falta un gran trecho para que haya una verdadera unidad de la que pueda surgir una alianza opositora sólida que pueda proponer opciones en caso de una elección transparente más adelante, pero advirtió que para que eso ocurra faltan varios años.

Por otro lado mencionó que “lo más importante en este momento sigue siendo mantener una unidad en la acción que haga presión internacional para que a su vez Europa, los Estados Unidos, América Latina ejerzan presión sobre la dictadura y que esta vaya viéndose forzada a abrir las condiciones para una transición a la democracia”.

Barberena amplia respecto al rol de la oposición reconociendo que la dictadura se ha encargado con éxito de debilitarla dispersándola por distintas partes del mundo. “Hay una gran dispersión geográfica con las propias necesidades humanas que de eso surgen” afirma al abogado constitucionalista a la vez que advierte que en esa coyuntura el tema de las diferencias ideológicas pierde relevancia, porque la dictadura trata a todos con el mismo rasero.

En esa vía agregó que “necesitamos maximizar, optimizar nuestras distintas procedencias y capacidades” también señaló que parte de los problemas en la oposición tiene que ver con la cultura política nicaragüense, “es la absoluta ambición, necesidad de muchos, de que quieren ser dirigentes, presidentes de Nicaragua” acotó.

Asimismo dijo que los lideres de oposición que quieren ser presidentes, tienen todo su derecho pero “deben esperar el momento para que jueguen para ser presidentes de Nicaragua” y lo que deben hacer por ahora es estructurar esa alianza plural necesaria para prepararse ante una posible competencia política futura, “pero si para negociar en esa alianza opositora ellos van a seguir teniendo en mente que quieren ser presidentes de Nicaragua y que en consecuencia esa alianza tiene que más o menos servir a sus propios intereses, pues mejor que se aparten” sentenció.

En ese sentido recordó que “el que negocia alianzas políticas asume costos, la política es un juego de costos, no es otra cosa; entonces si no quieren asumir ese costo, pues que entren a jugar cuando puedan competir política y electoralmente”.

Los pilares de la arquitectura de poder

Un informe de Diálogo Interamericano elaborado por el politólogo nicaragüense, Manuel Orozco, analiza la estructura del poder y los pilares que lo sostienen y propone una estrategia de debilitamiento del mismo, “para mitigar el riesgo de radicalización o sucesión dinástica.

Orozco plantea que posterior a las protestas sociales de 2018, luego que Ortega se diera cuenta de la magnitud de su impopularidad y la intolerancia ciudadana a su abuso de autoridad, “emprendió un ataque frontal contra la democracia y el estado de derecho construyendo una nueva base política de control social.”

El politólogo reseña que a partir de ese momento se consolida una arquitectura de poder basada en cinco pilares que sustentan el control, en ese sentido explica que en primer lugar está el aislamiento efectivo y continuo de la comunidad internacional, con lo que el régimen minimiza el escrutinio externo, menciona además que paralelamente ha forjado alianza con Estados parias (Rusia, Irán, Venezuela, Cuba y Belarús).

En segundo lugar, la debilitación del activismo cívico y las esperanzas de cambio de los nicaragüenses a través del miedo y la detención como recursos para contener la disidencia. En la misma vía agrega que “la democracia ha sido criminalizada a través de un marco legal que despoja a los nicaragüenses de sus derechos y los hace vulnerables a falsas acusaciones”.

En tercer lugar, Orozco ubica la captura del Estado, la que se concreta a través

de una élite económica dentro de las filas del régimen formada por militares activos y retirados que utilizan favores económicos, confiscaciones, extorsión fiscal y purgas internas cada vez más profundas en contra de la disidencia.

En cuarto lugar, menciona lo que denomina como “monopolio de la fuerza”. El experto explica que el régimen emplea la violencia a través de las fuerzas oficiales de seguridad (Policía y Ejército), al tiempo que se apoya en una red de informantes, policías de civil, seguidores militantes y paramilitares.

En quinto lugar ubica la maquinaria propagandística, con la que la dictadura infunde miedo y control social. En este sentido resalta que este aparato propagandístico trabaja de la mano con el brazo represivo para acosar, perseguir y secuestrar a civiles, entre estos, autoridades religiosas y líderes juveniles. También advierte que las personas son detenidas por simples acusaciones o rumores de informantes, policías o funcionarios de Ortega-Murillo.

Un círculo leal al poder, pero atravesado por la desconfianza

Orozco señala que parte de esta arquitectura depende de un círculo de colaboradores que sustenta el control político. “El círculo de poder se basa en varios pilares dirigidos por una estructura jerárquica, de no más de 300 individuos, formada por los aliados más cercanos y los leales al régimen, seguidos por oficiales militares, tecnócratas y burócratas que coordinan las políticas de control social y represión política” describe.

También advierte que hay cuadros que fueron miembros del partido sandinista y, en los últimos diez años, han saltado al ruedo de la gestión estatal. En este grupo enumera a personas del sector público, del mundo académico y del Ministerio del Interior.

“Algunos de estos funcionarios son “propiedad” de Daniel Ortega o Rosario Murillo, o de ambos” afirma Orozco, e indica que, al responder estos directamente a la pareja dictadora, se generan fricciones, divisiones, desconfianza y antipatía dentro de las filas gobernantes.

Señala además que estos operadores del régimen son piezas claves destinadas a ejercer un control total: político, represivo, económico, mediático, de intermediación económica e institucional, sin embargo, todos están subordinados al clan familiar.

La socióloga e investigadora Elvira Cuadra concuerda con Orozco. En un artículo publicado en la plataforma Latinoamérica 21, la socióloga reconoce a ese círculo leal al poder, pero también advierte que existe uno bajo el control de Rosario Murillo.

“Murillo ha construido un círculo propio de personas leales dentro del partido y el aparato de gobierno. La mayoría son relativamente jóvenes, comprometidas a punta de prebendas” señala la investigadora a la vez que advierte sobre el férreo control que ejerce la codictadora sobre todas las instituciones estatales.

En tanto Oscar René Vargas, reduce más el circulo al afirmar que la ejecutora de la política cotidiana en Nicaragua es Murillo acompañada del operador político Gustavo Porras, actual presidente de la Asamblea Nacional, Ovidio Reyes, presidente del Banco Central y Fidel Moreno, el conocido alcalde de facto de Managua.

“Se hizo evidente que Daniel Ortega ha dejado de ser el principal y único operador de la política nicaragüense. Igualmente se hizo evidente que la persona que ejecuta la política cotidiana es Rosario Murillo acompañada de Gustavo Porras, Ovidio Reyes y Fidel Moreno quienes constituyen la Banda de los Cuatro” argumenta Vargas.

Pero Cuadra también advierte que el régimen pese a su obstinado propósito de permanecer en el poder y consolidar un proyecto dinástico, “muestra signos claros de agotamiento”, y ese agotamiento se fortalece con la evidente desconfianza dentro de ese mismo círculo de poder. “Una de las señales es la acelerada reestructuración de los círculos de poder, removiendo a numerosos funcionarios y cercanos colaboradores que ya no son de su confianza” asegura Cuadra.

La investigadora advierte además que esos cambios en las estructuras han generado mucho nerviosismo entre quienes se consideraban cercanos y leales. Pero en principio obedecen al afán de mantener el control y no perder el norte de la ansiada sucesión dinástica, así lo explica Cuadra: “Las purgas muestran que la estructura de poder está mutando para que la persona elegida como sucesora mantenga el control sobre el país y pueda sostener la continuidad autoritaria”.

Señala que, si bien la primera en la línea de sucesión es la misma Murillo, “los demás integrantes del clan familiar se preparan para dar continuidad a la dictadura”.

La socióloga e investigadora Elvira Cuadra reconoce que, si bien el eje de poder gira alrededor de Daniel Ortega y Rosario Murillo, en la medida que el tiempo ha avanzado y la crisis sociopolítica se profundiza y prolonga, Murillo se ha alzado por encima de toda la estructura, “incluso sobre personas de la más alta confianza personal de Ortega”.

Mitigar el riesgo de la sucesión dinástica

Diálogo Interamericano, propone en su análisis de la situación de Nicaragua, una estrategia de tres componentes para mitigar el riesgo de radicalización y sucesión dinástica.

El primer componente sería la condena a la completa ausencia de autoridad moral del régimen, la segunda estrechar los lazos con las fuerzas disidentes y la tercera ejercer presión desde el exterior.

Para el politólogo Manuel Orozco, revertir o mitigar las pretensiones dinásticas de la familia Ortega Murillo es necesario debilitar los pilares de la represión. El analista aduce que, en términos concretos, estos pilares han tenido éxito asegurando de crear miedo entre la población.  “Poner presión sobre estos pilares reducirá el miedo y el equilibrio de poder predominante” asegura.

Según Orozco los métodos para ese debilitamiento, implican en primer lugar, una campaña de desmoralización dentro y fuera de Nicaragua que señale los puntos en los que el régimen carece de autoridad moral, en paralelo, la señalización a la disidencia dentro del régimen y la presión externa sobre las áreas clave que cambiarían el equilibrio de poder.

El experto advierte que “la fractura de la base material limitaría la capacidad de captura del Estado y el uso de favores económicos a cambio de lealtad política”, asimismo añade que los esfuerzos para desmoralizar al régimen incluirían la disminución de su capital político, especialmente entre aquellos en el círculo de poder que están perdiendo la fe y la credibilidad dentro del régimen.

En lo que respecta a la presión externa, resalta que es clave ejercerla simultáneamente en el ámbito político, material y diplomático. En ese sentido refiere que, “la comunidad internacional debe considerar diferentes medidas para mitigar los daños y fomentar una transición política hacia la democratización”.

“La implosión ya está desencadenada”

Para Téllez, a lo interno del régimen y del partido sandinista, la implosión de la que varios analistas hablan, ya está desencadenada. “Una implosión no es un acto sorpresivo, repentino, sino que es una sucesión de condiciones que van produciendo una erosión interna. Se habla de implosión porque es hacia adentro el daño”, expuso.

Reiteró que ese daño ya está consumado, y la prueba es que menos de la mitad de la base tradicional del Frente Sandinista acompaña a los Ortega Murillo. “Hay un segmento importantísimo del Frente Sandinista irritado, molesto, con el camino que la familia Ortega le ha dado al Frente Sandinista y al país y hay gente que está agredida y amenazada también dentro del propio Frente Sandinista” insistió.

Agregó que eso es parte de la implosión que se ha venido produciendo desde hace años y que se seguirá produciendo de manera más acelerada que lo que ha sido en el pasado.

Multimedia | Los escenarios ante la pretendida sucesión dinástica en Nicaragua

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